Mis manos seguían apretando el bate de béisbol, mi respiración era entrecortada y el latido de mi corazón retumbaba en mis oídos. La figura del chico permanecía inmóvil, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y preocupación. La tensión en el aire era palpable, y el sonido de la lluvia en el tejado parecía amplificar el miedo que sentía.
-¿Quién eres?, ¿Qué haces aquí?- logré preguntar, mi voz temblando más de lo que intentaba ocultar. La voz que me respondió fue suave, casi un susurro entre el estruendo de la tormenta.
—Lo siento, no quería asustarte. —Su tono era apologético, pero también lleno de una extraña mezcla de determinación y nerviosismo.
A medida que la luz de un relámpago iluminó brevemente la sala, pude ver con más claridad su rostro. Aunque sus rasgos eran enérgicos y su expresión mostraba una profunda preocupación, no había en él una amenaza explícita. Parecía más un joven perdido que un intruso peligroso. Sin embargo, la lluvia que lo empapaba y el hecho de que estaba en mi apartamento en plena madrugada mantenían mi alerta al máximo.
—¿Cómo entraste? —pregunté, mi voz apenas más fuerte que un murmullo. Mis ojos se movían entre él y la ventana, tratando de buscar alguna explicación para su presencia.
Él hizo un movimiento hacia adelante, lentamente, como si temiera que cualquier gesto brusco pudiera asustarme aún más.
—La ventana del pasillo estaba abierta. Me perdí en la tormenta y no pude encontrar mi camino de vuelta. Entré aquí buscando refugio. —Su mirada era sincera, y sus palabras se sentían verdaderas, pero la situación era demasiado surrealista para dejar de lado el miedo.
Permanecí quieta, evaluando cada palabra. Si lo que decía era verdad, era una coincidencia demasiado extraña, pero no podía negar que estaba claramente empapado y temblaba ligeramente, como yo, por la mezcla de la tormenta y el nerviosismo.
—Tienes que salir —dije finalmente, tratando de mantener la firmeza en mi voz. No estaba lista para bajar la guardia, pero no podía ignorar la humanidad en su situación. —Es peligroso estar aquí. Llama a alguien o encuentra otro lugar.
—Por favor, no me eches. Solo necesito un lugar para quedarme hasta que pase la tormenta —insistió, sus ojos buscaban desesperadamente un rastro de comprensión.
—No puedo permitirte quedarte aquí sin más —dije finalmente, tratando de mantener mi voz firme aunque mi corazón aún latía con fuerza. —Es peligroso, y no es seguro para ninguno de los dos.
El chico me miró, sus ojos reflejando una mezcla de desesperación y esperanza.
—Por favor, no me eches. Solo necesito un lugar para quedarme hasta que pase la tormenta. Te pagaré mil dólares si me dejas quedarme hasta que amanezca.
El ofrecimiento me sorprendió. La idea de aceptar ese dinero, aunque inesperada, era tentadora. Mi mente inmediatamente comenzó a considerar las implicaciones: mil dólares serían un gran alivio para pagar la renta que se debía al final del mes. Pero aún había una parte de mí que dudaba, la misma que estaba alerta y cautelosa.
Mi mente estaba en caos, y la duda se estaba mezclando con el miedo. No podía dejarlo ir solo en medio de la tormenta, pero también sabía que no podía dejarlo quedarse sin saber más.
Finalmente, la decisión se hizo evidente para mí. A regañadientes, pero con la esperanza de que era la elección correcta, dejé que mi expresión se suavizara un poco.
Después de un momento de deliberación, el cansancio y la presión financiera inclinaron la balanza. Miré al chico a los ojos, buscando sinceridad y determinación.
—Está bien —dije finalmente, con un suspiro de resignación. —Puedes quedarte, pero no quiero que te muevas demasiado. Solo quédate aquí en el sillón y no hagas nada que pueda alarmarme más.
Una expresión de alivio cruzó su rostro mientras asentía rápidamente. Se acomodó en el sillón, y yo fui a buscar unas mantas. Las dejé cuidadosamente sobre él, tratando de mostrar que mi confianza no era completa, pero que estaba dispuesta a ser razonable.
—También tengo algo de ropa de mi mejor amigo que podría quedarte. Está en el armario del pasillo —dije mientras me dirigía al baño, señalando hacia una puerta cercana. —Puedes cambiarte allí si quieres.
—Gracias —respondió, su tono lleno de gratitud mientras tomaba la ropa y se dirigía al baño. Su agradecimiento parecía genuino, y aunque mi nerviosismo persistía, era un alivio ver que el chico estaba haciendo todo lo posible por no causar más problemas.
Una vez que se metió al baño, fui a mi habitación y me preparé para intentar dormir. Mientras me metía en mi cama, el pensamiento de que podría haber algo más en juego me mantenía en alerta. Esperaba que el chico no fuera una amenaza oculta, ni que la situación se complicara más de lo que ya estaba.
Finalmente, tras un largo rato de intentar tranquilizarme, me di cuenta de que el cansancio estaba ganando. Cerré los ojos con la esperanza de que el extraño en el sillón no tuviera intenciones maliciosas.
Mientras el chico se cambiaba en el baño, el sonido de la tormenta seguía retumbando en el exterior. La lluvia golpeaba con fuerza las ventanas, y los relámpagos iluminaban fugazmente la habitación, creando sombras que bailaban en las paredes. Mi mente seguía alerta, cada sonido me hacía sobresaltarme.
Me acurruqué bajo las sábanas, aún con el bate de béisbol a mi lado, como una última medida de seguridad. Cerré los ojos, intentando ahuyentar los pensamientos inquietantes. Pero en medio de esa confusión mental, una duda persistente me acosaba: ¿Quién era realmente ese chico? ¿Qué lo había llevado a mi apartamento en medio de la tormenta?
Finalmente, el sonido del agua del baño cesó, y escuché pasos suaves que se dirigían de nuevo al sillón, me pregunté si habría hecho lo correcto al dejarlo quedarse. Pero ya era tarde para arrepentimientos, y mi cuerpo estaba demasiado cansado para seguir en estado de alerta.
Intenté relajarme, respirando profundamente. Los pensamientos seguían apareciendo en mi mente, pero poco a poco, el sueño comenzó a tomar el control. El sonido constante de la lluvia, que antes me había parecido ensordecedor, empezó a sentirse como una melodía lejana que me arrullaba.
No supe cuánto tiempo pasó, pero en algún momento de la madrugada, caí en un sueño profundo y pesado. Mis pensamientos se volvieron nebulosos, y la figura del chico en el sillón se desvaneció junto con la tormenta que golpeaba el exterior.
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Entre La Tormenta
Teen FictionMegan nunca imaginó que una noche de insomnio cambiaría su vida para siempre, a las 3:00 am, un extraño irrumpe en su departamento, y aunque el encuentro la llena de miedo, el destino vuelve a ponerlos frente a frente en las circunstancias más insól...