Capítulo 12

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Si lograba poner sus manos en Yeonjun, iba a matarlo. BeomGyu pasó hecho una furia por la puerta de sus habitaciones tan rápido como le permitía su gran circunferencia y salió volando. Los dos guardias parados afuera de su puerta saltaron y se voltearon para mirarlo.

―¿Dónde está ese dragón escupe-fuego bueno para nada con el que me apareé?

―Yo... er... ―tartamudeó uno de los guardias.

―Creo que está en su estudio ―respondió el otro, rápidamente.

Hizo su camino, pasando a los guardias y se fue pisoteando por el pasillo hasta subir por la gran escalera. Podía oír a los guardias susurrándose el uno al otro, mientras lo seguían. Los ignoró.

―Yeonjun Drakus―gritó, con toda la fuerza de sus pulmones―. Trae aquí tu negro y escamoso culo de dragón, en este mismo minuto.

La puerta del estudio se abrió de golpe. Yeonjun y TaeHyun salieron corriendo.

―¿Pasa algo malo? ―le preguntó Yeonjun, mientras comenzaba a subir las escaleras―. ¿Es el bebé?

―Tú me hiciste esto, hijo de puta ―chilló, con toda la fuerza de sus pulmones―. Mis tobillos están hinchados, no puedo ver mis pies, y me duele la espalda. Será mejor que tú tengas al próximo niño, porque yo no voy a hacerlo.

Yeonjun parpadeó y se detuvo en uno de los escalones.

―¿Conejito?

―Ya no quiero hacer esto ―comenzó a sollozar.

Yeonjun estaba ahí en un segundo, sus brazos se envolvieron a su alrededor

―Ah, conejito, está bien. Todo terminará pronto y sólo piénsalo, amor, tendremos a un hermoso bebé que se verá igual a ti, con tus grandes ojos color violeta y tu suave pelaje blanco. Será hermoso.

―Estoy enorme ―se lamentó, mientras enterraba su cara en el cuello de Yeonjun―. Voy a dar a luz a un elefante.

―No, amor, estoy bastante seguro de que sólo será un conejito.

―Los conejitos son pequeños como yo. ―Bajó sus ojos, hacia su inmenso estómago―. Este no es un conejito.

―¿Acaso tu libro no decía, que podía haber más de un bebé conejito? ―preguntó Yeonjun, mientras se ponía de pie. Ayudándolo a levantarse y luego comenzando a conducirlo por el pasillo, de regreso a sus habitaciones.

―Sí, pero...

―Entonces, tal vez, necesitaremos otra cuna, ¿hmmm? Nunca discutimos eso. Tal vez tengamos gemelos o trillizos.

―¡Trillizos!

―Es una posibilidad, amor, ya lo sabes. ―Yeonjun le palmeó la mano―. ¿Recuerdas lo que dijo el Anciano de tu colonia? Podrías tener cinco crías en una camada.

―¿Cinco? ―Sintió que sus piernas se tambaleaban―. ¿Qué haríamos con cinco niños?

―Construirles una habitación más grande ―Yeonjun se rio entre dientes.

―Tengo miedo, Yeonjun ―admitió, por primera vez―. ¿Qué sé yo de criar a un bebé?

―Sabemos, amor, nosotros vamos a criar a este bebé, no sólo tú. Y lo averiguaremos. No harás esto solo.

―No, pero... ¡aahhh! ―gritó, mientras un profundo y repentino dolor se envolvía alrededor de su abdomen. Nunca en su vida había sentido una agonía tan intensa. Sus rodillas cedieron, y agarró a su pareja. Yeonjun lo atrapó antes de que pudiera golpear el suelo y lo levantó en sus brazos.

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