Tragándome las palabras.

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Por más que intento no puedo sacar las voces de mi cabeza, las que me dicen que me odie a mi mismo. Me he cansado de repetirme a mí mismo que esto cambiará, que un día olvidaré toda esta mierda. Siguen pasando los años y no ha cambiado nada, en cambio cada día me siento más miserable.

Desde muy joven aprendí a mantener la cabeza baja ante las diversas situaciones, no es fácil cuando ves el sufrimiento de las personas que amas y más si la persona es quién te dio a luz, quién cuido de ti desde antes que llegarás a este mundo. Secar sus lágrimas y darle un motivo para vivir es lo primordial, y yo... Mejor me guardaré todo lo que siento. Nadie tiene la obligación de preocuparse por mí, suficiente con que cada persona luche con sus propios demonios.

Y así paso los días, sufriendo en mis adentros y aseverando de que estoy perfectamente, de que siempre que me veo triste es sólo "sueño".
Antes solía acomplejarme de mi físico pero con el paso de la adolescencia y mi desarrollo en su totalidad he empezado a tener un atractivo un poco peculiar. El problema para mí no es el físico, nunca lo ha sido porque siempre ha habido chicas que se enamoran de mí y no las culpo. Para mí, el problema es lo que tengo adentro. No mis órganos, pero sí mis secretos. Y a pesar de que he tenido tantas novias, jamás encontré a la indicada para darle mi total confianza.

Lentamente sigo avanzando en mi entropía.

Aleph.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora