La ciudad se despertaba lentamente, sus calles empedradas y edificios antiguos emergiendo de la niebla matutina como fantasmas. El sol se elevaba sobre los tejados, pintando el cielo de tonos pastel que se reflejaban en las ventanas de la plaza central. La arquitectura de la ciudad era una mezcla de estilos, desde el gótico hasta el art deco, como si cada época hubiera dejado su huella.
Pero detrás de la belleza, se escondían secretos y mentiras. La ciudad había visto mejores días, y ahora la decadencia se ocultaba detrás de fachadas restauradas y sonrisas forzadas. Los residentes de Willow Creek sabían que la ciudad tenía un pasado oscuro, pero pocos hablaban de ello.
En la calle principal, el reloj de la torre marcaba las 7:00 AM. La ciudad comenzaba a cobrar vida. Los cafés abrían sus puertas, y el aroma de café fresco se mezclaba con el olor a gasolina de los autobuses que recorrían las calles.
Salí de mi casa, ajustando mi mochila sobre el hombro. Papá me había preparado un desayuno rápido antes de irse a trabajar, pero no tenía hambre. Estaba nerviosa. Hoy era mi primer día en el colegio.
Me subí al autobús 37, el mismo que tomaría todos los días para ir al colegio. La puerta se cerró detrás de mí con un ruido metálico. Me senté en un asiento vacío cerca de la ventana y miré hacia afuera mientras el autobús se ponía en marcha.
La ciudad se desplegaba ante mí, con sus casas de dos pisos y jardines bien cuidados. Me sentía extraña, como si estuviera viendo todo por primera vez. Quizás era porque todo era nuevo para mí. Nuevo colegio, nuevos profesores, nuevos compañeros.
Llegamos al colegio y me bajé del autobús con otros estudiantes. El edificio era grande y feo, con ventanas cuadradas y un techo plano. Me sentí pequeña al lado de él.
Me dirigí a la oficina de orientación para recoger mi horario de clases. La secretaria me sonrió y me dio una carpeta con mi nombre.
"¡Bienvenida, Annika! Estamos encantados de tenerte aquí."
Me sentí sola. No conocía a nadie. Mi familia se había mudado a Willow Creek durante el verano y no había tenido tiempo de hacer amigos.
Me dirigí a mi primera clase, inglés. El salón estaba lleno de estudiantes que parecían conocerse entre sí. Me senté en un asiento vacío en la última fila y saqué mi libro de texto. La profesora, la señorita García, comenzó a hablar sobre el curso y sus expectativas. Yo la escuchaba, pero mi mente vagaba. ¿Cómo iba a sobrevivir en este lugar?
Nos pidió que nos presentáramos. Empecé a sudar. Odio hablar en público.—¿Alguien quiere empezar? —preguntó.
Nadie se movió. Me sentí obligada a hablar.
—Yo... me llamo Annika —dije con voz baja.
—¡Bienvenida, Annika! —dijo alegremente la señorita García—¿De dónde eres?
—De... uh... de otra ciudad —respondí, evitando mencionar que me había mudado recientemente.
Los estudiantes se rieron. Me sentí avergonzada.
—Bien. —sonrió— ¿Alguien más quiere presentarse?
Un chico alto y pelinegro se levantó.
—Me llamo Blazz. Soy del equipo de fútbol.
Toda la clase aplaudió y algún que otro halago escuché. Primer día y ya me humillé.
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Drama nostálgico
RandomRecuerdo aquel libro que descansaba en la estantería de mi abuela, su cubierta desgastada por el tiempo. Sus páginas amarillentas contaban la historia de la humanidad, no a través de grandes batallas o héroes legendarios, sino de los pequeños moment...