En un vasto océano de leyendas y secretos, donde los ecos de antiguas batallas aún resuenan entre las olas, se despliega un mundo de piratas y aventuras que desafían la imaginación. Un reino donde los dioses observan desde lo alto, susurrando destin...
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El submarino se hallaba sumido en un silencio sepulcral, un eco de la tensión palpable que rondaba a cada uno de sus ocupantes. En la sala de control, un caracol video-transmisor, robado por los piratas Heart de la Marina, proyectaba las imágenes de Marineford, un escenario de caos y traición.
Los corazones de los piratas latían al unísono mientras todos seguían con la mirada la angustiante transmisión. Fue entonces cuando la traición se hizo evidente: Squard, un aliado de Shirohige, asestó una puñalada en el pecho del legendario pirata. Las palabras de Squard resonaron como un trueno en la mente de Law, quien frunció el ceño, incapaz de procesar la gravedad de la situación.
—Shirohige ha negociado con la Marina —declaró Squard, su voz cargada de veneno—. Su objetivo es eliminar a los aliados piratas.
La incredulidad se apoderó de Law, quien observaba con furia contenida. No era el único; la atmósfera se tornó densa, casi irrespirable, mientras la imagen de la traición se expandía ante ellos. Todo se tornó más intenso cuando una figura conocida, una mujer de cabello oscuro y determinación ardiente, saltó al escenario. Rusu, la misma que había destrozado su submarino, apareció con una velocidad sobrehumana, propinando una patada a Squard que lo dejó derribado en el suelo.
—¡Rusu-chan! —gritaron al unísono sus nakamas.
Era evidente que su llegada no sólo era un salvavidas para Shirohige, sino también un símbolo de resistencia contra la traición. Mientras los piratas Heart se debatían entre la incredulidad y la acción, Law se sintió atrapado en un torbellino de emociones.
—Captain —dijo Bepo, con una mezcla de preocupación y admiración.
— Necesitamos un mecánico —La voz de Jean Bart se unió a la conversación, añadiendo una nota de urgencia. Law, aún absorto en la transmisión, se volvió hacia Shachi, quien luchaba por reparar la embarcación.
—¿Cómo vas con eso? —preguntó, la tensión en su voz inconfundible.
—Falta poco... creo —respondió Shachi, quien cómicamente mantenía su lengua afuera, intentando concentrarse.
La mirada de Law no se apartó de la pantalla, incluso cuando la transmisión se cortó de repente. La frustración se convirtió en ira.
—Tsk, ese payaso seguro se delató —murmuró.
—Ni que lo digas. Parece que sólo quería atención —afirmó Penguin, reflejando el sentimiento de la tripulación.
Law se levantó, su rostro cargado de desdén. La idea de que Shirohige, un símbolo de libertad y resistencia, hubiera traicionado a sus aliados era una noción absurda que lo enfurecía— ¿Shirohige vendió a sus aliados? No me hagan reír —el pelinegro se levantó y se dirigió a su camarote siendo seguido de su peludo amigo blanco —. Es lo más ridículo que he oído hoy. Bepo, ayuda a Shachi con la reparación. Mientras antes arreglemos esto, mejor