deidad

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— ¡Mis uvas! ¡Quiero mis uvas!

Todos suspiraban y renegaban en forma de murmullos ante la reiterada orden que provenía de una molesta voz, buscaban en los canastos de frutas, en el jardín, en las bodegas, las benditas uvas que siempre come en su hamaca, como si se tratase de algún Dios.

Y es así como se percibe él mismo, sabe perfectamente que podría ponerlos a rezar, a cada uno de ellos, así como los pone a seguir sus órdenes; alimentarlo, masajearlo, entretenerlo, limpiarlo, vestirlo, maquillarlo. Absolutamente todo caía a sus pies con un simple parpadeo, sin embargo, había algo que definitivamente no podía conseguir por más que lo intentara.
A pesar de que lo mimaran casi todo el día, no lograba sentir el placer que tanto anhelaba, se sentía vacío y hambriento, quería más de lo que pedía, nadie era capaz de dárselo.
Aquellos "seguidores" como suelen conocerse, duraban muy poco estando cerca de él, las inaguantables órdenes los ponían a todos con los pelos de punta, se irritaban y luego de un día lo abandonaban, muchos tenían la valentía de desobedecerlo, porque iban a verlo con el objetivo de domarlo, de pasar directamente a la acción, no obstante, nadie lo conseguía y se rendían fácilmente. Una pequeña parte soportaba los mandados hasta el final, se sabía que entre la gente, ir hasta él era más bien un reto, un juego en el que debías cumplir con cada nivel hasta obtener la única recompensa, aunque él no lo permitiera tan fácilmente.

 Una pequeña parte soportaba los mandados hasta el final, se sabía que entre la gente, ir hasta él era más bien un reto, un juego en el que debías cumplir con cada nivel hasta obtener la única recompensa, aunque él no lo permitiera tan fácilmente

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Abrió sus ojos apenas se dio cuenta que de nuevo estaba soñando con él, la persona que se encargó de adueñarse de su mente desde hace seis años, probablemente más, no estaba seguro. Solo sabe que realmente ansiaba dejar de ser un cobarde para poder intentar al menos hacerlo feliz, está muy dispuesto a darlo todo por él, dar su vida si era necesario.
Se levantó perezosamente de la comodidad de su piltra, parecida a una nube, tan suave y cálida, podría dormir toda su vida y no se daría cuenta. Miró su rostro al espejo durante un eterno minuto, quería que el tiempo pasara así de lento para evitar ir a ese lugar al que tanto quiso ir, a pesar de haber estado años rodeándolo y espiando a la persona que reina allí, tenía el temor de no ser fuerte y abandonar como todos suelen hacer, temía no soportar tantas órdenes o no conseguir respuesta de su confesión de amor.
Pero él es tan terco que finalmente se había decidido a ir y enfrentarlo, deseando que sus sentimientos fueran correspondidos por el mismísimo Lee Minho, la persona más complicada del paraíso, planeta y universo.

Lo ama desde el momento en el que escuchó aquellos rumores que dicen que esta persona, es tan deleitante para la vista humana, que todos caen rendidos, listos para cumplir cada uno de sus caprichos para que éste no moviera ni un solo músculo, aquel que ganara su corazón tenía la posibilidad de verlo cerca, tocarlo, sentirlo y hacerlo tuyo, es como un premio.
Pero Han Jisung no lo ve de esa forma.
Lo ve como una deidad, un ser magnífico e inigualable, alguien que se clavó en su corazón como si fuera la espina de una bella rosa, la cual no duele en lo absoluto.
Por supuesto que no lo conoce en persona, hoy era el gran día, día en el que se enfrentaría a las tediosas órdenes y deseos de él, sin importarle el tiempo que tome y lo difícil que sea.

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