Estruendosos sonidos en mi mente,
Vuelven a mí todo el tiempo, como un eco,
como una daga, como un pesar.
El dolor del pasado del cual no puedo escapar,
el lamento de haber pecado por ingenuo,
de confiar, de darle la pistola para que terminara conmigo
así de una forma tan cruel, de un disparo en la sien.
Si subo dos peldaños, caigo cuatro y en picada,
una copa de vino, dos más y culmina en cuatro también,
nadie sospecha, ni tan cerca, del opio, de la encrucijada.
No estaré tranquilo, las voces me persiguen, me atormentan,
las imágenes de la traición se multiplican en mi mente,
las risas de aquellos que en su pecado tomaron mi nombre,
con hipocresía, con desfachatez.
No le deseo el mal, pero tampoco el bien, y si he de recibir un castigo por ello
que así sea...
