Capítulo XIV

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– ¿Me explicas lo que me mandó Paula? –grito cuando mi hermano me atiende.

– ¿Eh? –me pregunta sin entender.

– Paula me escribió. La verdad es que no me gusta para nada lo que me dijo –digo un poco más calmada.

– No quería que te enterases así... –dice en un susurro. Sé que le duele la situación. Incluso más que a mí.

– ¿Por qué no me lo dijiste vos? –pregunto, esta vez más comprensiva con mi hermano.

– No quería que te enojases...

– Desde hace meses que te vengo diciendo que hagas lo que dicte tu corazón... –comento con irritación en mi voz. Más de una vez le dije que no importaba lo que dijesen nuestros padres mientras que él fuese feliz.

– ¿Qué te dijo Paula? –me pregunta mi hermano sin entender.

– Que te volvés a Atlanta a fin de año.

– ¿Solo eso?

– ¿Hay algo más que me tiene que decir?

– Eva, Paula y yo terminamos nuestra relación –dice repentinamente. Siento que mi mundo se cae a pedazos.

– ¿Por qué? Si ayer me dijeron que estaba todo bien...

– Nadie te dijo eso, Eva. No estaban las cosas bien.

– ¿Entonces?

– Porque me vuelvo. Me vuelvo y no quiero que nada me ate, no otra vez.

– ¿A qué te referís con ese "no otra vez"?

– Eva, ¿vos qué sabés? –escucho seriedad en su voz. Seguramente está frunciendo su seño.

– ¿De qué?

– De la relación que tengo con Paula.

– Lo que sé es lo que me contaron ustedes, que llevaban ocho meses juntos –digo con obviedad. Es mi mejor amiga. Es mi hermano. Jamás me ocultarían nada... ¿o sí?

– ¿Nada más?

– No, nada más –digo, pero me genera sospecha tantas preguntas que él hace–. ¿Hay algo más que deba saber?

– ¿Paula nunca te contó?

– ¿Te parece que me contó algo más de lo que te acabo de decir? –digo ya exasperada con la situación. Hay algo más que nunca nadie me dijo.

– Eva... Con Paula... Con... Paula... –dice, pero parece que no puede continuar. Respira profundo–. Paula y yo venimos saliendo desde hace unos años.

– ¿Eh? –pregunto sin entender.

– Sí... desde hace seis años, más o menos.

– Estaría necesitando que me expliques con dibujitos, hermano –digo con un dejo de ironía.

– Paula y yo empezamos a vernos en el 2018, cuando todavía jugaba en la Reserva. Después, llegué a Primera, pero cuando me quise dar cuenta, me vendieron a Estados Unidos.

– Sí, boludo. Ya sé tu carrera –le digo impaciente. ¿Cómo que venía saliendo con mi amiga?

– Bueno, estoy nervioso, Eva.

– Me doy cuenta, tarado.

– Eva...

– Pero... ¿cómo?

– ¿Cómo qué?

– ¿Cómo es que salieron y nunca me enteré?

– Le pedí que no te dijera nada el primer tiempo. Hacía poco que había terminado con Valeria y no quería levantar el avispero, no quería que pensase que la había dejado por Paula. Después, nos acostumbramos tanto a vernos cuando no estabas y a que nadie nos jodiese que ni se nos ocurrió decirles.

– Pero, ¿vos te das cuenta de lo que me estás diciendo? –pregunto ya indignada.

– Sí, Eva. Me doy cuenta. Soy tarado, pero no tanto –comenta seriamente, para volver a respirar profundamente–. Eso fue durante el 2019. En el 2020 fue fácil escondernos del mundo: la pandemia impidió que nos podamos ver en persona; solo nos vimos algunas veces una vez que empezaron a levantar el aislamiento obligatorio. Y en el 2021 me fui. No sabés lo que me dolió, Eva. Todos creían que era porque los dejaba acá, pero era porque me tenía que ir y ella se quedaba. Le pedí que me acompañase, que hacíamos pública la relación y se venía conmigo a Atlanta. Pero me dijo que no, que estaba a punto de recibirse, que no se podía hacer eso.

– ¿Por eso llorabas? –pregunto seria. Recuerdo que antes de irse, él se quedaba dormido llorando y al otro día, con el café con leche, se tomaba un ibuprofeno para sacarse el dolor de cabeza.

– Claro, Eva. No quería dejarla. Pero sabía que hacía esto por mi trabajo. Es mi trabajo... estuvimos todos estos años con una relación a distancia. Volvía a Argentina solo a verla. No visitaba ni a mamá y ni a papá, solo a ella. Quería pasar todo el tiempo posible con ella. Ella también iba a Atlanta y se quedaba todo el día en casa. Más de una vez le propuse ir a visitar la ciudad y ella me decía que no, que no quería que su familia se enterase así de nosotros –y es ahora que puedo empezar a atar cabos.

Era por eso que Pau nunca me había dicho con quién estaba. Era por eso que había semanas en las que no me escribía, porque estaba en Atlanta. Era por eso que, cuando le hablaba de Santi, ella siempre sabía en qué andaba mi hermano, más allá de las fotos en Instagram...

Era por eso que a Santi le brillaban los ojos cada vez que aparecía Pau en casa; que se moría por llevarme a nuestras salidas de amigas; que se iba cada vez que yo hablaba de ella, porque él también iba a hablar de ella, no iba a poder ocultar sus sentimientos para con mi amiga. Era por eso que él me cambiaba de tema cuando iba a contarle de alguna salida nuestra mientras él vivía en Atlanta. Es por eso que le dolió cuando me desquité y le dije que mi amiga salía con un idiota que no la valoraba lo suficiente como para que nos dijese a todos con quién salía; porque lo llamé a él "idiota" sin saberlo.

– Santi... –digo con un dejo de pena. Mientras yo estaba descubriendo el mundo, él estaba reparando su corazón, haciendo como que no le importaba no tener a la mujer más importante a su lado mientras él descubría el mundo.

– No me tengas pena. Ni te enojes con ella. Así es la vida. Esta es la manera de hacer las cosas bien. No quiero que ella tenga la obligación de hacer algo que no quiere hacer, de estar en una posición en la que no quiere estar. Y yo tampoco. La amo demasiado como para hacerle eso. Y aprendí demasiado como para no hacerme esto. Me vuelvo a Atlanta a seguir con mi vida.

– ¿Esto con Paula tiene que ver con tu decisión?, ¿o es al revés?

– Sí. La separación es lo que me motivó a irme.

– ¿Por qué se separan, entonces? Había entendido que se separaban porque vos te ibas...

– Me voy porque me separé, porque ella no quiere estar con un futbolista que puede ser vendido en cualquier momento, que puede ser dado a préstamo en cualquier momento. Porque quiere una carrera igual que yo. Quizás en otra vida esto sea posible; pero por ahora, no.

– Ay, hermano. Jamás pensé que te pasaban esas cosas.

– No te sientas egoísta. Soy yo el que no tuvo los huevos para decirte lo que me pasaba a pesar de la decisión de tu amiga –dice haciendo énfasis en el "tu amiga". La decisión le duele más de lo que quiere demostrar que le duela.

I can do it with a broken heart | Julián Álvarez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora