Mientras Aisuru preparaba su equipo, algo dentro de su cabeza revolvió como un mal sueño. Ahí estaba otra vez, la voz baja y burlona del Kyubi.
-¿Así que te vas sola? -se mofó el zorro, su voz retumbando como un tambor maldito-. Qué valiente de tu parte.
Aisuru cerró los ojos, intentando no hacerle caso, aunque sabía que ignorarlo era como pedirle al sol que no saliera. Resopló con impaciencia.
-No me distraigas, necesito estar concentrada -respondió, mientras ajustaba su bandana de Konoha.
-¿Concentrada? -se rió el Kyubi, su carcajada tan grave como una avalancha-. Ni siquiera puedes controlar tu propio corazón. ¿Qué te hace pensar que puedes manejar una misión en solitario?
Aisuru frunció el ceño, su humor cayendo en picada. El demonio tenía la pésima costumbre de meter el dedo en la llaga.
-Puedo controlarme mejor de lo que crees -respondió en voz baja, aunque su tono sonaba más desafiante que convincente-. Y no necesito que me estés recordando mis debilidades.
El Kyubi soltó una risa oscura que reverberó en su mente como si estuviera en un maldito teatro vacío.
-Veremos cuánto dura tu coraje cuando estés sola... De verdad sola. Y créeme, tu "querido" Uchiha no estará ahí para salvarte esta vez.
Ese comentario la atravesó como una flecha envenenada. "Querido Uchiha". Aisuru apretó los dientes, obligándose a no caer en su juego. No podía permitirse pensar en él ahora, no cuando estaba a punto de salir.
-No necesito que nadie me salve -escupió finalmente, con más coraje que seguridad.
El Kyubi se retiró a la sombra, pero Aisuru sentía su presencia como una presión constante. El zorro siempre estaba esperando el momento oportuno para tomar el control.
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El amanecer teñía el cielo con tonos rosados y anaranjados, una vista que en cualquier otro momento habría tranquilizado a Aisuru. Pero no hoy. Hoy, la calma del cielo no podía competir con el caos que sentía por dentro.
Llegó a la entrada de la aldea, donde los dos ninjas que la acompañarían ya la esperaban.
-Aisuru-sama, estamos listos para partir -dijo uno de ellos, un joven de ojos serios y cabello castaño, mientras el otro guardaba silencio, manteniendo una distancia respetuosa.
- ¿Sama? No hace falta tanta formalidad -Aisuru suspiró pero aún así, adoptando la compostura de líder que se esperaba de ella. No podía dejar que sus propios demonios -literalmente- se interpusieran en la misión.
-Bien. No perdamos tiempo. -Y con eso, comenzó a caminar, sus pasos firmes pero no del todo seguros.
Mientras avanzaban hacia los límites de Konoha, no podía evitar que su mente volviera una y otra vez a la noche anterior. Las palabras frías y cortantes de Madara aún pesaban en su pecho como una piedra. Sacudió la cabeza, como si el viento pudiera llevarse esos pensamientos. Tenía que concentrarse.
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El viento jugaba con las hojas de los árboles, creando una especie de sinfonía natural que, en cualquier otro momento, habría sido reconfortante. Pero hoy, cada pequeño susurro parecía una advertencia. Aisuru se mantenía alerta, los sentidos agudizados.
-Aisuru-sama, el punto de encuentro está cerca -murmuró el ninja de cabello castaño, señalando una colina que se levantaba ante ellos.
Aisuru asintió, pero una sensación incómoda en la base de su estómago le decía que algo no estaba bien. La tensión en el aire era palpable, y la quietud del bosque solo lo hacía más sospechoso.
Cuando alcanzaron la cima, la vista que se desplegó ante ellos los dejó helados. Abajo, una pequeña aldea yacía en ruinas, con el humo aún elevándose de los edificios, como si el ataque hubiese sido reciente.
-Esto no estaba en los informes -murmuró Aisuru, su ceño fruncido-. Algo no cuadra aquí.
Uno de los ninjas se inclinó, observando el escenario con cautela.
-Parece que la aldea fue atacada, pero... no hay signos de lucha. Es como si... simplemente hubieran desaparecido.
-No me gusta esto -murmuró Aisuru, sintiendo un escalofrío recorrer su columna-. Manténganse cerca. Esto grita trampa por todas partes.
Descendieron la colina con sigilo, cada uno de los miembros del equipo moviéndose como sombras entre las ruinas. Pero mientras más se acercaban, más pesada se volvía la atmósfera, como si el mismo aire estuviera impregnado de una maldad antigua y latente.
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Madara estaba en su habitual lugar junto al río, mirando el agua correr mientras su mente era un caos en silencio. El flujo del agua no podía arrastrar sus pensamientos lejos, y aunque no quería admitirlo, todo giraba alrededor de Aisuru.
Ni un solo día había pasado desde que se fue, y ya sentía una molestia insoportable. No era preocupación, se dijo. Sólo irritación por su necedad.
-Maldita sea -murmuró, pateando una piedra que cayó al agua con un chapoteo insignificante.
Justo en ese momento, Hashirama apareció, su presencia como un viento suave, siempre inoportuno.
-Madara -saludó con su sonrisa despreocupada.
Madara lo fulminó con la mirada, su humor tan oscuro como el agua del río.
-Estoy bien -respondió, aunque su tono decía lo contrario.
Hashirama lo observó, evaluándolo con esa mirada de quien sabe más de lo que debería.
-¿Seguro? Porque te ves... más huraño de lo normal.
-Hashirama -advirtió el Uchiha, su paciencia colgando de un hilo muy delgado.
El Hokage soltó un suspiro dramático, levantando las manos en señal de paz.
-Está bien, está bien. Solo quería decirte que Aisuru salió en una misión importante.
El azabache sintió una chispa en su interior, pero mantuvo su fachada estoica.
-¿Y qué con eso?
Hashirama sonrió de medio lado.
-Que aunque no lo quieras admitir, te importa.
Madara apretó los puños. Hashirama, como siempre, sabía exactamente cómo exasperarlo.
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El equipo se movía por las calles vacías, cada paso más inquietante que el anterior. Pero cuando llegaron al centro de la aldea, Aisuru sintió un escalofrío recorrerle la piel. Algo no estaba bien.
-Es una trampa -dijo de repente, con firmeza.
Antes de que los demás pudieran reaccionar, el suelo explotó bajo sus pies. Un hombre enmascarado emergió de las profundidades, envuelto en una nube de chakra oscuro.
-Bienvenida, pequeña jinchuriki -dijo con una sonrisa venenosa-. Estaba esperando por ti.
Aisuru apenas pudo desenvainar su kunai a tiempo para bloquear el primer golpe.
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𝗥𝗼𝗷𝗼 𝗘𝘀𝗰𝗮𝗿𝗹𝗮𝘁𝗮 〞 完了。 ( 𝙈𝙖𝙙𝙖𝙧𝙖 ; 𝙏𝙤𝙗𝙞𝙧𝙖𝙢𝙖. )
Fanfic❝ Aisuru ama a Madara, eso es innegable. Pero Tobirama despierta en ella sentimientos tan intensos que la hacen cuestionar todo. Madara es el fuego que la consume, mientras que Tobirama es la serenidad que le da paz. La batalla interna se intensif...