---El sonido de la lluvia golpeando el asfalto resonaba con fuerza mientras Sergio caminaba apresuradamente hacia su edificio de apartamentos. Las gotas caían con una intensidad inesperada para una tarde de primavera, empapando su chaqueta ligera y haciendo que su cabello se pegara a su frente. Aceleró el paso, deseando llegar pronto a la calidez de su hogar. Al doblar la esquina, divisó la entrada y apuró aún más.
Al abrir la puerta del edificio, el aroma a café recién hecho lo recibió desde la pequeña cafetería en la planta baja. Saludó con una sonrisa a la barista de siempre y subió por las escaleras, su mente ya pensando en el baño caliente que tomaría para quitarse el frío de encima.
Al llegar a su apartamento, sacó las llaves y abrió la puerta. El lugar estaba oscuro, iluminado solo por la tenue luz del exterior que se filtraba a través de las cortinas. Sergio dejó caer su mochila y se quitó la chaqueta empapada, suspirando al sentir el calor del hogar comenzar a envolverlo.
Fue entonces cuando notó un par de zapatos que no eran suyos junto a la puerta. Levantó la mirada y vio a Max, sentado en el sofá con un libro en la mano. Sergio sintió su corazón latir con fuerza, una mezcla de sorpresa y algo más difícil de definir. Max levantó la mirada y sonrió, una sonrisa cálida que iluminó su rostro.
"Te mojaste," observó Max, dejando el libro a un lado.
Sergio se rió suavemente, sacudiendo la cabeza. "Sí, la lluvia me atrapó por completo. ¿Cómo entraste?"
"Tu compañero de piso me dejó entrar antes de irse," explicó Max mientras se levantaba. "Dijo que no tardarías."
"Ah, ya veo," respondió Sergio, sintiendo un calor distinto al del apartamento inundar su pecho al ver cómo Max se acercaba.
Max era su amigo desde hacía años, pero últimamente, había habido algo diferente en sus interacciones. Había una cercanía, una familiaridad que se había vuelto más íntima. Las miradas sostenidas, los roces accidentales que parecían no ser tan accidentales. Sergio no podía negar que sentía algo por Max, algo que iba más allá de la amistad.
"Espero que no te importe que haya venido sin avisar," dijo Max, sus ojos azules brillando con un destello de timidez.
"Para nada, siempre eres bienvenido," respondió Sergio con una sonrisa sincera.
"Gracias," dijo Max, acercándose más. "He estado pensando en ti."
Las palabras colgaron en el aire entre ellos, cargadas de un significado que ambos entendían pero que ninguno había pronunciado antes. Sergio tragó saliva, su mente tratando de procesar lo que Max acababa de decir. Había estado pensando en él. ¿En qué sentido? ¿Como amigo o como algo más?
Sergio dio un paso hacia adelante, acercándose a Max hasta que sus cuerpos casi se tocaban. Podía sentir el calor del cuerpo de Max irradiando hacia él, y sus ojos se encontraron en una mirada que parecía penetrar más allá de la superficie.
"Max, yo..." comenzó Sergio, pero su voz se quebró.
Max levantó una mano y la colocó suavemente en la mejilla de Sergio. "Shhh, no digas nada," susurró. "Solo… escúchame."
Sergio asintió, sin saber qué esperar. Podía sentir su corazón latiendo con fuerza en su pecho, y su respiración se aceleró mientras miraba los labios de Max. Un deseo desconocido y urgente comenzó a crecer en su interior.
"Desde hace tiempo, he sentido que hay algo más entre nosotros," continuó Max, sus dedos acariciando la piel de Sergio suavemente. "No sé si es solo una ilusión mía, pero no puedo dejar de pensar en ti, Checo. En tus ojos, en tu sonrisa, en cómo me haces sentir cuando estoy cerca de ti."