Ojos Noche

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El tintineo de las campanas de viento que adornaban su balcón y el frío del viento helando la piel arrullaban a Akane, quien, recargada el marco de madera de la puerta, miraba hacía afuera. Las hojas de los árboles en el jardín parecían bailar con cada ráfaga de aire. La luna se alzaba sobre el cielo oscuro y su luz filtrándose por la ventana dibujaba sombras irregulares en el suelo.

La casa estaba silenciosa. Su padre y los Saotome se encontraban en el bar de un viejo amigo de la familia. Nabiki y Kasumi habían salido de compras y pasarían a ver una película. La cena ya estaba preparada y sobre la mesa, una cortesía de Kasumi, pero el apetito le había abandonado. Por lo general aprovecharía esas tardes de paz y silencio en casa para entrenar con su prometido. Había encontrado emocionante la sesión de besos después de cada entrenamiento. Pero, hoy ni siquiera eso la motivaba un poco. Ranma se encontraba en el piso de abajo, cenando y viendo televisión, Akane no pudo reunir las fuerzas para acompañarlo. En lugar de eso, se refugió en el balcón, buscando un espacio donde pudiera estar sola con sus pensamientos.

"¿Cómo ocurrió esto?" "¿Fue solo un capricho del momento?"

Akane aún sentía la calidez y confusión de aquel primer beso palpitando en su memoria. Todo comenzó en un día como cualquier otro, después de un entrenamiento especialmente agotador en el dojo. Ranma y ella estaban exhaustos, sus respiraciones pesadas llenaban el aire, y el sudor había empapado sus ropas. La tensión entre ellos era palpable, un reflejo de la energía acumulada durante el combate. Las palabras de reproche y enojo que normalmente se lanzaban en esos momentos de competencia se habían desvanecido, reemplazadas por una intensidad que parecía electrificar el ambiente. Electricidad que le recorría todo el cuerpo, dejándole una sensación de placer en el vientre; Akane amaba sentir ese cosquilleo.

Ranma la miraba con una expresión de desafío hacia ella, una chispa de emoción en sus ojos. Jamás había visto a su prometido así. Parecía como si sus pupilas se hubiesen dilatado. Una sonrisa victoriosa se asomó en la boca de Ranma. Estaba orgulloso de su entrenamiento, de Akane, de poder llamarla su prometida. Sin un aviso previo, Ranma se levantó para dirigirse a Akane con la familiaridad de siempre y como si de algo cotidiano se tratase, el muchacho le plantó un ligero beso en sus labios.

Al principio, el beso había sido apenas un roce, pero ese breve contacto estalló una revolución de emociones dentro de ella. Fue un momento completamente espontáneo, una conexión cruda, frenética, que ardía en la sangre. Un momento que desafió todas las expectativas y la lógica. Lo que siguió fue una serie de besos acalorados, cargados de una desesperación y un deseo que parecían tomar vida propia para poseer el cuerpo y mente de la peliazul. Sin darse cuenta, se volvió una adicción. Cada entrenamiento terminaba con ellos besándose, sus respiraciones entrelazadas y sus corazones acelerados. Se había convertido en un ritual, un secreto compartido que se repetía noche tras noche.

Cada vez que se encontraban para entrenar juntos, esos momentos se transformaban en una danza de caricias furtivas y besos robados. El dojo, que antes era un lugar de desafío y competencia, se había convertido en su santuario secreto, donde sus sentimientos ocultos salían a la superficie. Jamás se habían dicho con palabras lo que con sus caricias podían transmitir.

Hasta que los besos no fueron suficientes. Sus cuerpos pedían más que el sabor y calidez de los labios del otro. Pronto, sus sesiones de besos acalorados se transformaron en momentos de intimidad y excitación. Esa sensación de deseo que sólo calmaban cuando entregaban sus cuerpos al placer y disfrute del otro. Provocando que su conexión se enraizara aún más.

Sin embargo, para Akane la sensación de soledad la envolvía a pesar de la presencia cercana de Ranma en su vida. Había algo en la manera en que él la miraba, en cómo sus ojos se encontraban con los suyos en momentos robados, que la hacía sentir tanto un consuelo como una profunda tristeza.

Ranma

El nombre hacía eco en su mente, mezclándose con el del viento.

"¿Me quieres, Ranma?" se preguntaba a sí misma en voz baja, la pregunta flotando en el aire frío como un deseo desvanecido. Ella lo sabía. Sabía que él estaba atrapado con sus otras prometidas, que no aún no les ponía un límite, que no había tomado la decisión final de elegirla a ella por completo. La pasión que una vez les unió ahora se mezclaba con la incertidumbre de si Ranma alguna vez tomaría una decisión definitiva, una elección que transformara su relación en algo más que un secreto compartido.

Cada vez que la inundaba la incerteza de un futuro con su prometido, Ranma con una intensidad que casi la consumía, la abrazaba contra él, y entre susurros y promesas en la oscuridad, le prometía que pronto todo se arreglaría, que dejaría en claro frente a todos que la amaba. Y ella le creía, se entregaba completamente, a cada palabra, a cada toque. Cada sonrisa que él le ofrecía era un bálsamo efímero para su corazón, una promesa rota a punto de desmoronarse.

El fervor en su voz parecía sincero, y por un instante, el peso de la duda se desvanecía. Akane había querido creer en sus palabras, aferrándose a la promesa como un salvavidas en medio de una tormenta. Pero ese alivio era momentáneo, siempre se resquebrajaban sus promesas cuando alguna de sus prometidas iba a buscarlo, hechizarlo o perseguirlo y al ver a Ranma tan despreocupado sin marcar sus límites y sobre todo sin darle un lugar a ella. Sentía que Ranma estaba jugando con su corazón, que su amor por ella no era más que una ilusión construida sobre la arena inestable de sus promesas no cumplidas.

¿Es posible amar a alguien que no puede decidirse por ti?

A veces se perdía en los besos del chico y por un instante sentía que soñaba, que todas las dudas sólo eran parte de una fantasía onírica, de un juego de su mente, pero eran reales, tanto como su dolor. Las caricias y los besos, aunque apasionados, a veces parecían un escape para Ranma, una forma de calmar sus propias inseguridades. También ella sentía un alivio al estar con él, aunque después se sintiera una tonta, una simple y crédula mujer; se odiaba por caer en las palabras bonitas del chico. Odiaba la sensación de esperanza y desilusión que se quedaba en su piel como si fuera un bálsamo que, en lugar de sanar, sólo cubría una herida abierta.

Se apoyó contra el barandal, mirando hacia el jardín como si esperara que las respuestas surgieran del silencio de la noche. Se lamentó por haber correspondido ese primer beso, por haber hecho el amor con él, por decirle cómo se sentía, el pedirle que tomara una decisión. Se lamentó por aferrarse a una esperanza que se alimentaba a base de palabras y que se destruía con cada acción.

Y porque le creía. Le creía cuando la tomaba en sus brazos, cálidos y fuertes; moldeados por cada uno de los combates que el muchacho había enfrentado. Era un niñato indeciso, inmaduro, egoísta y demasiado egocéntrico para algún día admitir que amaba a su prometida. Y aún así, en lo profundo de su ser, Akane deseaba fervientemente a Ranma.

Akane permaneció allí un poco más antes de adentrarse a su habitación para mudar de ropa y bajar a cenar. Se preguntó si él realmente entendía el impacto de sus palabras, el peso de sus promesas no cumplidas. Salió de su habitación para encontrarse con Ranma.

Poco importaban las consecuencias; él la miraba con sus ojos noche y ella le creía todo lo que le decía.


NA: He vuelto después de mucho tiempo de ausencia escribiendo. Siempre amando a estos preciosos; años en este fandom que me ha brindado tantas alegrías. Escuché esta canción ayer y pues la inspiración llegó.

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⏰ Última actualización: Sep 03 ⏰

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