Me senté sola en mi bar de siempre, ese lugar donde me sentía segura, aguardando la llegada de mi amiga. Mientras el tiempo transcurría, me dejé llevar por mis pensamientos, desconectada del mundo a mi alrededor. No noté nada fuera de lo común hasta que Mery entró al local. Fue en ese instante cuando lo vi: Nate estaba allí, sentado al fondo. Lo primero que me llamó la atención fueron las mechas de su cabello, que destacaban bajo las luces suaves del bar. Fingí no haberlo notado, casi por instinto, mientras me concentraba en disimular. Mery, en su propio mundo, no pareció percatarse de nada.
Lo que me sorprendió fue ver a Nate levantarse y caminar hacia nosotras. Se detuvo junto a la mesa y saludó a Mery con dos besos, como si fuera lo más natural. En ese momento, me preparé mentalmente para lo que consideraba inevitable: que me ignorara por completo, como si no existiera. Evitó casi por completo el contacto visual conmigo, confirmando lo que pensaba que sucedería.
Pero cuando ya me había resignado a que me dejaría de lado, se giró hacia mí. Con una expresión neutral, se inclinó y me dio dos besos, de manera tan casual que me desconcertó por un instante. Sin decir nada más, volvió a su mesa, detrás de nosotras, dejándome en una extraña mezcla de sorpresa y alivio.
Poco después, rompió la pequeña barrera de formalidad con un comentario inesperado:
—Favole, ¿ese tatuaje es de Grefusa, verdad? —dijo, sonriendo con esa burla suave que siempre llevaba consigo, refiriéndose a la pequeña mariposa que tengo en el brazo.
No pude evitar reírme. Su broma me tomó por sorpresa, pero me gustó. Fue una de esas rarezas que logran sacarme una sonrisa auténtica, algo que no ocurría con frecuencia. A partir de ese momento, lo observé con más atención, siguiéndolo con la mirada hasta que finalmente se marchó.
Ichiraku llegó, pero parecía que no tenía intención de quedarse a tomar nada. Decidimos ir al coche, ya que habíamos planeado ir al pueblo de al lado, donde había más ambiente para salir de copas.
Al subirme al coche, mi mente comenzó a funcionar a toda velocidad. Como buena INTJ, empecé a trazar un plan. Le escribí rápidamente a mi primo, que iba con nosotros:
—¿Carmela? —le pregunté por mensaje.
—Maracas —me respondió al instante. —Vente esta noche y mañana también, que voy a celebrar mi cumple.
—¿Y si vamos al Maracas? —les propuse a mis amigas.
—Nate me ha dicho que están allí —dijo Mery.
—¡Justo estaba hablando con mi primo! —reí, divertida.
Todo salió según lo planeado.
No pude evitar pensar que Nate ya sabía que estaba hablando con mi primo, y probablemente por eso le había escrito a Mery. Después de todo, Nate no era mi amigo, sino el de ella.
Cuando llegamos al Maracas, intenté disimular mis pensamientos y, al principio, me limité a hablar con mi primo. No quería parecer demasiado interesada en lo que Nate hacía.
—Vente, que te invito a un chupito —me dijo mi primo. Fuimos juntos a la barra. Acabamos pidiendo lo que sería, según él, el chupito más caro de la historia.
—Vaya estafa —murmuró antes de irse indignado, dejando la barra atrás.
Mientras volvía a la mesa, noté que el asiento junto a Nate se había quedado libre. Era mi oportunidad. Me senté a su lado, intentando actuar con naturalidad. No recuerdo exactamente qué le dije para iniciar la conversación, pero fue el comienzo de la noche. A partir de ese momento, empezamos a lanzarnos comentarios, desafiándonos con pequeñas bromas, casi como un juego sutil de provocaciones mutuas.
ESTÁS LEYENDO
Blackout
Teen FictionBienvenidos a BLACKOUT, bienvenidos a la historia de Favole, tal vez no sea una historia dulce, aunque ella intenta serlo mientras busca el sentido de su existencia. Tal vez ni siquiera intenta ser dulce