Mi horrible dia.
De verdad que el día no podía acabar peor. Después de que me hubieran despedido, me desalojaron de mi mísero estudio, que mi pobre tesis fuera arrojada al río y que descubriera un maldito, completamente inoportuno hoyo en mi pantalón, simplemente tenía que decidir el destino que era un perfecto día para un diluvio como el que no se veía desde hacía más de dos décadas.
Ahora te preguntaras. ¿Y ahora qué? Pero que buena pregunta. Creeme que a mi también me encantaría saber. A las altas horas de la noche genuinamente lo único que quería era un humilde rinconcito para dormirme un ratito y fingir que nada había pasado.
Pero por supuesto que el universo tenía otros planes. Ya me ves, parado afuera de la taverna con el aspecto más deplorable que te puedas imaginar, todo sucio, y descuidado, enlodado por afuera, y probablemente polvoriento por dentro, más era mi única opción, dadas las actuales circunstancias económicas.
Y ahí voy yo, ingenuo, paso la puerta y le doy las buenas noches al cantinero, mientras la dama del mostrador me hacía una seña.
Se veía cansada, joven, pero desgastada, con un trapo asqueroso en una mano, y la otra en su espalda baja.
"¿si?" Dijo de mala gana.
"Ah, busco un espacio para dormir, ¿tendrá algo disponible?" Mi madre siempre me dijo que la amabilidad abre puertas.
Cada día le creo menos.
"Ay mire, no creo que quieras compartir habitación con el diablillo de arriba, no le tengo nada, así que váyase de una vez."
"Señora, deme la habitación. La verdad que no me importa, solo quiero un descanso."
Me volteo a ver de reojo y solo había disgusto en aquella mirada, pero yo ya no podía más. "¿Qué cuarto es?" Le dije sin mirar arriba, dejando lo mínimo necesario sobre el mostrador.
" Vaya. A ver cuanto dura. Habitación número trece. " Dijo, exhalando con tal fuerza que se me hacía que se desinfla.
Subí las escaleras, que con cada paso podía jurar que se caían, y cuando llegue a mi puerta...
Pues no sé, más que una puerta era media tabla de madera sobre dos clavos.
Logré pasar, y mientras me quitaba los zapatos me pareció escuchar un par de rechinidos curiosos. Malamente lo deje pasar. Seguro que solo era el mugroso y obviamente viejísimo 'hotel' si se le podía decir así.
Poco me esperaba que lo de diablillo fuera literal.
Veras. Me encontraba yo, admirando mi nuevo espacio por las próximas ocho horas aproximadamente, viendo como no podía ser más de 4 metros cuadrados, y debatiendo si debía exprimir mi ropa y arriesgarme a contraer algún tipo de infección de aquel colchón que parecía más una rata muerta enorme, o dormirme empapado y arriesgarme a morir de hipotermia.
Al final ya me daba lo mismo, así que solo me quité la chamarra, pero creí volver a oír aquel rechinido curioso, seguido de una risilla picaresca. ¿Sería que ya estaba alucinando?
Me intenté acomodar en aquel trozo de basura, imaginando que tal vez fuera la cama que solía tener en mi estudio. No llevaba ni dos minutos con los ojos cerrados cuando de la nada algo me pellizcó la oreja.
"Juan. ¡Viniste por mi!"
Juro que se me escapó el alma, y mi cuerpo reaccionó solo, aventando la cosa de mi oreja tan lejos como el diminuto cuarto lo permitió.
Pero frente a mí había, literalmente, un diablillo, rojillo y todo, no más grande que mi zapato.
Estaba tan desconcertado que me tomó un momento reaccionar.
"¡Tu no eres Juan!"
"Pues claro que no, imbécil-" Pero antes de que pudiera decir algo más, se me abalanzó, aquella horrible criatura. O bueno, se le avalanzó a mi rodilla, por que mucho mas no saltaba.
... En fin, lo pise y se murió.
Mi único alivio fue que logré dormir un poco.
Que dia de verdad.
A/n~ La verdad que este fue para la tarea de una amiga, pero igual ella dijo que quedo bien, quien soy yo para criticar.
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Antologia de moi
General FictionMini cuentos que queria guardar en algun lado. Aprovechando, capaz y a alguien le gustan :)