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El Encuentro

Era una noche lluviosa de otoño en la ciudad de París. Las luces de la Torre Eiffel brillaban suavemente en la distancia, mientras la lluvia caía sobre las calles empedradas del Barrio Latino. Los sonidos de la ciudad se mezclaban con el ritmo de la lluvia: los murmullos de los transeúntes, el chirrido de los neumáticos en el asfalto mojado, el tintineo de las tazas en las cafeterías. En una pequeña cafetería de la Rue de la Huchette, un joven llamado Bastien se sentaba solo en una mesa, sumido en sus pensamientos.

Bastien era un artista, un pintor que había venido a París en busca de inspiración. Había crecido en un pequeño pueblo del sur de Francia, rodeado de colinas verdes y ríos serpenteantes. Pero desde su llegada a la ciudad, solo había encontrado frustración y dudas sobre su talento. Se preguntaba si había tomado la decisión correcta al dejar su hogar, su familia y sus amigos.

Mientras miraba la lluvia caer, Bastien se sentía perdido y solo. Su mirada se desplazaba por la cafetería, observando a los demás clientes: una pareja de enamorados que se besaban en un rincón, un grupo de amigos que reían y charlaban, un hombre mayor que leía un libro solo en su mesa. Todos parecían tener un propósito, excepto él.

De repente, la puerta de la cafetería se abrió y una joven entró, sacudiendo el agua de su cabello castaño. Sus ojos verdes brillaron en la penumbra del local, y Bastien sintió un golpe en su pecho. La joven se acercó a la barra y pidió un café, mientras Bastien no podía dejar de mirarla.

Cuando la joven se dio cuenta de su mirada, sonrió ligeramente y se acercó a la mesa de Bastien. "¿Puedo sentarme aquí?", preguntó, señalando la silla vacía frente a él. Bastien asintió, aún sin poder hablar.

"Me llamo Leah", dijo la joven, extendiendo su mano. Bastien la tomó, sintiendo un calor que no podía explicar. "Yo soy Bastien", respondió finalmente, encontrando su voz.

Leah se sentó frente a Bastien, y él no pudo evitar notar la forma en que su cabello castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros. Sus ojos verdes brillaban con curiosidad mientras miraba a Bastien, y él se sintió como si estuviera bajo un microscopio.

"¿Qué te trae a París?", preguntó Leah, rompiendo el silencio.

Bastien se encogió de hombros. "Buscaba inspiración para mi arte. Quería dejar atrás lo familiar y encontrar algo nuevo".

Leah asintió. "Entiendo. Yo también vine a París en busca de algo nuevo. Me aburría de lo mismo de siempre".

Bastien sonrió. "Sí, conozco esa sensación. A veces siento que estoy atascado en un bucle sin fin".

Leah se rió. "Exactamente! Es como si estuviéramos caminando en círculos sin saber hacia dónde vamos".

La conversación fluyó fácilmente entre ellos, como si hubieran conocido durante años. Hablaron de arte, música, literatura y vida. Bastien se sintió cómodo con Leah de una manera que no había experimentado antes.

Mientras hablaban, la lluvia continuaba cayendo afuera, creando un ambiente acogedor y íntimo en la cafetería. Bastien se dio cuenta de que no quería que la noche terminara, no quería que Leah se fuera.

"¿Quieres otro café?", preguntó Bastien, señalando su taza vacía.

Leah asintió. "Sí, por favor".

Bastien se levantó para pedir otro café, y cuando regresó, Leah estaba mirando su libreta de dibujo. "¿Puedo?", preguntó, señalando los dibujos.

Bastien asintió, y Leah comenzó a hojear la libreta, maravillada por los dibujos y pinturas de Bastien. "Eres muy talentoso", dijo, mirándolo con admiración.

Bastien se sonrojó. "Gracias", murmuró.

Mientras Leah seguía admirando sus dibujos, Bastien se sentó a su lado, disfrutando de la proximidad y el calor de su cuerpo. La lluvia continuaba cayendo afuera, creando un ambiente cada vez más íntimo.

"Me encanta tu estilo", dijo Leah, deteniéndose en un dibujo de la Torre Eiffel. "Es como si hubieras capturado la esencia de la ciudad".

Bastien sonrió, sintiendo una conexión especial con Leah. "Gracias, me inspiré en la belleza de París".

Leah siguió hojear la libreta, y Bastien no podía evitar mirarla, admirando la forma en que su cabello caía sobre su rostro mientras se concentraba en los dibujos.

De repente, Leah se detuvo en una página en blanco y miró a Bastien con una sonrisa traviesa. "¿Puedo dibujar algo?", preguntó, tomando un lápiz de la mesa.

Bastien asintió, intrigado, y Leah comenzó a dibujar con movimientos rápidos y seguros. Bastien observó, fascinado, mientras Leah creaba una hermosa ilustración de los dos sentados en la cafetería, rodeados de la lluvia y la noche parisina.

Cuando terminó, Bastien se sintió conmovido por la belleza del dibujo y la conexión que sentía con Leah. "Es hermoso", dijo, tocando suavemente el papel.

Leah sonrió, y sus ojos verdes brillaron con alegría. "Me alegra que te guste", dijo, y Bastien supo que en ese momento, algo especial estaba naciendo entre ellos a pesar de no tener más de un día de conocerse.

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⏰ Última actualización: Sep 04 ⏰

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