08. Amigos simplemente

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El puño de Enzo dió dos golpes suaves en la puerta de madera blanca tan conocida para él. Soltó un suspiro y volvió la vista hacia su hijo cuando una de sus pequeñas manos tocó su rostro.

Miró los ojos oscuros brillantes de su bebé y al instante un poco de paz corrió por su ser. No sabía por qué tenía tanta ansiedad y nervios de ver a Julián. Sabía que no era por miedo a ver a su amigo, porque este le había asegurado que no sentía ningún tipo de incomodidad por verlo, ni rechazo, ni cualquier otra emoción negativa que Enzo pudiese llegar a maquinar en su cabeza.

No, no le preocupaba eso.

Lo que de verdad lo tenía al borde de los nervios era su temor por los pensamientos que pasaban por su cabeza ultimamente.

La profunda posesividad que sentía cuando sus amigos hacían comentarios elevados de tono sobre Julián, los celos malditos que lo habían atacado cuando supo que el omega estaba pasando su celo con otro alfa, la necesidad casi desgarradora que había sentido por volar a Manchester y marcar al cordobés con su aroma para que nadie más se le acercara. La excitación inmensa que lo había dominado la noche anterior cuando leyó aquella historia que el Dibu le había enviado.

Enzo tenía una idea sobre las ocurrencias de sus fans, muy vaga a decir verdad. Porque aquello con lo que se encontró conforme más iba vagando por aquella página, era algo completamente impresionante.

Ni siquiera sabía que él y Julián eran vistos como pareja, por empezar. Así que su sorpresa al comenzar con aquella lectura lo acompañó durante toda la historia. Más aún cuando al llegar al final de la misma encontró recomendaciones de otras obras que seguían la misma temática. 

Enzulian.

Incluso el nombre llegaba a parecerle tierno, y se reiría de aquello si no fuera porque su cabeza era un desastre con miles de pensamientos.

¿Julián sabía de esto? ¿Desde cuándo estaba pasando? ¿Era normal que escribieran aquellas cosas sobre ellos dos? ¿Cuántas personas leían? ¿Cuántas escribían? 

¿Qué pensaría su mejor amigo de la erección que se había formado en sus pantalones después de terminar de leer el inicio de aquel texto? ¿Qué opinaría el cordobés acerca del calor que lo invadió durante la mitad de su lectura?

Y lo peor.

¿A Julián le daría asco saber que Enzo tenía una mano dentro de sus pantalones cuando llegó al final de aquella historia?

Obvio que sí.

Por dios, Julián solía quejarse con él de los alfas pervertidos y acosadores que comentaban sus publicaciones de instagram haciendo todo tipo de observaciones y opiniones subidas de tono acerca de su cuerpo. Y Enzo no podía hacer más que negar con la cabeza y poner una expresión de asco antes de coincidir en que aquellos tipos era unos enfermos.

Enfermos.

Y él encabezaba la lista en ese instante. Su cabeza iba a explotar en cualquier momento, definitivamente.

El sonido de la cerradura lo bajó de su nube de tormenta, y ajustó su agarre sobre la mano de Olivia antes de que le puerta se abriera.

Era increíble como la sonrisa de Julián podía conseguir que al instante una igual se dibujara en su rostro. Y antes de poder siquiera dirigirle un saludo al castaño, ya fue completamente ignorado en función de sus hijos. Los ojos marrones del omega se conectaron con los suyos durante una milésima de segundo antes de bajar para contemplar a la pequeña Fernández.

ᴋᴀʟᴏᴘꜱɪᴀ / ᴀᴜ! ᴇɴᴢᴜʟɪᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora