El Misterioso Anillo

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El sol de la mañana bañaba la habitación de Marina en una luz suave, pero ella no sentía el calor. Su mirada estaba fija en el anillo sobre su escritorio, un objeto que no debía estar allí, un recordatorio tangible de la extraña y aterradora noche que acababa de vivir.

Marina se acercó al escritorio con cautela, como si el simple hecho de tocar el anillo pudiera desatar otra tormenta de sombras. Era un anillo antiguo, de plata desgastada, con un símbolo tallado en él que no reconocía. Lo levantó entre sus dedos, y notó que era sorprendentemente pesado para su tamaño.

Dándole vueltas en la mano, sus ojos se detuvieron en el interior del aro, donde una sola palabra estaba grabada: "Él". Marina sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No era una coincidencia, lo sabía. Todo lo que había ocurrido la noche anterior – las sombras, el chico misterioso, la sensación de peligro inminente – había sido real.

"¿Pero quién es él?", se preguntó en voz alta, esperando alguna respuesta de las sombras que solían acompañarla. Sin embargo, esta vez las sombras permanecieron en silencio, inusualmente quietas. Era como si algo las hubiera asustado tanto que ahora evitaban cualquier contacto.

Marina dejó escapar un suspiro, sintiéndose repentinamente sola. Tenía muchas preguntas, pero ninguna respuesta. El chico, Leo, había dicho que no era seguro. ¿Seguro para quién? ¿Para ella? ¿Para él? ¿Para ambos?

Decidida a obtener respuestas, Marina se preparó rápidamente para la escuela. Guardó el anillo en su bolsillo, con la esperanza de encontrar algún indicio en su entorno que explicara la conexión entre Leo y el objeto misterioso. Quizás, pensó, podría encontrar a Leo y confrontarlo sobre lo que había sucedido.

El camino hacia la escuela se sintió más largo de lo habitual, y cada sombra que se cruzaba en su camino la ponía en alerta. Era como si todo el mundo estuviera teñido de un tono más oscuro, como si algo estuviera fuera de lugar y solo ella pudiera notarlo.

Cuando llegó al campus, Marina buscó a Leo entre la multitud de estudiantes. No recordaba haberlo visto antes de la noche anterior, pero algo en su rostro le parecía familiar, como si hubiera estado observándola desde las sombras durante mucho tiempo.

Finalmente, lo vio. Leo estaba al otro lado del patio, apoyado contra un árbol con las manos en los bolsillos, su mirada perdida en la distancia. Marina se abrió paso entre los estudiantes, su corazón latiendo con fuerza mientras se acercaba a él. No sabía qué esperaba encontrar, pero sabía que no podía ignorar lo que había pasado.

"Leo", dijo cuando llegó a su lado.

Él levantó la cabeza, sorprendido de que ella supiera su nombre. Sus ojos oscuros se encontraron con los de Marina, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. Leo se quedó en silencio, como si estuviera decidiendo si debía hablar o huir.

"Necesito respuestas", continuó Marina, sin darle tiempo a reaccionar. Sacó el anillo de su bolsillo y se lo mostró. "¿Qué es esto? ¿Por qué lo encontré en mi habitación esta mañana? ¿Qué pasó anoche?"

Leo miró el anillo con una mezcla de asombro y preocupación. "No debería estar en tus manos", dijo en voz baja, extendiendo la mano para tomarlo. Pero Marina lo apartó, manteniéndolo fuera de su alcance.

"¿Qué significa todo esto, Leo?" insistió ella, acercándose un paso más. "Dijiste que no era seguro, que ahora están aquí. ¿De qué estás hablando?"

Leo cerró los ojos por un momento, como si estuviera luchando con una decisión interna. Cuando los abrió de nuevo, había una determinación en su mirada que Marina no había visto antes.

"Está bien", dijo finalmente. "Tienes derecho a saberlo, pero no aquí. No es seguro hablar de esto en medio de tanta gente."

Marina lo miró, intentando medir si podía confiar en él. Había algo en Leo que la hacía querer creerle, a pesar de lo extraño y peligroso que todo esto parecía.

"Entonces, ¿dónde?" preguntó ella, sintiendo que estaba a punto de cruzar una línea de la que no habría retorno.

"Hay un lugar", respondió Leo, echando un vistazo rápido a su alrededor antes de devolverle la mirada. "Un lugar donde podemos hablar sin que nos escuchen. Ven conmigo después de clases. Te lo explicaré todo."

Marina asintió lentamente, aunque una parte de ella aún dudaba. Pero sabía que no tenía otra opción. Si quería respuestas, tendría que seguir a Leo y enfrentarse a lo que fuera que la noche anterior había despertado.

Con un último vistazo al anillo, Marina lo guardó de nuevo en su bolsillo, prometiéndose a sí misma que descubriría la verdad, sin importar lo que costara. Algo le decía que este era solo el comienzo de un camino peligroso, pero no podía dar marcha atrás ahora.

Después de clases, Marina y Leo se encontraron cerca del límite del campus, donde los edificios se desvanecían en un pequeño bosque que los estudiantes solían evitar. Sin decir una palabra, Leo la condujo por un sendero que serpenteaba entre los árboles, hasta llegar a un claro oculto por la vegetación.

Era un lugar tranquilo, aislado del resto del mundo, donde las sombras parecían moverse de manera más lenta, casi reverente.

"Este es el único lugar donde estamos a salvo", dijo Leo, deteniéndose en el centro del claro. "Las sombras aquí son diferentes, más antiguas. Ellas... nos protegen de las otras."

Marina frunció el ceño, sin comprender completamente. "¿De qué sombras hablas? ¿Y por qué necesitan protegernos?"

Leo tomó una profunda respiración y miró a Marina con seriedad. "Porque las sombras que viste anoche no son las únicas que existen. Hay sombras buenas, como las que te han protegido toda tu vida. Pero también hay sombras malas, entidades que buscan destruir todo lo que tocan. Y por alguna razón, están interesadas en ti... y en mí."

Marina sintió que el frío se apoderaba de su cuerpo mientras escuchaba las palabras de Leo. Las sombras, esos seres que siempre habían sido susurrantes compañeras, ahora se convertían en algo más siniestro y aterrador.

"¿Por qué yo?" preguntó, tratando de mantener la calma. "¿Qué quieren de nosotros?"

Leo apartó la mirada, como si la respuesta fuera demasiado dolorosa de admitir. "No lo sé exactamente, pero creo que tiene que ver con esto", dijo, señalando el anillo que aún estaba en el bolsillo de Marina. "Ese anillo... pertenece a alguien que controlaba las sombras, alguien muy poderoso. Y ahora que lo tienes, ellas creen que tú eres la siguiente en la línea."

Marina sintió que su mundo se tambaleaba. "¿Qué se supone que debo hacer? ¿Cómo puedo detenerlas?"

Leo la miró, con una mezcla de compasión y temor. "No estoy seguro. Pero lo que sí sé es que necesitamos encontrar respuestas, y rápido. Antes de que sea demasiado tarde."

El viento sopló suavemente a través del claro, haciendo que las sombras se arremolinaran a su alrededor como si estuvieran escuchando cada palabra. Marina se dio cuenta de que la batalla que se avecinaba no solo sería contra las sombras, sino también contra el miedo que comenzaba a crecer dentro de ella.

"Entonces, busquemos esas respuestas", dijo con determinación, mirando a Leo a los ojos. "Juntos."

Leo asintió, y por primera vez, una pequeña sonrisa asomó en sus labios. "Juntos", repitió.

Mientras abandonaban el claro, Marina no podía evitar sentir que acababa de dar un paso crucial hacia un destino que nunca había imaginado. Y aunque no sabía qué les esperaba, una cosa era segura: el anillo, las sombras, y Leo estaban ligados a un misterio mucho más grande de lo que ella podía comprender. Pero estaba dispuesta a enfrentarlo, sin importar lo que viniera.

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Entre Sombras y LuzWhere stories live. Discover now