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El Entrenamiento y el Narcótico Efecto

Meses antes de que Marcia fuera encarcelada y algunos meses despues de ser secuestrado...

Rowen;

Habían pasado varios meses desde que llegué a la mansión, y si bien al principio no estaba seguro de por qué me había quedado, cada día parecía justificarlo más. Socks y yo habíamos desarrollado una relación sólida. Su entrenamiento era brutal, pero lo respetaba por su experiencia y su enfoque sin piedad. En esos meses, aprendí a usar toda clase de armas, técnicas de defensa y habilidades que nunca pensé que dominaría.

Hoy, como de costumbre, estábamos entrenando en el sótano de la mansión. El lugar era amplio y un poco oscuro, con una atmósfera fría y paredes de ladrillo expuesto que le daban un aire más siniestro. Las luces colgaban del techo, proyectando sombras largas sobre el equipo de entrenamiento. Pesas, sacos de boxeo y una zona despejada para peleas cuerpo a cuerpo ocupaban el espacio.

Socks, con su piel casi albina, su cabello negro lacio y sus ojos oscuros como la noche, vestía su usual camiseta gris ajustada y pantalones deportivos negros. No era exageradamente musculoso, pero su físico esbelto y definido mostraba claramente que había pasado años entrenando, convirtiéndose en una verdadera máquina de combate. Yo, en cambio, vestía una camiseta blanca empapada en sudor y pantalones cortos, y apenas lograba mantenerme en pie después de su sesión de "entrenamiento ligero". Mi cabello castaño estaba completamente desordenado, y mis ojos azules reflejaban lo agotado que estaba, con cada músculo en mi cuerpo clamando por un respiro.

-Vamos, chico, muévete más rápido -me gritó Socks, lanzándome un golpe al estómago que apenas esquivé.

Jadeé, tratando de mantener la compostura, pero fue inútil. Un segundo después, me conectó un puñetazo en las costillas que me dejó sin aire. Me tambaleé hacia atrás, sintiendo la bilis subir de golpe. Me doblé por la cintura, intentando evitar lo inevitable, pero finalmente me giré y... bueno, el sótano no iba a oler muy bien por un tiempo.

Socks se acercó con una sonrisa burlona. Se cruzó de brazos, sacudiendo la cabeza.

-¿Fui demasiado duro con la nenita? -se burló, hasta que notó el color verde en mi rostro-. Espera... ¿no me digas que comiste...?

-La comida de Val-dije entre risas y arcadas-. Sabía horrible, pero le dije que estaba deliciosa para no hacerla sentir mal.

Su expresión cambió de preocupación a incredulidad.

-Hijo, lo que acabas de hacer es más valiente que cualquier misión que te pueda asignar.

Socks estalló en carcajadas mientras me ayudaba a subir las escaleras. Cada peldaño del sótano era un recordatorio de lo que acababa de salir de mi estómago. Cuando finalmente llegamos a la sala de la mansión, me desplomé en el sofá de cuero negro, agradeciendo el suave acolchado y el respiro del entrenamiento. La sala era elegante pero acogedora, con una alfombra gruesa bajo los pies y una chimenea apagada en un rincón. Las grandes ventanas dejaban entrar la luz cálida del atardecer, que bañaba el espacio en tonos dorados.

Socks me miró por un segundo antes de sacudir la cabeza.

-Quédate aquí. Iré a buscar a Val para que te consiga algo que no te mate -dijo con una sonrisa torcida.

Mientras se alejaba en busca de su hija, yo intentaba calmar mi estómago y respirar hondo. Apenas estaba recuperando el control cuando la puerta se abrió y entró Marcia. No solía hablar con ella; su presencia siempre me incomodaba. Marcia tenía el cabello pelirrojo, largo y perfectamente liso, y su piel era pálida. Llevaba un vestido ceñido color verde oscuro que resaltaba su figura esbelta. Sus ojos castaños me escrutaban con una mezcla de desdén y celos.

Sombras de  VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora