CAPÍTULO ÚNICO

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La batalla había terminado, pero el eco de los gritos seguía retumbando en la mente de Atsushi. El suelo a su alrededor estaba teñido de la derrota. Kunikida estaba muerto, Kenji en pedazos, Tanizaki... todos yacían inconscientes, vencidos por el poder implacable de Fyodor. El aire estaba cargado de polvo y desesperanza, mientras Atsushi, con las piernas temblorosas, trataba de mantenerse de pie.

El cansancio lo arrastraba al suelo, su pecho se agitaba pesadamente, intentando asimilar lo que acababa de ocurrir. Sus ojos, vidriosos, vagaban por el caos a su alrededor, pero no podían encontrar consuelo. Solo veía ruinas, su equipo destrozado, su fuerza menguante. Y entonces, en medio de su desesperación, escuchó esa voz.

—¿Te encuentras bien? —la voz suave, casi amable, se deslizó por sus oídos como un veneno. Atsushi alzó la vista, encontrándose con Fyodor. El hombre que había desatado todo este infierno estaba allí, sonriéndole con una gentileza perturbadora.

Atsushi tragó saliva, su corazón tamborileando en su pecho. ¿Cómo era posible que aquel hombre, el que le había arrebatado todo, pudiera pararse allí y ofrecerle ayuda?

Atsushi intentaba recuperar el control de su respiración, su cuerpo temblando ante la proximidad de Fyodor. La desesperación crecía en su pecho, pero al mismo tiempo, había algo en la mirada del hombre que lo desarmaba. Quería gritar, pelear, pero su cuerpo se negaba a reaccionar como debía.

—¿Salvarme? —repitió Atsushi, su voz apenas un susurro lleno de incredulidad—. ¿Cómo puedes hablar de salvarme después de lo que hiciste? ¡Los mataste! ¡Mataste a mis amigos! —Su voz se elevó, rompiendo el silencio, una mezcla de dolor y furia—. ¿Por qué?

Fyodor soltó una pequeña risa, baja, casi musical, como si disfrutara cada palabra que salía de los labios de Atsushi. Dando un paso hacia adelante, Fyodor inclinó su cabeza, sus ojos penetrantes fijos en el chico tigre.

—¿Por qué preguntas algo tan obvio? —murmuró Fyodor, su tono suave pero cargado de burla—. Ellos no eran más que obstáculos. ¿De verdad pensabas que les dejaría seguir interfiriendo? No lo entiendes, ¿verdad, Atsushi? Lo hice por ti.

Atsushi retrocedió, una mezcla de horror y confusión dibujada en su rostro. Sus manos se cerraron en puños, su cuerpo temblaba, no solo por el miedo, sino por la ira que comenzaba a brotar en él.

—¿Por mí...? ¡Tú... estás loco! —gritó Atsushi, sus ojos ardiendo de furia—. No necesito que me "salves". Lo único que haces es destruir. ¡No te importa nadie más que tú mismo!

Fyodor no perdió la calma, su sonrisa permaneció en su rostro mientras sus dedos jugueteaban con un mechón de su propio cabello. Su mirada permanecía fría, pero había un brillo divertido en sus ojos.

—Oh, Atsushi, tan inocente como siempre —Fyodor se inclinó ligeramente hacia él, haciendo que la distancia entre ambos se acortara aún más—. Tú todavía no entiendes cómo funciona el mundo, ¿verdad? Todo lo que he hecho, todo lo que he destruido... ha sido para que te des cuenta de algo muy importante.

Atsushi lo miró, aturdido por la frialdad de las palabras de Fyodor, incapaz de procesar lo que estaba escuchando.

—¿Darme cuenta de qué...? —murmuró, su voz apenas un eco.

Fyodor se inclinó aún más, sus labios rozando la oreja de Atsushi cuando habló con una voz baja, casi un susurro:

—De que me perteneces.

El albino sintió un escalofrío recorrerle la columna. Sus piernas amenazaron con ceder, pero luchó por mantenerse de pie. Sacudió la cabeza, dando un paso atrás para alejarse de Fyodor, pero el suelo parecía moverse bajo sus pies. La confusión nublaba su mente, y cada palabra de Fyodor solo empeoraba las cosas.

MINE [FYOATSU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora