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El silencio que se encontraba en aquella pequeña casa donde cubría cada uno de los espacios, en la esquina de la cama se estaba sentada una chica de una larga cabellera castaña, teniendo facciones fuertes y con los ojos completamente abiertos, estaba esperando impacientemente el sonido del despertador, era la tercera madrugada consecutiva en la que no podía dormir, solía tener episodios de insomnio de vez en cuando pero últimamente se habían convertido en un hábito. Por la pequeña ranura que había entre el techo y la pared, en el dormitorio estaba entrando algo de luz que ayudaba a tener una mejor visión en sus hermana, sobrina y madre, quienes se encontraban durmiendo tranquilamente.

Por instinto, logró escuchar el primer sonido que emitió el viejo despertador rojo que tenían en el buró, suavemente lo apagó y siguió observando a su familia. Le sorprendió ver las nuevas arrugas en la cara de su madre, tenía una expresión de cansancio que le dolía en el alma y no era necesario tomarse el tiempo de hablar para darse cuenta de eso, junto a ella, se encontraba su pequeña sobrina, que estaba muy concentrada en abrazar a un oso de peluche todo desgastado y por último, Krista, su hermana mayor, quien dormía muy pegada a la pared. Para su fortuna, tenían una cama tan grande que podían dormir perfectamente las cuatro, así ahorraban espacio y dinero en más camas. Se quedó observando durante unos segundos más para tomar la suficiente fuerza para empezar su día. Tratando de hacer el menor ruido posible, tomó sus botas negras y un suéter gris.

Al salir de casa, se dio cuenta que el techo tenía un hueco cerca de los baños, otro gasto extra para finales de mes. Todo a su alrededor estaba en malas condiciones, las casas sucias, viejas y unas cuantas a punto de caerse, nada en el distrito 5 era bueno, los habitantes se dedicaban a trabajar de sol a sombra sin poder disfrutar de una vida digna, pensar en algún futuro cercano se sentía tan eterno y vacilante.

Sumergida en sus pensamientos, el camino al bosque se sintió muy corto, debía admitir que el único lugar seguro que tenía era un sitio lleno de árboles viejos y animales corriendo libremente. Procurando que no hubiera nadie a su alrededor, se acercó a un encino que estaba rodeado de magnolias blancas, se agachó y empezó a escarbar en busca de uno de sus tesoros más preciados: arco y flechas.

Tras una larga persecución de venados y conejos, logró darles con las flechas en cuestión de segundos, odiaba tener que matarlos pero no había otra opción, su familia se dedicaba a la venta de carnes y cuando tenían mucha suerte, vendían carne de búfalo. Al agacharse para retirar las flechas de los cuerpos de esos pobres animales, logró escuchar un ruido que provenía cerca de las ramas, alguien se estaba acercando. Sin dudarlo, sacó una navaja de su mochila, dispuesta a defenderse pero para su sorpresa solo se encontró a un chico de cabello negro con toques ligeros de tinte rubio que la miraba con sorpresa.

—Dime que eso no es para mí, hoy no quiero morir Gala —se acercó a ella y le dio un abrazo—. ¿Qué no es mejor decir "Buenos días Agus, ¿cómo va tu mañana?"
—Imbécil —golpeó sutilmente el hombro de aquel chico—, realmente me asustaste.

El camino de regreso a casa fue muy pesado aún cuando Agustín cargaba la mayoría del peso de las carnes, habían logrado capturar diferentes especies de animales y sabían perfectamente que la venta sería un éxito. El rubio teñido no paraba de hablar sobre la gran venta que tendrían durante el día y el cómo compraría una nueva cama para su padre. Gala sabía muy bien que ese chico era entregado con su familia, él era aquel tipo de persona que preferiría privarse de comer solo para compartirlo con quien más lo necesitara, siempre estaba dispuesto ayudar, no importaba si era un familiar o aquel anciano que recién conoció apenas cinco minutos, él siempre estaba. Ambas familias querían que tanto Agustín como Gala, unieran sus vidas y así hacer uno solo el negocio de carnes en el mercado. Todos ganaban. Excepto una persona, Gala Montes.

Con la muerte de su padre, el control que ejercía el Sindicato en casi todo el mundo y atender todo lo relacionado con su familia, nunca se detuvo a pensar sobre qué quería o mejor dicho, a quién quería, en la escuela solo se dedicaba a estudiar y huir de las competencias, evitaba tener más amistades que no fueran aquel chico y su mejor amiga, Briggitte.

Al llegar a casa, su sonrisa se iluminó cuando encontró a su mamá en la entrada, sostenía un par de billetes en su mano izquierda, ya sabía lo que significaba, por fin había vendido sus remedios hechos de plantas medicinales.

—Me gusta cuando obtenemos dinero extra —se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla, ahora ambas sonreían—. No es por ambición, es el hecho de que podemos tener unos días de tranquilidad.
—Lo sé amor, esto nos viene muy bien y me alegra ver que vienen con mucha mercancía, gracias por tu ayuda Agus—la mujer de cabello cubierto de canas y piel medianamente blanca tomó entre sus manos una bolsa llena de carne que había sido apartada previamente para su familia.
—Crista, usted sabe que siempre las ayudaré —el chico alto le dedicó una sonrisa a la madre de Gala—, aunque la mitad de ganancias son para mi familia, siempre estaré a su disposición —Ahora su mirada estaba centrada en la chica más joven y lentamente sostuvo su mano—. El próximo mes haremos una sencilla cena y anunciaremos nuestro compromiso, ¿verdad Gal?
—Ajá —la castaña respondió secamente mientras soltaba la mano de Agustín, en un intento de cambiar la conversación, intencionalmente dejó caer unas vísceras de los animales—. Mierda, perdón, perdón, debe ser a que no he comido nada, ¿mamá todavía quedan manzanas? ¿Agus quieres una? —sin esperar una respuesta, se dirigió a la cocina.
—No me quiere ¿cierto? —El rostro del chico reflejaba tristeza cuando miró a Crista, él quería tanto a la chica que cada acción cortante le dolía—. Sé que en estos tiempos es muy difícil tener una buena vida y que el Sindicato nos impide ser felices pero señora, soy la mejor opción para ella, la puedo proteger y amar.
—Lo sé hijo, sé que eres un buen hombre y que la amas pero ella ha dedicado gran parte de su vida en nosotros, después de la muerte de mi esposo, ella se hizo cargo de todas, me ayudó tanto que se negó a tener una vida personal, ella te quiere, a su manera pero lo hace. Son jóvenes y tienen toda una vida para enamorarse.
—¿Y si realmente.... —la pregunta quedó en sin terminar por los gritos que empezaron a sonar en las calles, sin cuestionarse el por qué de ellos, Agustín y Crista se apresuraron en recoger la carne y llevarla al almacén de reserva, Crista estaba a punto de gritarle a su hija cuando recibió una pronta respuesta "Ya lo hice, Beba ya escondió a Bama, están a salvo"

Los gritos de las personas y los insultos tan repentinos le causaban ganas de vomitar a Gala pero no podía permitirse hacer esa acción, si los militares del Sindicato veían tal acto, podría generar grandes consecuencias. Cada vez se acercaban más los hombres vestidos de uniforme azul y botas negras, sus caras eran tan sombrías como si fueran parte de un mal cuento pero la realidad es que quizás, Gala si estaba dentro de un cuento de mal gusto. Agustín decidió ponerse delante de las mujeres, todos en el distrito sabían que aquellos militares que los tenían dominados eran muy crueles con todo aquel que desafiara sus órdenes y más si eran mujeres. Uno de ellos se detuvo enfrente de la casa, era el Coronel Petrov, un hombre canoso y con una marca cerca del ojo derecho, tomándose el atrevimiento de entrar al patio y sin saludar, dejó caer un sobre blanco.

—El sábado será la ceremonia del distrito.
Y sin más que decir, se marchó, nadie de los tres logró comprender para quién estaban dirigidas esas palabras pero lo único que sí sabían era que el evento que más le temía la familia Montes se estaba haciendo presente.

La curiosidad invadió a Gala y por fin recogió aquel sobre que había sido arrojado. Era una carta, una carta que firmaba la sentencia de muerte para su madre.

Los juegos del Sindicato habían comenzado.

Última flechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora