Revelaciones y consecuencias
Lunaria se encontraba acostada en su cama, mirando fijamente al techo. Sus pensamientos eran un torbellino de emociones encontradas. Por un lado, se sentía profundamente atraída por Alastar, su presencia cautivadora y misterioso encanto la habían atrapado por completo. Pero por otro lado, las recientes revelaciones sobre su implicación en actividades ilegales la habían llenado de duda y preocupación.
Recordó la conversación que habían tenido la noche anterior, cuando Alastar finalmente se había abierto y le había confesado algunos detalles de su turbulento pasado. La forma en que sus ojos se habían nublado de dolor y culpa al relatar aquellas historias le había roto el corazón a Lunaria.
—Sé que mi pasado es oscuro y complicado —le había dicho Alastar con voz grave—. He cometido errores, acciones de las que me arrepiento profundamente. Pero eso es lo que soy, Lunaria. No puedo cambiar lo que hice, pero puedo tratar de redimirme.
Lunaria había escuchado con el corazón acelerado, sintiendo cómo se debatía entre su creciente amor por Alastar y su firme sentido de la justicia. ¿Cómo podía amar a alguien que había estado involucrado en actividades ilegales? ¿Acaso no estaría traicionando sus propios principios al aceptarlo?
La imagen del arma que había encontrado en el apartamento de Alastar la asaltó de nuevo. ¿Qué otras cosas oscuras se esconderían en su pasado? ¿Estaría ella poniendo en peligro su propia seguridad al permanecer a su lado?
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido del timbre. Extrañada, se levantó y se acercó a la puerta. Al abrirla, se encontró con tres hombres de aspecto intimidante, que la miraron con ojos fríos.
—Señorita Lunaria, tenemos algunas preguntas que hacerle sobre Alastar —dijo uno de ellos con voz grave.
Lunaria sintió que el corazón se le desbocaba. ¿Acaso estos hombres estaban relacionados con el pasado de Alastar? Un escalofrío le recorrió la espalda al imaginar las posibles consecuencias de su conexión con él.
—¿Qu-qué quieren? —logró preguntar, esforzándose por mantener la calma.
—Dónde está Alastar. Necesitamos hablar con él —respondió otro de los hombres, avanzando un paso hacia ella.
Lunaria tragó saliva, sintiendo que el miedo le atenazaba la garganta. No podía revelar nada sobre Alastar, pero tampoco podía mentir descaradamente a esos hombres intimidantes. Debía pensar rápido.
—Lo siento, pero no sé dónde está Alastar. No hemos hablado en días —dijo, tratando de sonar convincente.
Los hombres la miraron con desconfianza, escudriñando su expresión. Lunaria contuvo la respiración, rezando en silencio para que la creyeran.
Finalmente, uno de ellos asintió con la cabeza.
—Muy bien. Si llega a verlo, dígale que lo estamos buscando —advirtió antes de darse la vuelta y alejarse con sus compañeros.
Lunaria cerró la puerta rápidamente, sintiendo que las piernas le temblaban. ¿Qué estaba pasando? ¿Quiénes eran esos hombres y por qué buscaban a Alastar? El miedo y la preocupación la invadieron.
Sin perder más tiempo, tomó su teléfono y marcó el número de Alastar. Tras unos angustiosos segundos, él respondió.
—Lunaria, ¿qué sucede? —preguntó Alastar, notando la urgencia en su voz.
—Alastar, unos hombres vinieron a buscarme. Dijeron que te estaban buscando —explicó Lunaria, sin poder ocultar el temblor en su voz.
Hubo una pausa al otro lado de la línea.