—Jimin —se escuchó la voz varonil de su padre al teléfono—. Acabo de subir al avión, pero olvidé entregar unas correcciones que quiero que le hagan al edificio que están construyendo, por favor busca los documentos en mi oficina y llévalos —pidió amablemente.
—Sí padre —contestó de forma respetuosa.
Él era un omega de apenas 16 años recién cumplidos, perteneciente a una familia bastante acaudalada, asistía a la prepa aun, aunque por su intelecto probablemente podría adelantar varios grados.
Al ser omega, le gustaba usar shorts o hasta faldas que sólo remarcaban sus caderas estrechas y trasero bien dotado que se le estaba haciendo llamar la atención de todos, aunque a ningún le hacía, caso, sencillamente le gustaba sentir que nadie merecía si quiera una de sus miradas.
Ese día, apenas terminó las clases, fue a la oficina de su padre por los documentos que debería llevar, era un encargo urgente, por lo que ni si quiera pasó a cambiarse, recogió las cosas, y se fue de inmediato al complejo que estaba en construcción, un edificio enorme, que sería la sede de la empresa familiar.
—¿Dónde está el encargado de la construcción? —Preguntó a uno de los albañiles que se lo devoraba con la mirada.
—Debe estar hasta arriba —se relamió los labios hambriento.
El rubio pasó de largo, no iba a darle los documentos a un peón como él, por lo que empezó a buscar el ascensor que usaban los empleados.
Para él no pasaron inadvertidos que los demás trabajadores que no paraban de desnudarlo con la mirada, más por la corta falda de la escuela, pero este parecía dios encarnado que ni si quiera se dignaba a mirarlos.
Finalmente llegó hasta el ultimo piso, allí no había nadie aparte de una persona, un albañil que seguramente estaría aprovechando la ausencia del jefe pues estaba descansando.
El sujeto tenía una piel bronceada brillante por el sudor, producto del trabajo y el sol que había, cabellera azabache algo ceniza seguramente por el polvo de la construcción, estaba apenas en camisa de tirantes lo que permitía ver bien su musculatura trabajada, debía tener más de veinte años, y lo que más le llamó la atención eran esos perfectos ojos azules.
—¿Puedo ayudarte en algo? —Cuando el trabajador se percató de la visita, se levantó a verlo, a lo que el azabache con un ligero sonrojo salió de su ensoñación.
—Busco al encargado de la obra, soy el hijo del señor Park, y vine a traerle unos documentos que urgen para correcciones que desea de último momento.
—Puedes dejarlos en la mesa —se acercó a verlo y se quedó como paralizado, procesando algo.
El rubio tuvo el mismo efecto, el tiempo parecía detenerse, era una sensación única y especial que jamás ninguno de los dos había experimentado, la de encontrar a su pareja destinada.
Lo que hizo reaccionar al omega fue que tiró el portafolio que contenía los cambios que debería hacer, completamente rojo se agachó dejando ver al azabache perfecto trasero que tenía.
—Déjame ayudarte —al ser mayor, su cuerpo era más grande, por lo que se agachó quedando encima del rubio, pegándose y restregando su entrepierna en el trasero de Jimin.
—¡Hum! —Soltó un gemido de sorpresa, pero no se retiró, le gustaba la forma tan directa y atrevida en que el Azabache le trataba.
—Tienes un olor exquisito —al ver que no se incomodó, tomó más confianza agarrándole por la cintura, provocando que no se pudiera levantar y permanecieran en aquella posición.
Jimin por instinto le mostró el cuello dejándose más expuesto, y el ojiazul no perdió tiempo, lamió aquella parte que se le ofrecía pegándose más.