La danza de dragones dió inicio y el bando negro tenía una gran desventaja desde que Aemond Targaryen, con tan solo 11 años, reclamó a Vhagar como suya.
La muerte de Lucerys marcó el inicio de la guerra, el bando negro buscó alianzas pero con Cole...
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— 𝐏𝐑Ó𝐋𝐎𝐆𝐎 —
Cuando el primer siglo de la dinastía Targaryen llegaba a su fin, la salud del viejo rey Jaehaerys, menguaba. En aquellos días, la Casa Targaryen se erguía en la plenitud de su fuerza con diez dragones adultos bajo su yugo. Ningún poder en el mundo podía poner resistencia, el rey Jaehaerys había reinado cerca de 60 años, en paz y prosperidad. Pero la tragedia había cobrado la vida de sus hijos, dejando la sucesión en duda. Así que en el año 101, el viejo rey convocó a su Gran Consejo para elegir a su heredero. Más de mil lores viajaron hasta Harrenhal, se presentaron 14 reclamos a la sucesión. Pero solo dos fueron considerados realmente. La princesa Rhaenys Targaryen la descendiente de mayor edad del rey y su joven primo, el príncipe Viserys Targaryen, el descendiente masculino del rey de mayor edad.
Rhaenys, una mujer, no heredaría el trono de hierro. Los lores escogieron a Viserys.
Jaehaerys convocó a su consejo, para evitar que se librara una guerra por sus sucesión. Porque él sabía la dura verdad, lo único que podría derrumbar la Casa del Dragón, era la casa misma.
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172 AÑOS ANTES DE DAENERYS TARGARYEN.
La noche habían caído y con ello llegó la cena, todos juntos, primos, tíos y sobrinos. La música sonaba a lo bajo de todo el salón, comían en silencio hasta que el rey Viserys alzó su copa y con pesadez habló.
— Quiero hacer un brindis. — alzó su copa con lentitud. — No siempre veo a mi familia unida.
Todos al mismo tiempo alzaron su copa y en unísono sonaron las copas siendo chocadas entre los miembros de la familia.
El ambiente cambió y las risas se escucharon, todos convivieron y las enemistades se olvidaron por un rato, por una última cena.
Las puertas se abrieron de par en par y se logró ver a Daenys Targaryen, hija de Daemon Targaryen y sobrina del rey Viserys.
— Lamento la tardanza, mi rey. — se inclinó con lentitud y bajó su cabeza.
— Mi dulce sobrina, ya extrañábamos tu presencia. — una dulce sonrisa salió de los labios de su tío, más que sonrisa parecía una mueca.
