Prologo

10 1 0
                                    

Eran las 6 de la mañana en Edimburgo, Escocia y una chica castaña de piel morena y ojos de un color marrón brillante se preparaba para ir a clases, era una mañana lluviosa envuelta en un anaranjado otoño, era el primer día de clases, algo muy estresante y a la vez emocionante.

—ay Dios voy a llegar tarde—decía la castaña arreglando su cabello el cual estaba hecho un desastre, la chica se rindió con su cabello y salió corriendo de su casa a tomar el autobus de la escuela con un paraguas en manos para no empaparse con las gotas de lluvia que estaban callendo como si de un diluvio se tratase.

...

Poco después llegó a la escuela iba corriendo con unos libros de astronomía a mano mientras esquivaba las personas para no estrellarse con ellas cosa que no le salió muy bien ya que poco después sintió como chocaba con un cuerpo de mayor tamaño que el de ella.
Callo al piso y acompañado de ella sus libros—discúlpeme por favor, no era mi intension— la chica se disculpo, miro hacia arriba donde se encontraba la persona con la que se había estrellado y se encontró con unos ojos verdes como si de un par de grandes y brillantes esmeraldas se tratasen, una cabellera negra y largas, cejas gruesas y curvadas hacia delante como si de un deprédador en busca de su presa fuera, y un robusto y atlético cuerpo que a pesar del holgado uniforme que llevaba se notaba con claridad, la castaña salió de sus pensamientos en cuanto escuchó una voz gruesa y firme hablándole.
—esta bien, solo ten mas cuidado podrías lastimarte— dicho eso el le extendió la mano en signo de ayudar a levantarla
—en ese momento la chica se dio cuenta de que todavía estaba tirada en el suelo en medio del pasillo de la universidad, ella aceptó su mano con algo de vergüenza y le sonrió— gracias por ayudarme y otra vez discúlpame debí tener mas cuidado, mucho gusto soy Eleanora Maliah Perkins Ridley.
—El chico tardo en responder pero al final lo hizo— entiendo, mucho gusto también mi nombre es Matteo Aleksander Langston Westbrooke, ¿puedo preguntar el por qué venías corriendo?
—por Dios era cierto, me había distraído tanto hablando con ese chico que olvide por completo que iba tarde a clases.
—perdón señor Langston ya me tengo que ir, adios—se apresuró a decir y se fue corriendo.
—¿acaso me llamaste señor?, no soy tan viejo y deja de correr, ¿que no habías dicho hace como 2 minutos que no correrías más por los pasillos?— grito el chico de ojos esmeraldas

...

RaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora