Libro 1 de la Serie Penumbra
En medio de sombras ancestrales y lealtades cruzadas, Aitana despierta en un laberinto de identidades entrelazadas. Criada por la oscuridad de dos mundos opuestos, se embarca en una danza mortal por ascender en un imperi...
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Sabrina empezó a correr por el gigantesco bosque sintiendo la muerte a unos cuantos pasos, entre más caminaba, más se iba hundiendo y ensuciando por la tierra húmeda, estaba descalza, pero no le importaba lo que le estuviera maltratado los pies, ella solo quería llegar al final del bosque, y lo hacía con más ganas al pensar en la confesión que le hizo Aitana antes de separarse.
Su respiración era frenética, las ramas de los árboles altos le rasgaban cada vez más la piel y estropeaba la poca ropa que tenía puesta, pero eso ella no le importaba, su única prioridad era salir de acá e ir por ayuda para Aitana.
Sabrina sentía la muerte a tan solo unos pasos de distancia, sentía su aliento en la nuca, helado y aterrador, escuchando como le susurraba pequeños fragmentos constantes que no entendía, pero era un empujón para correr más rápido, lejos de todo y con una parte de su corazón, en la mansión.
Los disparos empezaron a resonar a su alrededor, el único objetivo de aquellos hombres era perseguirla y devolverla a la mansión, no importaba si la llevaban muerta.
Los ojos fríos y calculadores de cada uno, sintiendo unas grandes ansias por atraparla y hacerle muchas cosas. El pensamiento de ellos era sencillo, atraparla, saciarse entre sí y llevarla a la mansión como si nada hubiera pasado.
Un disparo pasó cerca, tan cerca que Sabrina sintió el calor de la bala rozando su brazo, pero ni así se detuvo, sus pies se empezaron a mover con más urgencia y pánico. Ella sentía que en cualquier momento podía ser atrapada.
Las ramas y hojas sobre el piso la amenazaban de que en cualquier momento le podrían pasar una mala jugada y hacerla caer.
De un momento a otro, se tropezó, sintiendo que su equilibrio se iba cuesta abajo, pero como pudo, volvió a pararse de nuevo y seguir corriendo, esta vez, con más impulso.
La adrenalina y miedo se iban apoderando cada vez más del cuerpo de Sabrina, más al escuchar muy cerca a los perros de caza que vió cuando estuvo encerrada.
Sabrina apretaba los dientes, luchando contra el pánico que crecía en su pecho, obligando a su cuerpo a seguir corriendo e ignorando todo el dolor que sentía.
Finalmente, cuando pensaba que todo iba a perderse, el bosque empezó a abrirse, a lo lejos, divisó la figura de un grupo grande de hombres. Ella solo lo buscaba con los ojos a él.
Sus portes imponentes e inconfundibles, la hizo sentir en un completo alivio.
Con las últimas fuerzas que le quedaban, aceleró más el paso mientras los disparos seguían resonando detrás.
Los hombres empezaron a avanzar en cuanto la vieron, haciendo un escudo protector alrededor de ella.
Sabrina, con el corazón en la mano y acelerado frenéticamente, se lanzó contra el pecho de Maksim.
—¡Dios mío! —dijo ella con todas sus fuerzas sintiendo el calor de una persona en la que sí podía confiar.
Maksim sin dudarlo, le correspondió el abrazo para después empezarla a revisar, notando golpes, rasguños y latigazos sin sanar. Rabia. Eso es lo que siente él, ver todo lo que le hicieron a esa chica a la que él considera como una hermana.