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Las noches de los lunes, Roier se deslizaba hasta la cama de Spreen, en su dormitorio, y subía allí con él. Spreen se movía, pero terminaba abrazando con un brazo a su pequeño novio, y Kris se despertaba a la mañana siguiente con otro compañero de cuarto.

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Spreen se paró frente a la casa que alguna vez compartió con Roier durante un corto periodo de tiempo. Recordaba las promesas que había hecho y los sueños y esperanzas que tenían, pero en ese momento, el pasado no era más que polvo para él, porque no había pensado en eso por incontables meses. Reuniendo coraje, levantó su mano y golpeó la puerta. Esperaba que se abriera y Roier fuera quien lo recibiera, pero tomó más de lo que esperaba y la persona que abrió la puerta no era su futuro ex esposo.

-Hola.

La joven mujer de rostro agradable que había abierto la puerta le sonrió.

-Hola. -Tras una pequeña pausa, ella añadió: -Supongo que tú serás Spreen.

Éste confirmó, asintiendo:

-Sí.

-Bueno, pasa -dijo ella, haciéndose a un lado. Cuando Spreen estuvo adentro, cerró la puerta detrás de sí-. Soy Luna, por cierto.

-Un placer conocerte -dijo él, tendiéndole una mano.

-¡Gracias! -respondió con alegría, estrechando su mano-. Roier debería bajar en cualquier momento. -Luego, con una mirada más suavizada y triste, dijo: -Te ha estado esperando.

Le dolió un poco a Spreen oír las palabras pero era la verdad y lo sabía. Había requerido un divorcio y estaba seguro de que Roier había recibido el aviso dos semanas atrás. Por supuesto que estaría esperándolo. En todo caso, estar ahí parado en el vestíbulo lo ponía algo nervioso por cómo iría Roier a reaccionar. Lo imaginó gritando y bramándole, derramando lágrimas con ojos sedientos de sangre.

Pero esa imagen no duró. Cuando levantó la vista hacia la escalera, mientras Roier hacía su entrada, Spreen captó la sonrisa que solía hacer que su corazón se detuviera, y aún lo hacía. Se quedó de pie en la entrada de la casa, con su corazón afligido y detenido por Roier. Sacándose de su estado, Spreen se aproximó lentamente.

-Hey.

Roier abrió sus brazos, caminando hacia su esposo. Sin esperar siquiera a que Spreen hiciera el primer movimiento, lo abrazó, antes de liberarlo tras un tiempo apropiado.

-Hola, gigante.

Los labios de Spreen se estrecharon. Ya no quería ser llamado "gigante". Le traía demasiados recuerdos que lo desviaban de su propósito.

-Ya no me llames así, Roier.

Con su boca ligeramente abierta, Roier asintió con entendimiento.

-Lo siento -dijo con una risa-. Me olvidé que nos estamos divorciando. Claro. -Palmeando a Spreen en la espalda, Roier giró sobre sus talones y encorvó un dedo. -Vamos a la sala, ¿sí? Luna, ¿puedes ir a prepararle a Spreen un té? Yo tomaré agua.

-¿Quieres limón, Roier? -preguntó ella.

-No. Agua sola.

-De acuerdo -dijo Luna, chasqueando su lengua y yendo hacia la cocina.

Spreen la observó irse, preguntándose sobre la relación que tendría con Roier. En su mente, las palabras de Carrera reverberaron. Tal vez Roier había encontrado a alguien tal como él encontró a Carrera. Ambos conocieron gente con la que les convenía estar.

Una vez sentados, Spreen escrutó el rostro de Roier.

-Te ves un poco... cansado, Roier. ¿Estás durmiendo bien?

Le tomó un momento, pero Roier asintió con una sonrisa.

-He estado trabajando un poco duro últimamente. Eso es todo.

-De acuerdo... -Spreen tomó aliento por un segundo antes de abrir su maletín. -Como sabrás, he venido con cosas para que firmes.

-Por supuesto.

-No tomará mucho tiempo.

-Lo sé.

-Estoy tratando de hacer que esto sea lo menos doloroso posible para ti, Roier.

Roier rió suavemente.

-Siempre habrá dolor.

Spreen vio a Roier a los ojos.

-Lo siento...

-Estoy bien...

Incapaz de soportar la atmósfera tensa, Spreen prosiguió. Tomó unos papeles y los deslizó por la mesa de café hacia Roier, quien estaba sentado frente a él. Notó que Roier se movía un poco despacio, pero supuso que simplemente tendría miedo de enfrentar la realidad que aquellos papeles traían.

Mientras Roier los levantaba y les echaba una mirada, Spreen habló.

-Básicamente estás aceptando que ambos queremos esto. También significa que estás dispuesto a ir a las fechas de la corte y a las juntas donde discutiremos cómo dividiremos todo. Pero Roier, la casa... se quedará contigo, eso te lo prometo.

¿Me lo prometes?

-Sí.

-Me prometiste cosas en el altar, también -dijo Roier con un susurro bajo, como un fantasma-. Y aquí estamos. -Sin querer que su esposo tuviera que pensar en ello, gesticuló con la mano y cambió de tema. -¿Adónde tengo que firmar?

-Al final de la página -dijo Spreen. Llevó su mano al bolsillo-. ¿Necesitas un bolígrafo?

-Sí.

Cuando sus dedos se rozaron entre sí al dárselo, notó la temperatura corporal de Roier.

-¿Tienes frío?

-No, estoy bien.

-Pero tus manos no están frías normalmente. Están tibias.

-Me alegra que lo recuerdes.

Un minuto pasó, y Spreen observó a Roier sujetar el bolígrafo pero sin moverse.

 《10080 《Sproier》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora