1. El Primer Eco

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Lía siempre había soñado en blanco y negro. Mientras sus amigos hablaban de paisajes coloridos y vívidos, ella recordaba sus sueños como viejas fotografías, nubladas, sin vida. Era algo que nunca la había molestado, simplemente lo daba por hecho. Pero aquella mañana, cuando abrió los ojos después de un sueño distinto, el mundo no solo seguía en blanco y negro, sino que todo estaba desordenado.

El eco llegó sin previo aviso. Un fragmento de tiempo, apenas unos segundos, pero lo suficiente para que todo en su vida comenzara a tambalearse.

Lo primero que vio fue un edificio colapsado. No podía identificar el lugar exacto, pero las ventanas quebradas, el polvo en el aire y los gritos sofocados le dieron una clara imagen de destrucción. Gente corría por las calles, sus rostros torcidos en expresiones de terror. La tierra temblaba bajo sus pies, pero no como lo haría en un terremoto natural. Esto era diferente, antinatural, como si el mundo mismo se hubiera resquebrajado por voluntad propia.

Lía trató de moverse, de intervenir, pero su cuerpo no respondía. Estaba atrapada, como si estuviera viendo la escena desde detrás de un cristal, impotente. Entonces, lo vio: un hombre, de espaldas a ella, sosteniendo un dispositivo extraño. Apenas podía distinguirlo, pero sabía que lo que sostenía era la causa de todo.

Y antes de que pudiera comprender lo que veía, el eco terminó. Lía se despertó, jadeando, con el corazón latiéndole en los oídos.

—¿Otra pesadilla? —preguntó su madre desde la puerta de su habitación. Lía asintió lentamente, incapaz de encontrar las palabras.

Su madre no preguntó más. Desde pequeña, Lía había sido propensa a los sueños extraños, pero nada como esto. En su cabeza, algo se sentía roto, como si hubiera visto un futuro que no estaba destinado a conocer.

Esa mañana, el mundo le parecía apagado, como si el eco hubiera drenado los colores y dejado una capa de ceniza sobre la ciudad. El camino hacia la escuela se le hizo interminable, mientras intentaba procesar lo que había visto. Aunque no entendía exactamente lo que había pasado, sentía un nudo de ansiedad en el estómago, una advertencia silenciosa de que algo más grande estaba en juego.

Al llegar a clase, sus compañeros ya estaban discutiendo las últimas "predicciones", esas visiones fugaces que algunos afortunados recibían en forma de ecos. La habilidad de ver un fragmento del futuro era un fenómeno raro, pero se había vuelto cada vez más común en las últimas dos décadas. Algunos interpretaban esos ecos con precisión, convirtiéndose en figuras influyentes en la política, la ciencia, y las artes. Otros no podían hacer nada con lo que veían, quedando atrapados en la incertidumbre de si sus visiones eran sueños sin sentido o premoniciones verdaderas.

Lía nunca había sido una de ellos. Hasta ahora.

—¿Oíste lo del eco de Jonathan? —dijo Carla, su mejor amiga, sentándose junto a ella en el pupitre—. Al parecer vio el resultado del próximo examen de matemáticas. Bastardo con suerte, ¿no?

Lía forzó una sonrisa, aunque apenas escuchó lo que Carla decía. Su mente volvía constantemente a la imagen del edificio destruido, al hombre con el dispositivo. Cada vez que cerraba los ojos, la visión regresaba con más fuerza.

Sí, suerte —murmuró, distraída.

Las clases pasaron en un borrón de palabras incomprensibles. En su cabeza, Lía seguía viendo esa destrucción, intentando darle sentido. Algo en su interior le decía que no era solo una pesadilla, que lo que había visto era más importante de lo que parecía. Pero, ¿por qué ella? Nunca había tenido un eco antes, ¿por qué ahora?

Después de clases, decidió que no podía quedarse quieta. Sabía que la tecnología para interpretar ecos era limitada, pero había centros especializados donde, por un precio, podían ayudar a las personas a entender sus visiones. Era caro, pero su madre siempre decía que si alguna vez recibía un eco, debía aprovecharlo. Así que, en lugar de ir a casa, tomó un desvío hacia el centro de la ciudad, donde el más famoso de estos centros, VisioCorp, tenía su sede.

El edificio de VisioCorp era imponente, con ventanas de espejo que reflejaban el sol de la tarde, haciéndolo parecer etéreo. Lía se detuvo frente a las puertas de vidrio, dudando por un momento. La idea de contarle a alguien lo que había visto le resultaba extraña, como si al hacerlo admitiera que el eco era real. Pero algo en su interior la empujó a seguir.

Al entrar, fue recibida por una recepcionista que la miró con una sonrisa forzada, claramente agotada por la cantidad de clientes que pasaban cada día por allí.

—¿Tienes una cita? —preguntó la recepcionista, sin siquiera levantar la vista del holograma frente a ella.

No... pero he tenido un eco —respondió Lía, con un nudo en la garganta.

Eso hizo que la recepcionista levantara la vista. Los ecos siempre llamaban la atención, y aunque cada vez eran más comunes, seguían siendo lo suficientemente raros como para que la gente los tomara en serio.

Toma asiento. Te atenderán pronto.

Lía esperó, nerviosa, mientras el bullicio del centro llenaba el aire. Personas entraban y salían, algunas emocionadas, otras visiblemente frustradas. Después de lo que pareció una eternidad, fue llamada a una sala pequeña y fría, donde la esperaba un hombre mayor con aspecto cansado. Sus gafas brillaban con la luz azulada del equipo de interpretación de ecos.

Soy el doctor Alvar —dijo, indicándole que se sentara—. ¿Cómo puedo ayudarte?

Lía tragó saliva antes de comenzar. Le explicó lo que había visto: el edificio destruido, la gente corriendo, el hombre con el dispositivo. Al principio, Alvar solo escuchaba en silencio, pero a medida que hablaba, algo en su expresión cambió. Cuando terminó, él se quedó en silencio por un momento, como si procesara lo que acababa de escuchar.

Es... interesante —dijo finalmente—. Los ecos suelen ser fragmentarios, caóticos. No siempre tienen un significado claro, pero lo que describes suena más estructurado de lo que solemos ver. ¿Estás segura de que fue un eco?

Lía asintió.

Nunca antes había tenido uno, pero esto se sintió diferente a cualquier sueño que haya tenido.

Alvar asintió, ajustándose las gafas.

Lo que describes no es algo que podamos tomar a la ligera. Creo que es mejor que te sometamos a una evaluación más profunda. Puede llevar algún tiempo, pero podría darnos una idea más clara de lo que viste.

El proceso de interpretación fue largo y agotador. Lía fue conectada a una máquina que registraba sus ondas cerebrales mientras intentaba recordar el eco. Los datos fueron analizados por el software avanzado de VisioCorp, que comparaba su visión con miles de otros ecos almacenados en su base de datos.

Cuando finalmente terminó, Alvar regresó con una expresión aún más grave.

Lía, lo que has visto es… preocupante. Nuestro análisis sugiere que tu eco no es un evento individual. Es parte de algo más grande. Hay patrones similares en otros ecos que hemos registrado recientemente. Todos apuntan a una catástrofe global, pero nadie había mencionado el dispositivo hasta ahora.

Lía sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

—¿Qué significa eso?

Significa —dijo Alvar, inclinándose hacia ella— que si este futuro es real, y tú eres la única que ha visto esa pieza crucial, podrías tener la llave para detenerlo.

El peso de sus palabras cayó sobre Lía como una losa. De repente, el eco ya no era solo una visión aterradora; era una advertencia. Y lo peor de todo es que no tenía idea de qué hacer con esa información.

Voy a contactar con algunas personas —continuó Alvar—. Expertos que han estado estudiando estos fenómenos. Necesitamos más datos antes de tomar cualquier decisión. Pero por ahora, Lía, te sugiero que mantengas esto en secreto. El mundo no está preparado para lo que podrías haber visto.

Lía asintió, aturdida, mientras se levantaba para irse. Al salir del edificio de VisioCorp, el mundo exterior le pareció aún más sombrío, como si una sombra hubiera caído sobre la ciudad. El eco seguía resonando en su mente, cada vez más fuerte, y ahora, sabía que no era solo una advertencia para ella. Era una advertencia para todos.

Pero, ¿cómo se supone que una chica de 17 años detendría un futuro que ya parecía estar escrito?

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