Prólogo

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A mis queridísimos descendientes, progenitores y compañeros me gustaría agradecerles el haber hecho de mí una persona entera, hecha y derecha con una historia que narrar a nuestras generaciones futuras y venideras para que estas conozcan de tal manera nuestras grandezas, proezas, aventuras, nuestras ínfimas anécdotas e historias que para nosotros carecen de importancia y valor pero que en su día recibirán todo el mérito que se merecen como nosotros hacemos con las grandes y pequeñas historias que nos dejaron en sus tiempos de antaño aquellos a los que sucedimos.

Que así sea mi mandato y se escuche por centenares de lugares aquellas historias que nos robaron el ama y nos dejaron sin aliento; a ellas me dirijo y ruego que no desaparezcan de nuestras memorias y aunque nosotros como seres caigamos en el presuntuoso olvido estas propias nuestras no sean olvidadas pues en mis recuerdos permanecerán intactas por los siglos.

Firmado, la condescendiente alma perdida de Nuwanda. 


Memorias de un vagabundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora