Vertiente profunda, locura anticlimatica y oscuridad neblinosa

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-"Ugh... Condenado libro... A este paso ya no tendré espalda antes de llegar a vieja..."- Murmuró entre dientes con un ligero gruñido ante la sensación de su cuerpo entumecido, aunque fuera flexible, un libro de tapa gruesa no es lo más cómodo del mundo.

Sus músculos estaban tensos, aunque no sentía dolor alguno, si había una sensación extraña en sus articulaciones, como bisagras viejas que intentan moverse poco a poco, ligeramente oxidadas, Rebeca se había quedado dormida sobre una pila de libros sin darse cuenta, se tomó tan en serio lo de querer repasar y prepararse, que no supo cuándo cayó rendida, no era la primera vez que terminaba en una situación así, era normal que el tío Linus y ella fueran encontrados por la señora Willow o los elfos domésticos dormidos sobre el escritorio, el sillón, en una rara cama de libros y en posiciones bastante hilarantes, aunque era bastante adorable cuando terminaban dormidos juntos.

Cuándo sus somnolientos orbes verdes miel viajaron por toda la habitación, recordando que ya no estaba casa, limpio con la manga de la túnica sus labios sintiendo algunas migajas de galleta en su cara, luego miró a la otra cama del cuarto, está se mantenía vacía, quizá no tendría compañero o compañera de cuarto, eso era una lástima...

¡Para cualquier otro!

La alfa no podía estar más tranquila sabiendo que no tendría porqué convivir de manera forzada o incómoda con nadie, disfrutaba del privilegió de la soledad, por ahora, aún no se sentía lista para socializar y no esperaba hacerlo tan rápido tampoco, es más, si podía, quería evitarlo por un tiempo, no tenía prisa alguna por ser la persona más popular del lugar, nótese el sarcasmo, sería lo más invisible posible y si podía graduarse antes, mejor, entre más rápido lograse cumplir sus metas, más rápido podría cuidar de sus hermanos y quizá...

Su burbuja reventó cuando sus ojos grises y penetrantes que miraban fijamente al suelo volvieron a su tono normal, quizá era demasiado temprano, posiblemente entre 3 y 4 de la mañana, una locura para cualquiera estar despierto tan temprano, pero no para ella, estaba entre papeles, libros y una cama hecha un desastre, pergaminos y su varita no estaba por ningún lado, la pequeña comenzó a organizar todo con sus propias manos, aún adormilada, teniendo la opción de hacer magia, Rebeca terminó por limpiar todo ella misma, tampoco quería dejarle todo a Ranger, ni quería abstenerse a depender de la magia todo el tiempo, es lo que le decía su madre, por lo que después de organizar su desastre, con los cabellos castaños ondulados y en capas y un flequillo alborotado, su varita se encontraba enredada entre sus mechones, resignada a que ya la encontraría después, se dirigió al tocador del cuarto, un buen baño sería suficiente para poder terminar de despertarla, aprovechando el alba para desayunar temprano y esperar las clases.

Apenas miró el espejo, se sintió una completa estúpida, pues tenía esa manía de enredar plumas y demás en su cabello para según ella no perderlo, pese a no ser la mejor idea, ya que, o terminaba con el cabello enredado y necesitando ayuda para desenredar el objeto, podría pasar que jamás recordarse que enredó algo y terminar dormida sobre este o rompiendo otra pluma o lápiz.

Cuando liberó su varita, la dejó de lado y procedió a bañarse, buscando distraerse, una vez completada su pequeña rutina de la mañana, su estómago le indicó que sería buena idea comer, los pasos resonaban en ligero eco mientras la joven alfa avanzaba entre los pasillos, apenas topándose con alguna alma por ahí, literal y figurativamente referente a los fantasmas y los pocos estudiantes que rondaban el castillo, saludando amablemente mientras sus ojos escudriñaban cada minúsculo detalle de su alrededor, la manera en la que los rayos tímidos de la mañana iban inundando desde las ventanas cada parte del castillo alejando a la oscuridad que podían tocar y las velas e iluminación comenzaban a bajar su intensidad, Rebeca frenó su caminar en seco, acercándose a una de las ventanas de piedra, dejando que el calor y la luz acariciaran sus facciones junto al aire fresco de la mañana, su nariz se tornó ligeramente roja por el frío, como sus labios.

La flor más hermosa y rara de todas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora