Desencuentro
Miércoles 8 de julio, tres y 27 de la mañana. El frío beso de mi 1911 reposando sobre mi sien más que aterrador: es reconfortante.
Jalo del gatillo y veo cómo pasa toda mi vida, todos esos buenos y malos momentos.
Recuerdo el día que te conocí, y, seguido de ese, el día que te perdí. Me lo dijiste una y mil veces: que dejara las apuestas, y no lo hice. No hasta que perdí todo lo que tenía, incluyéndote a ti.
Veo tus fotos colgadas en la pared, mártires de lo que perdí por mi egoísmo y avaricia. Aún puedo sentir por las noches tus caricias.
Pasa frente a mis ojos aquel día en que te pedí matrimonio. Estábamos en las afueras de la ciudad, cerca de la montaña. Era un día algo nublado, pero decidimos salir igual a dar un paseo. Al llegar a aquella colina con vista al arroyo que tanto te gustaba, te pedí la mano. Cómo olvidar cuando, cinco minutos después, estábamos corriendo bajo la lluvia. Fue un desastre, pero uno hermoso. No sabes cuánto me arrepiento de haber perdido ese anillo apostando; jamás me lo perdonaste.
Todos esos momentos de risas y felicidad... Todas esas noches discutiendo porque volvía tarde, o borracho, o golpeado por las deudas... o todas juntas. Me rompía el corazón verte llorar por las cosas que hacía, pero no podía parar. Sabía que llegaría mi momento, que ganaría mucho, pero eso jamás pasó. Tal vez sea porque toda mi suerte se agotó de golpe el día que te conocí.
Espero que jamás me perdones; no lo merezco. Te hice muchísimo daño y no lo merecías. Fui muy egoísta, solo pensé en mí. Y fíjate lo poco que he cambiado: aquí estoy, pensando solo en mí, disparándome en la cabeza para hacer desaparecer los problemas, pero dejando el dolor de mi muerte a todas esas personas que me quisieron en algún momento. Aunque, a día de hoy, nadie debería hacerlo.
𝙀𝙣𝙩𝙤𝙣𝙘𝙚𝙨 𝙚𝙨𝙘𝙪𝙘𝙝𝙤 𝙚𝙡 𝙧𝙪𝙞𝙙𝙤 𝙙𝙚𝙡 𝙢𝙖𝙧𝙩𝙞𝙡𝙡𝙤 𝙜𝙤𝙡𝙥𝙚𝙖𝙣𝙙𝙤 𝙡𝙖 𝙗𝙖𝙡𝙖, 𝙥𝙚𝙧𝙤 𝙖𝙗𝙨𝙤𝙡𝙪𝙩𝙖𝙢𝙚𝙣𝙩𝙚 𝙣𝙖𝙙𝙖 𝙥𝙖𝙨𝙖. 𝙀𝙡 𝙖𝙧𝙢𝙖 𝙨𝙚 𝙝𝙖 𝙚𝙣𝙘𝙖𝙨𝙦𝙪𝙞𝙡𝙡𝙖𝙙𝙤.
𝙋𝙤𝙧 𝙚𝙨𝙤, 𝙚𝙣 𝙩𝙪 𝙩𝙤𝙩𝙖𝙡
𝙁𝙧𝙖𝙘𝙖𝙨𝙤 𝙙𝙚 𝙫𝙞𝙫𝙞𝙧,
𝙉𝙞 𝙚𝙡 𝙩𝙞𝙧𝙤 𝙙𝙚𝙡 𝙛𝙞𝙣𝙖𝙡
𝙏𝙚 𝙫𝙖 𝙖 𝙨𝙖𝙡𝙞𝙧.
— 𝘾𝙖𝙩𝙪𝙡𝙤 𝘾𝙖𝙨𝙩𝙞𝙡𝙡𝙤.
