Prólogo

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Antes de todo, me gustaría agradecer a mis padres, que, aunque siempre me dan ánimos para leer y todo eso, no saben que escribo esto. Les agradezco por no leer esto.






Que todos se vayan al diablo.

Quiero, honestamente, que ese sea mi maldito testamento.

Ahora mismo voy a un Centro "Curatorio" que, según mis insoportables padres, me curará y me hará menos introvertido, me va a ayudar a conocer gente de mi edad que quiera ser mi amiga y me va a quitar el "mal de la introvertividad" (palabra inventada por mi madre). Aunque creo profundamente que solo quieren estar lejos mío.

Porque sí. Soy todo un puto caso.

Todo esto lo recito en mi cabeza, si les dijera exactamente lo que les estoy diciendo a ustedes, de seguro me mandan a un manicomio. O al manicomio de Shutter Island.

En otras palabras, yo, Nicolás Wood, solo soy extrovertido con mis propios demonios de esquizofrénico en mi propia cabeza.

¡JA!

¡OJALÁ SE MUERAN TODOS USTEDES PUTAS RATAS DE ALCANTARILLA QUE NO SALEN DE SUS CASAS-

—¡Nicolás Wood! ¡Deja de hacer caras tan raras dentro de mi auto!— me gritó mi padre, Benjamín Wood, un tipo gordo y feo con una papada más grande que mi mano, en mi colegio le apodamos "el Dios Mewing", usa lentes con demasiado aumento, su pelo es negro corto con mucho mechones parados. No se que le vió mi madre a este tipo. Aunque tampoco sé qué le vió mi padre a ella. Pero bueno, si entre locos se entienden, entre feos también.

—¿Qué caras?— hablé bastante fuerte... mucho diría yo, la cara de mi madre es un poema.

—¡No le hables así a tu madre, niño insolente!— me devolvió aún más fuerte ella, creo que hasta empezó a llover. Con la parte superior de la camisa me limpié las asquerosas gotas de saliva que me cayeron en el rostro. Menos mal tenía la boca cerrada.

Mi madre, Rosita Wood, era una señora rara y gorda, con su desaliñado y oxigenado pelo rubio que siempre ata en una colita de caballo un poco más arriba de la cabeza. Siempre le queda todo tieso, como si se echara un bote de gel por día. No se como decirle (tampoco lo haré, si le digo me mata y además me quedaré sin algo con lo que reírme tanto) que el gel no ayuda para tapar las raíces de negro, y si ya se dió cuenta, entonces cree que son raíces negras pequeñas, pero son como tres o cinco centímetros de ese color. Los delgados labios siempre de un rojo intenso, un montón de maquillaje para tapar las grandes arrugas, que no salen a pesar de todo. Es bastante estúpida, estoy realmente feliz que no se me haya pegado.

—Está bien, está bien. Pero me podrían explicar, ¿Por qué mierda tenemos que viajar hasta Valparaíso para ir a ese centro?— pregunté con furia, nosotros vivimos en el centro de Santiago, y estar dos horas y media metido en un auto no es mi hobby favorito.

—Porque ahí está el centro— respondió arisco mi padre.

—Hay muchos otros centros en Santiago— antes de esto había investigado un poco en Google. Mis padres me habían dicho que iba a entrar en un centro "curativo" llamado CARO, y no es nada educativo. En especial porque las siglas de CARO es literalmente "Centro para Adolescentes Rebeldes sin Obediencia", creo que para lo único que cuadro allí es para lo de "Adolescentes".

¿Pero Rebelde sin Obediencia? Sabía que mis padres eran habladores, nunca imaginé que tanto. Nunca fui rebelde y siempre los obedecí. Está claro que me quieren lejos de ellos.

—Alégrate, antes vamos a pasar donde la abuela y luego te vamos a llevar al centro. Al menos para que te despidas de ella—. Estoy seguro que la escuché decir algo. "Antes de que la vieja se muera". Antes de que dijeran otra cosa, decidí intervenir.

Encerrado Junto a Tu Amor [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora