Cap. I

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Hace seis mil años tenía el conocimiento de todo, tenía riquezas, un amor legítimo y leal a mi, tesoros de guerras y lo más importante el respeto de todos. Lastimosamente eso duró poco, todo me fue arrebatado el día que fui expulsado de mi hogar por traición y según palabras de mi Tío querer arrebatar el trono y convertirme en rey.

Yo sabía que si me lo proponía acabaría con todos ellos, no quedaría ni uno con vida, pero ¿Acaso eso me haría menos culpable? Acaso eso serviría para limpiar mi nombre, claro mi nombre sería limpiado, más no mi conciencia, acepte mi destino y lo abrace con fuerza, fui expulsado y sentenciado a vivir como un humano, a reencarnar por milenios eternos hasta que la existencia de este universo muera, pero me prometí una cosa y es que jamás bajaría los brazos no importa si deseaba morir iba a vivir al máximo y como en el pasado jamás agacharia la cabeza, porque si lo hago que sentido tendría vivir, si me caigo no me quedo tirado me levanto y sigo luchando, si mis piernas se rompen me arrastró hacia mi enemigo para matarlo, si me quedo sin pierna y brazos, aún tendré mi barbilla para arrastrarme y arrancar la piel de aquellos que me desean la muerte.

Mis anteriores vidas siempre fueron parecidas, en algunas me dejaba llevar por el mismo instinto de supervivencia y asesinaba sin piedad, aveces vivía feliz a pesar de no tener nada y penúltima vez que reencarne viví en la calle y termine siendo esclavo, pero a largo plazo me convertí en un caballero que se permitía sus gustos y lujos sin miedo a quedarse sin nada. Pero en mi última reencarnación hubo algo que cambió, recuerdo perfectamente nacer y que mi madre me tuviera en brazos, su aura era como si ella fuese una diosa, amable, hermosa y dulce, en cambio mi padre tenía un aura que aterraba a muchos, pero a pesar de eso me educó derecho y siempre se mantuvo en pie por mí y su familia, aún así a diferencia de todas las anteriores vidas aquí hubo algo especial y fue el haber recordado mis anteriores reencarnaciones, no fue a corta edad, no fue a los tres, a los cinco o los ocho, fue a los doce años y lo recordé de la peor manera...

Todo se remonta a mi cumpleaños número 12, más bien unos días antes, estaba en un noviazgo de niños, ella era una niña cerrada que no hablaba de sus cosas y que odiaba llorar, así que jamás se le podría ver llorar en multitud de gente, pero frente a mi era gran tormenta que liberaba toda su carga de agua. Ella era mi luz en ese momento, aquella me daba la motivación de seguir, porque era fuerte, pero inconsciente de mis palabras y de los murmullos de otros mi ira me consumió y la dejé.

– ¿A qué te refieres? – me tomo de mis manos con lágrimas en sus ojos – ¿Porque quieres dejarme?

– Me enteré de todo... Sé perfectamente que te haces la santa, pero eres una de las jóvenes más usadas de nuestro pueblo. – Le dije soltando su mano y mirándola a los ojos, si pudieran notarse se vería como mi mirada estaba muerta totalmente, ya no me atraía, la odiaba, ella confiaba en mi y yo en ella, éramos el uno para el otro –

– Entiendo... – Se limpio las lágrimas y reposo sus manos en su regazo – Si es así, entonces me iré para que no vuelvas a ver mi rostro – Se levantó de aquel banco y me dio la espalda – Recuerda Dante que siempre te amaré, no importa en qué vida – lo último lo había susurrado, pero lo había escuchado perfectamente, ella se fue y yo igual, al llegar a casa no había nadie así que fui a recostarme y pensar en todo lo que había dicho y pasado –

Los días pasaron mi cumpleaños paso con normalidad, aunque yo estaba molesto y preferí no hacer una fiesta, varias veces me incitaron a hacerla, pero para solo era un día más, pocos días después llegaron las navidades, por lo cual íbamos a festejar, pero lastimosamente ese día me enteraría lo sucedió con ella. Yo estaba por la plaza del pueblo donde ahora mismo estaba sólo, nadie más andaba por allí, después de todo la mayoría compraba regalos para los niños, todos en tiendas y esas cosas, hasta que un hombre se acercó y se sentó a mi lado.

– ¿Tu debes ser Dante verdad? – Asentí ligeramente con la cabeza, vi que aquel hombre tenía algo de barba, se podría decir que una barba de varios días, su cabello largo y platinado hablaba de la edad que tenía – ¿Te haz enterado de lo que sucedió el otro día a las afueras de la ciudad? –

– No, no eh sabido nada, no hablo con mucha gente – mire al hombre a su cara y vi sus ojos, tenía ojeras y los ojos rojizos que se notaba a leguas que no había dormido nada –

– Mi hija se quitó la vida muchacho... – En ese momento sentí un fuerte dolor en mi corazón, era como si lo hubieran atravesado con una mano y aplastado con su palma – Sé que tú eras el único que hablaba con ella y déjame decirte algo niño – Las lágrimas no aguantaron y comencé a derramar las – No fue tu culpa –

Luego de eso me dejó una carta y aquel hombre de cabellos largos y platinado se alejó de mi a paso lento y agotado, yo simplemente me tape el rostro, ya que siempre lo dije un hombre no debe llorar, un hombre soporta lo que tiene que soportar no importa qué. Al pasar un tiempo pude detener un poco mis lágrimas, seque mis manos y tome aquella carta, tenía miedo de leerla, después de todo si alguien tiene pensado quitarse la vida solo podría dejar palabras de odio a aquel que le lastimó.

Aún así la tomé y comencé a leerla.

Mi niño, Dante Haze

Eh de decirte que no fue tu culpa el que yo haya tomado esta decisión, sé que te culparas, sé que creerás que tal vez si hubieras hecho oídos sordos jamás hubiera pasado esto, pero la realidad es que yo ya lo tenía planeado, las cosas con mi madre empeoraron, sus tratos con el santo de la muerte me hacían vivir un infierno.

Quiero que sepas que a pesar de todos los malos comentarios yo siempre te fui leal y te amaré por toda la eternidad como te prometí el día que nos casamos, Sé que lo recordarás, en pocos días lo harás porque tienes un objetivo que cumplir.
No, mejor dicho es tu destino cumplir con esto, jamás bajes los brazos, lucha por todo no dejes que los problemas humanos te ganen, la depresión, la ansiedad y todo lo demás solo son cosas pasajeras, eres más que eso, eres aquel que debe buscar su cien por ciento, aquel que no importa lo que venga siempre se levanta y lucha, no solo por ti.

Tu Luchas por todos los que son débiles así que...

No bajes los brazos.

Atentamente: Sarah.
Pronto nos veremos...

Mi Camino Hacia La Grandeza. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora