Lo primero que haces al despertar es tratar de entender lo que soñaste.
Te estiras hasta que tus músculos arden y tus huesos crujen, cierras los ojos y haces una película en tu cabeza sobre tu sueño. Desde que tengo 9 años evito pensar en mis sueños, ahora tengo 11 y estoy diferente, un dolor diferente.La muerte es dura, directa y dolorosa. Entendí que los velorios no son para los muertos, ver a mi abuelo acostado y peinado en una caja es enfermo, ¿por qué los muertos quisieran que su cuerpo fuera expuesto ante familia y conocidos? No tiene sentido hasta que veo a familia que no veía hace años entrar por la puerta y dar el pésame a mi papá y a mis tíos, mi abuela está sentada en un sillón hablando con gente que nunca había visto, no es por ni para mí abuelo, es para los vivos, algunos sonrien, unos lloran y otros simplemente están con la mirada perdida. Ese día no dolió tanto como cuando me dieron la noticia. Después de una semana de luto pude dormir sin ver a mi abuelo en sueños diciéndome que todo estará bien. Ese año escolar me fue muy mal, yo quería pasar desapercibida y no pude, regaños de mi maestro, señas de mis compañeros, comentarios sobre mi cuerpo, nunca había llorado tanto como ese año.
Ahí entendí que la ley de atracción es real.
Manifesté morirme y estuve a punto de hacerlo. Los niños no deberían de usar pulseras ni collares, yo creí que era diversión y sentirme más bonita.
Error. Me regalaron un paquete de pulseras en forma de animalitos, colores neon y con brillos, me sentí la niña más feliz, no quería quitármelas nunca, buscaba en la computadora que hacer para que no perdieran su forma original. Me las quite tan bruscamente que me agrado ese ardor, era como un latigazo, me gustó ese dolor.A mis 11 años y ya odiaba los exámenes sorpresa, todos los días había algo sorpresa y lo que yo quería era dormir hasta tarde y ver películas. Mala calificación.
Pensaba que el universo me odiaba, que dios me odiaba pero ¿que más podría pasar? ¿que sería peor? mi maestro.
Yo sentía que era odio, pena, vergüenza, lástima, no se, nunca lo sabré.
-¿No vas a salir?
Giro y veo que es mi amiga, veo sus ojos grandes, su piel morena brilla con la luz amarilla del salón, tiene el pelo trenzado y ligas de colores, lleva el brazo lleno de pulseras y trae una pequeña bolsa dónde pone su gloss y dinero para comprar su lonche.
-Creo que otra vez me quedaré, me toca clase de historia.-
La verdad no sabía que me tocaba, hacía tiempo que yo ya no hacía mi horario de clases, simplemente dejaba todos los libros en mi mochila o dejaba algunos en la parrilla de mi pupitre.
Veo como mi amiga hace un gesto de asco y hace los hombros para arriba.
Se van todos y veo como mi maestro se voltea y me busca. Sonríe con lástima y me hace un gesto con la mano para que me acerque.
En su computadora tiene un video en blanco y negro. Sonrío.Adiviné, si toca clase de historia.
No recuerdo que había dicho el maestro, ví el vídeo, conteste unas preguntas, hice un resumen y escuchaba la voz de mi maestro como si estuviera bajo el agua, recuerdo verlo a los ojos y asentir con la cabeza.
En su escritorio había un águila de juguete, lo amaba. Era como un juguete de mcdonalds, del que viene en la cajita feliz. Era todo café y su pico amarillo, tenía una pequeña base que lo sostenía de su pico y tenía las alas abiertas como si estuviera volando.
Todos los días que me paraba a revisar mi libreta me le quedaba viendo al águila mientras mi maestro me decía que pusiera atención, que estudiara, que no entendía el por qué en clase trabajaba mejor pero cuando eran tareas parecían hechas por otra persona.
¿Que se sentirá ser un águila?
¿Que se sentirá estar solo en esa pequeña base?
¿Que se sentirá volar?Me sentaba al final de la fila, en la primera fila entrando al salón, estaba en una esquina. Era como el águila.
Nadie me veía pero yo veía todo.Cada timbre de salida era lo mejor, disfrutaba guardar todas mis cosas y formarme para salir, estar en la esquina esperando que pasaran por mi era un sentimiento que me encantaba.
Dejo mi mochila en el piso, me siento en ella y recargo mi cabeza en la pared, el aire me da y siento alivio.
No me gusta cerrar los ojos por qué me preguntó si realmente pasó o fue mi imaginación. Pero ¿Cómo me podría imaginar eso?Llegar a casa de mi abuelita era un maratón, dejar mi mochila afuera, ganar mi lugar y sentarme a comer.
Al abrir la puerta te llega un olor a familia, mi abue cocina delicioso, distingo los olores de mi comida favorita, siempre gritamos al llegar.
Mis primos corren para quitarme mi asiento, yo prefiero saludar primero.En las tardes hago tarea pero lo que más disfruto es jugar, aunque esté grande en casa de mi abue aún jugaba, veíamos tele y nos inventabamos algún juego. Y son fragmentos de mi memoria donde recuerdo y me siento culpable de estar feliz.