Funerales

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Para mí, no era más que un viaje a San Juan, la provincia donde nació mi madre y donde toda mi familia residía. Yo era una extranjera para mis primos, la que vivía lejos, rodeada de edificios. Y ahora era solamente una más en el camino a la funeraria.

No entendía porqué la gente lloraba en los funerales. El último al que había asistido fue cuando tenía 6 años; yo dibujaba sin saber lo que pasaba a la alrededor. Ahora sí sabía.

Fue entonces que un balde de agua fría cayó sobre mi. El ataúd a mi lado era la razón por la que lágrimas caían por mis mejillas. Era inútil llorar, eso no traería a mi tía de vuelta. Todo lo que se había planeado, no iba a ser más que palabras vacías, sueños sin concretar. Pero ahora entendía porqué la gente lloraba en los funerales.

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