Capítulo 1: La Casa Roja

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El sudor frío le empapaba la piel, la respiración se le entrecortaba en jadeos irregulares.  Estaba atrapado en una pesadilla que se repetía con una insistencia macabra, una pesadilla que lo atormentaba desde hacía meses.

Se encontraba en un lugar oscuro, un vacío infinito donde la única luz emanaba de un corazón que latía con fuerza, un corazón que no era suyo.  El corazón palpitaba en la oscuridad, como una llama que se negaba a apagarse.

De repente, una figura se materializó en la penumbra, un hombre alto y delgado con una mirada que le heló la sangre.  Tenía el rostro pálido, casi translúcido, y sus ojos brillaban con una luz extraña, como dos brasas incandescentes.

El hombre se acercó a él, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, una sonrisa que le causaba un escalofrío que le recorría la columna vertebral.

"No te preocupes," dijo el hombre, su voz un susurro que le rozaba el oído.  "No te haré daño."

Pero sus palabras no le tranquilizaron.  Había algo en la mirada del hombre, en la forma en que lo observaba, que le hacía sentir un miedo que le paralizaba.

El hombre se acercó más, hasta que su rostro quedó a centímetros del suyo.  Se inclinó hacia él, susurrando en su oído: "Te necesito."

El hombre se llevó la mano al pecho, y con un movimiento brusco, se arrancó el corazón.  El corazón palpitaba en su mano, un órgano rojo y sangrante que parecía latir con una fuerza descomunal.

El hombre le ofreció el corazón con una sonrisa y lágrimas en los ojos.  "Tómalo," dijo.  "Tómalo para que no muera."

Aether se quedó paralizado, sintiendo un miedo que le apretaba el pecho.  No podía moverse, no podía hablar.  Solo podía observar cómo el hombre le ofrecía su corazón, con una expresión de agonía y esperanza.

"No te preocupes," dijo el hombre, susurrando en su oído.  "No te haré daño."

Pero sus palabras no le tranquilizaron.  Había algo en la mirada del hombre, en la forma en que lo observaba, que le hacía sentir un miedo que le paralizaba.

"Tómalo," dijo el hombre, con la voz ronca y llena de dolor.  "Tómalo para que no muera."

Aether se despertó sobresaltado, el sudor frío empapándole la piel.  La pesadilla seguía ahí, como un fantasma que lo perseguía sin descanso.

Se incorporó en la cama, tratando de atrapar el susurro que siempre se escapaba de sus labios, una frase incomprensible que se disipaba en el vacío de la pesadilla.

"Tómalo," susurró, con la voz temblorosa.

Se levantó y se dirigió a la ventana, buscando el alivio de la fresca brisa nocturna.  La casa roja se alzaba imponente en medio del jardín, un faro de luz en la oscuridad.  Era un edificio moderno, de líneas rectas y ángulos agudos, pero emanaba una energía extraña, un aura de misterio que lo atraía y lo repelía al mismo tiempo.

La casa había pasado de generación en generación en su familia, desde que su bisabuelo la construyó a principios del siglo XX.  Se decía que la casa tenía un pasado oscuro, que albergaba secretos que nadie se atrevía a desvelar.  Aether nunca le había dado importancia a esas historias, pero desde que se había mudado a la casa, hace un año, había empezado a sentir una presencia extraña, una sensación de que no estaba solo.

Aether se encogió al sentir un escalofrío recorrer su espalda.  No era el frío de la noche, sino una sensación de vacío, de soledad que lo envolvía como una niebla espesa.

Se volvió hacia la cama, donde Nox yacía dormido, con el cuerpo desnudo y la piel pálida.  Nox era un demonio, un ser de sombras y secretos que lo había estado acompañando desde hacía años.  Aether no entendía cómo había llegado a su vida, pero no podía negar la conexión que sentía con él, una conexión que se extendía más allá del tiempo y el espacio.

Nox se movió en la cama, susurrando algo en sueños.  Aether se acercó a él, acariciando suavemente su rostro. Nox abrió los ojos lentamente, sus iris oscuros como la noche, reflejando la tenue luz de la luna que se filtraba por la ventana.

"Aether," susurró Nox, su voz ronca y sensual. "Otra vez esa pesadilla."

Aether asintió, sintiendo un nudo en la garganta. "Sí," dijo, "la misma de siempre."

Nox se incorporó en la cama, estirando sus brazos hacia Aether. "Ven," dijo, "déjame abrazarte."

Aether se dejó llevar por el impulso, deslizándose hacia Nox y acurrucándose en su pecho. El calor del cuerpo de Nox le transmitió una sensación de seguridad que lo tranquilizó.

"No te preocupes," susurró Nox, acariciando su cabello. "Yo estoy aquí contigo."

Aether cerró los ojos, respirando profundamente el aroma de Nox, una mezcla de tierra húmeda y especias exóticas.  La presencia de Nox le proporcionaba un extraño consuelo, una sensación de protección que lo hacía sentir menos solo.

"Te necesito," dijo Aether, susurrando en el oído de Nox.

Nox sonrió, una sonrisa que le iluminó el rostro con una luz tenue y fantasmal. "Yo también te necesito," dijo, acercando su boca al oído de Aether. "Siempre te he necesitado."

Aether sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, una mezcla de deseo y miedo que lo hacía sentir vivo.  Nox se inclinó hacia él, sus labios rozando su cuello.  Aether se estremeció, sintiendo un fuego recorrer su cuerpo.

"No te preocupes," susurró Nox, "no te haré daño."

Pero sus palabras no le tranquilizaron.  Había algo en la mirada de Nox, en la forma en que lo observaba, que le hacía sentir un miedo que lo paralizaba.

"Te necesito," susurró Nox, con la voz ronca y llena de deseo. 

Aether cerró los ojos, sintiendo que la realidad se desmoronaba a su alrededor.  La casa roja se convertía en un laberinto de sombras y secretos, donde el pasado se mezclaba con el presente y la verdad se ocultaba en las profundidades de su alma.

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⏰ Última actualización: Sep 11 ⏰

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