Prologo

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Nicole

Me encontraba en mi habitación escasamente iluminada por la tenue luz de la computadora, rodeada de los papeles arrugados en el piso, rompiéndome la cabeza, pensando en que hacer.

—¡Dios!, no puede ser tan difícil escribir algo, un párrafo al menos.— dije mientras hacía un bollo una nueva hoja.- Solo necesito una idea.—Agregue mientras mi gato atigrado pasaba por mis piernas.-Hola Chimuelo.—Me estire a acariciarlo, sintiendo su suave pelaje entre mis dedos y preguntándole.-¿Tenes alguna idea?.

El gato me miró y se limitó a maullar, en ese momento me di cuenta que estaba bloqueada, sin saber qué hacer decidí llamar a mi mejor amiga, pues ella siempre era una buena opción para hablar con alguien. Tomé mi celular y la llamé, mientras el sonido de espera se intensificaba la impaciencia se apoderó de mí, mi pie comenzó a moverse con un ritmo febril, como si estuviera tratando de acelerar el tiempo con él.

El teléfono sonó una y otra vez, hasta que finalmente se perdió en el silencio, sin respuesta ni eco.

—Avril, no me dejes así, por favor.— Dije mientras mi pie se aceleraba cada vez más.

—Voy a volver a intentarlo.—Me levanté de mi silla y comencé a caminar de un lado de la habitación al otro, volvió a sonar y sonar hasta que la llamada volvió a quedar sin respuesta.

Me desplomé en el sillón negro, sintiendo el tacto rugoso de la cuerina en mis piernas. Agotada y con el olor a la tinta de la lapicera entrando por mis fosas nasales, comencé a pensar en que hacer para salir de aquel bloqueó. Justo en ese preciso momento, vino a mi cabeza la imagen de aquel bar al que quería ir hace tiempo; ese en el que hacían pintura con una banda en vivo de fondo.
Teniéndolo a solo unas cuadras, decidí quitarme la pijama. Procedí a ponerme un buzo y una calza para ir allí. Al salir a la calle, sentí el aire fresco en mis mejillas, el olor a tierra mojada y el sonido de los autos yendo de un lado a otro por la avenida.
Al llegar al bar sentí un calorcito que me abrazaba. El bullicio de la gente charlando me hacía sentir acompañada y el sonido de la música de fondo me reconfortaba; decidí tomar un asiento frente a un lienzo en blanco, pedir mi trago favorito y comencé buscar inspiración a mi alrededor. Con un "Sex On The Beach" en mi mano, vi eso que tanto estaba buscando frente a mis ojos. Un joven músico en el escenario sentado con su teclado con las luces violetas y azules detrás de él, un cargo negro y un buzo bordo era lo que llevaba. Con su cabello largo recogido en una coleta y sus lentes cuadrados, era la escena perfecta para reavivar mi imaginación. Con la música sonando comencé a pintar trazo tras trazo guiándome por los arreglos musicales del teclado, creando así un cielo estrellado sobre un bosque oscuro iluminado por el claro de la luna.

La música vibraba en mi pecho, cada nota parecía resonar con la paleta de colores que iba aplicando sobre el lienzo. Sentía cómo la frustración del día se desvanecía con cada pincelada. Era como si el joven músico estuviera tocando solo para mí, cada acorde liberando algo dentro de mí, conectando mis emociones con la pintura.

La sala estaba llena de risas y conversaciones, pero todo lo que podía escuchar era el eco de su melodía. Mis ojos se deslizaban entre los colores, y en cada destello de luz, encontraba una nueva inspiración. De repente, la música cambió; una melodía más intensa resonó, haciendo vibrar las cuerdas de mi corazón. Miré hacia el escenario y vi al músico cerrando los ojos, como si estuviera en trance, completamente entregado a la música. En ese momento, me di cuenta de que había algo profundamente hermoso en su conexión con el teclado, algo que resonaba en mí.

Dejé caer el pincel, con mis dedos aún cubiertos de pintura, y decidí que era hora de acercarme. Mientras me acercaba al escenario, mi corazón latía con fuerza. La ansiedad volvía a asomarse, pero esta vez, era diferente; había un atisbo de emoción en ella. Al llegar al borde del escenario, el músico abrió los ojos, y nuestras miradas se encontraron.

—Me encanta lo que tocas — Le dije, sintiendo que la música había creado un puente entre nosotros.

Un torrente de emoción recorrió mi cuerpo. Después de un par de canciones, el músico sonrió, y en su mirada había una chispa de complicidad. Al finalizar la última nota, el bar estalló en aplausos. Sentí una ola de felicidad recorrerme; había encontrado la inspiración que tanto había buscado, y, sin quererlo, había creado una conexión auténtica.

Con el aplauso aún vibrando en mis oídos, me levanté de mi asiento, dejando atrás el cálido ambiente del bar. Al abrir la puerta, el aire fresco de la noche me golpeó suavemente, llenando mis pulmones de vida. Miré hacia arriba, donde un manto de estrellas brillaba intensamente, como si compartieran mi alegría.

La música aún resonaba en mi mente, y al dar mis primeros pasos en la acera, cada latido de mi corazón parecía seguir el ritmo de una melodía nueva. La noche, que antes se sentía sombría, ahora se transformaba en un lienzo en blanco, lleno de posibilidades. Mientras caminaba, las luces de la ciudad parpadeaban, guiándome hacia un futuro que prometía ser emocionante y lleno de inspiración.

Sabía que no solo había dejado el bar atrás, sino que también había abierto una puerta hacia algo inesperado y hermoso.

Guía definitiva de como amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora