Capítulo 1 el comienzo

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Luna era una muchacha delgada, con ojos grandes y oscuros que parecían dos lagrimas sin fondo. Su cabello, un caos de rizos negros, caía en todas direcciones, reflejado con  su rostro pálido y ligeramente salpicado de pecas. Aunque parecía dulce, había algo inquietante en su sonrisa, como si guardara un secreto que nunca compartiría por completo. Algunos la veían como una chica perdida, otros como un peligro oculto. Pero una cosa era segura: Luna era buena y mala a la vez.

Era la víspera del "Día de los Espíritus Errantes", la noche en la que las almas perdidas del bosque encantado rondaban por Cielo Negro, buscando algo que jamás encontrarían. En esta ocasión, cuatro amigos decidieron aventurarse más allá de los límites del pueblo: Finn, un joven curioso con gafas grandes y pelo rubio ; Evelyn, una niña reservada con una percepción por las historias oscuras; Oliver, el bromista del grupo, siempre lleno de ideas atrevidas; y Iris, una chica tranquila pero con una valentía inusual.—Este es el año —dijo Oliver, con una sonrisa peculiar—. Vamos a encontrar al fantasma de la mansión de los Nocturna. Dicen que tiene poderes para cambiar las estaciones y que guarda el secreto de la vida eterna.—¡Deberíamos tener más cuidado! —replicó Finn, nervioso—. He oído que quien se acerque demasiado puede quedar atrapado para siempre en el crepúsculo.

Evelyn asintió, con su mirada fija en la mansión—. Pero si hay alguna verdad en ello, debemos descubrirla. Y, además, no quiero pasar toda mi vida preguntándome qué hay ahí.

Luna Nocturna, quien los había estado observando desde una ventana de la mansión, sonrió de manera antigua. Sabía que los cuatro amigos se acercaban... y les esperaba un destino que nunca podrían imaginar.
Los amigos caminaron hasta llegar al portón oxidado que protegía la entrada de la mansión. Estaba entreabierto, como si alguien los invitara a pasar. Sin embargo, una ráfaga de viento frío los detuvo en seco.—Esto... esto no parece buena idea —susurró Finn, temblando.


—No seas cobarde, Finn —dijo Oliver, empujando el portón. Un chirrido agudo rasgó el aire y resonó como un lamento de almas atrapadas.

Entraron en el jardín, donde los árboles parecían estar rotos bajo el peso de los secretos que guardaban. Flores marchitas cubrían el suelo como si fuesen los restos de un pasado olvidado. Al acercarse a la puerta principal, esta se abrió lentamente, revelando a Luna, de pie en el  suelo, con una sonrisa tan dulce como misteriosa.—Bienvenidos —dijo, su voz suave como una brisa de invierno—. Estaba esperándos.—¿Eres Luna Nocturna? —preguntó Evelyn, con una mezcla de curiosidad y temor.


—Así es. —Luna inclinó ligeramente la cabeza—. Y vosotros sois los intrépidos exploradores que buscan respuestas. Pero tener cuidado, no todas las respuestas son agradables.

Oliver, sin poder contenerse, rió. —¿Así que eres la guardiana de los secretos de esta mansión? Vamos, no puede ser tan malo.Luna parpadeó lentamente, su sonrisa se desvaneció por un instante, y sus ojos oscuros brillaron con una luz extraña. —Hay cosas que ni siquiera yo comprendo... cosas que se ocultan en las sombras, esperando su momento.De repente, un estruendo sacudió la mansión. Las luces parpadearon y un susurro helado recorrió el aire. Luna giró sobre sus talones, con su vestido girando como una sombra danzante.—Seguirme, pero no os quedeis atrás —ordenó—. Porque una vez que entreis aquí, no hay vuelta atrás.



Luna guió a los amigos por un laberinto de pasillos oscuros y retorcidos, donde cada esquina parecía esconder un monstruo, y las paredes crujían como si estuvieran respirando. Finalmente, llegaron a una gran sala llena de espejos rotos, con pedazos de cristal esparcidos por el suelo como fragmentos de estrellas caídas.—Este es el lugar donde las almas vienen a reflejarse —dijo Luna, deteniéndose frente al espejo más grande—. Los espejos aquí no muestran tu reflejo verdadero, sino el de tu alma.Los amigos se acercaron con miedo, observando cómo los cristales mostraban versiones distorsionadas de sí mismos: Oliver se vio como un anciano pálido  y débil; Finn apareció cubierto de cicatrices y ojos llenos de tristeza; Evelyn vio una sombra sin rostro; e Iris se reflejaba como un fantasma, una figura difusa y perdida.


—¿Qué... qué es esto? —exclamó Oliver, retrocediendo.

Luna se rió, un sonido que era mitad risa infantil, mitad algo más siniestro. —Son tus futuros, o tus pasados... o quizás tus peores temores.De repente, un crujido resonó en la sala, y los espejos comenzaron a vibrar. Las imágenes dentro de ellos se movieron, como si cobraran vida, y lentamente empezaron a salir de los espejos, acercándose a los amigos con manos extendidas y ojos vacíos.—¡Corre! —gritó Luna, y por un instante, sus ojos brillaron con un reflejo de pánico—. ¡No dejeis que os toquen!


Mientras corrían por el laberinto de pasillos, con las versiones distorsionadas de ellos mismos persiguiéndolos, Luna lideró el camino, tomando camínos rápidos y dejando atrás las puertas que se cerraban de golpe tras ellos.

Finalmente, llegaron a una habitación cerrada por una puerta pesada. Luna la abrió de un empujón, y todos entraron rápidamente antes de que la cerrara de un portazo. Cansados, los amigos trataron de recuperar el aliento.—¿Qué eran esas cosas? —preguntó Evelyn, su voz temblando.—Sombras de caramelo —dijo Luna, su tono más sombrío que antes—. Copias imperfectas de quienes fueron, alimentadas por tus propios miedos.Oliver preguntó con curiosidad. —¿Estás diciendo que nosotros las creamos?Luna asintió lentamente. —En parte. Pero no deberían existir aquí... a menos que algo o alguien los haya traído.


La habitación donde estaban era un estudio, con estantes llenos de libros antiguos y artefactos extraños. En el centro, un espejo intacto y perfectamente pulido se alzaba, distinto a todos los demás.

Luna se acercó al espejo con paciencia. —Aquí está el corazón de la mansión. Este espejo es la llave... y también la puerta.Sin previo aviso, el espejo se iluminó con una luz blanca, cegadora, y una figura emergió lentamente de él: una versión más oscura de Luna, con los ojos completamente negros y una sonrisa retorcida.—Por fin... estás aquí —dijo la otra Luna—. Es hora de decidir quién de nosotras debe quedarse.La Luna original se volvió hacia los amigos, su rostro lleno de miedo y determinación. —Vosotros teneis que  ayudarme a elegir. La mansión no permitirá que ambas existamos por más tiempo.


Continuará...

En la sala del espejo, los amigos deben enfrentarse a la decisión más oscura: ¿Cuál de las dos Lunas es la verdadera? ¿Y qué consecuencias traerá su elección para ellos y para el destino de Cielo Negro? La línea entre el bien y el mal se vuelve más difusa con cada momento que pasa.

Sombras de CarameloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora