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Checo siempre solía esperar en la sala de estar a que su novio Lewis llegase de trabajar. Le gustaba matar el tiempo cocinando para él, o quizás viendo la serie que solían ver por la noche los dos juntos.

El joven Sergio de 21 años no sabía, no comprendía o simplemente no aceptaba el hecho que su novio siempre llegaba con un olor diferente a casa, un olor a limpio pero a sucio a la vez, un olor a sexo.
Conste que hace mucho que no tenían relaciones ellos dos, así que sabía que había algo más que su novio estaba haciendo.

Esa tarde había invitado a su amigo que era más grande y fuerte que él, Max, el rubio que volvía locas y locos a todos por su belleza. Le había dicho de todo lo que estaba viviendo, porque lo estaba llamando al borde de las lágrimas ante sus sospechas.

Este no tardó mucho tiempo en llegar, se encontraba abrazándolo sentado en el sillón, intentando calmarlo por su llanto incontrolable.

—Pero Max, por más que intento olvidarlo, más me duele. —dice con lágrimas en los ojos y la voz rota. —No puedo dejarlo.

Dice por último Sergio, llevando sus manos a su propia cabeza, flexionando sus rodillas para esconder su rostro ahí mismo.

Verstappen no supo que hacer en realidad, ya que su amigo estaba bastante dolido con la noticia que acababa de recibir.
Su enojo aumentó al ver la escena, ¿cómo es posible que Lewis haya engañado al lindo de Sergio? Si es un hombre perfecto.

—¿Pero por qué lo prefiere a él y no a mí? —siente el aire se va de a poco. —¿Qué tiene él que no tenga yo? —susurra para ellos dos, con la voz en un hilo desesperante.

Ahogó pequeños gritos silenciosos en el pecho de Max, su amigo intentaba calmarlo como sea.

—Shh, Sergio, todo está bien, estoy yo.

Sergio sólo se aguantaba las lágrimas, las cuales no quería que las viera su amigo.

—Mírame, por favor.

Murmuró el rubio cerca de su oído, para que el mexicano pudiera distraerse un poco.
Luego tomó distancia para verlo a los ojos, los cuales estaban rojo y llorosos.

Secó sus lágrimas con cuidado y sonrió cuando vio su cara rojita, ya que se le notaban aún más sus pecas.
Con confianza se acercó y juntó sus narices para rozarlas entre sí, amando la sensación, ya que su amigo se estaba calmando con aquello.

—Estoy aquí, bonito, estoy aquí.

Murmura Max, cerrando sus ojos y acariciando sus mejillas.
Sus respiraciones chocaban, y eso aumentaba la tensión entre los dos, pero ninguno decía nada al respecto.

Sergio lo miraba, o al menos una parte de su rostro. ¿Siempre fue tan lindo?

Vaya, Sergio nunca se fijó en su amigo, porque siempre tuvo ojos para una persona, era fiel, y se notaba. Pero ese día en especial quiso mandar todo a la mierda, porque había dado por terminado lo que tenía, o lo que creía haber tenido con Lewis.

Con confianza se acercó un poco más y besó sus labios, algo que sorprendió al mayor, pero no se quejó en lo absoluto, era lo que más anhelaba.
Sus labios se movieron encima de los suyos, pero fue un beso tierno. Un beso cálido que derritió a Sergio, su mente se despejó de un momento a otro gracias a tan lindo acto.

Pero estaba desesperado, y se notaba, ya que a la más mínima pizca de confianza que le brindó el rubio, se subió arriba de su regazo para sentarse en sus piernas.
Lo abrazó por el cuello y cerró sus ojos para profundizar aún más el beso, el cual se volvió candente.

El pequeño y redondo trasero de Sergio estaba encima suyo, casi rozando con su entrepierna, y eso le preocupaba, porque cada cosa o movimiento que hacía el menor lo calentaba.
Y fue como si le leyera la mente, ya que comenzó a moverse lento pero seguro, tocando ese punto tan delicioso para Max.

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