Hace miles de años, el poder se conquistaba principalmente mediante la
violencia física, y se mantenía con la fuerza bruta. No había necesidad de sutileza: un
rey o emperador debía ser inmisericorde. Solo unos cuantos selectos tenían poder,
pero en este esquema de cosas nadie sufría más que las mujeres. No tenían manera
de competir, ningún arma a su disposición con que lograr que un hombre hiciera lo
que ellas querían, política y socialmente, y aun en el hogar.
Claro que los hombres tenían una debilidad: su insaciable deseo de sexo. Una
mujer siempre podía jugar con este deseo; pero una vez que cedía al sexo, el hombre
recuperaba el control. Y si ella negaba el sexo, él simplemente podía voltear a otro
lado, o ejercer la fuerza. ¿Qué había de bueno en un poder tan frágil y pasajero? Aún
así, las mujeres no tenían otra opción que someterse. Pero hubo algunas con tal ansia
de poder que, a la vuelta de los años y gracias a su enorme inteligencia y
creatividad, inventaron una manera de alterar completamente esa dinámica, con lo
que produjeron una forma de poder más duradera y efectiva.
La opresión y el desprecio, así, eran y deben haber sido en
general la suerte de las mujeres en las sociedades jóvenes; tal
estado estuvo vigente hasta que siglos de experiencia les
enseñaron a sustituir la fuerza por la maña. Las mujeres intuyeron
al final que, puesto que eran débiles, su único recurso era seducir;
comprendieron que si dependían de los hombres por la fuerza, ellos
podían depender de ellas por el placer. Más infelices que los
hombres, deben haber pensado y reflexionado antes que ellos;
fueron las primeras en saber que el placer estaba siempre bajo la
idea que uno se hacía de él, y que la imaginación llegaba más lejos
que la naturaleza. Una vez entendidas estas verdades básicas, las
mujeres aprendieron primero a velar sus encantos a fin de
despertar curiosidad; practicaron el difícil arte de rehusar aun
cuando desearan consentir; y desde entonces, supieron encender la
imaginación de los hombres, incitar y dirigir deseos a su antojo, y
fue así como nacieron la belleza y el amor. Entonces, el had mujeres se volvió menos áspero; esto no quiere decir que hayan
conseguido librarse por completo del estado de opresión al que su
debilidad las condenaba; pero, en el estado de guerra perpetua que
sigue existiendo entre mujeres y hombres, se les ha visto, con
ayuda de las caricias que fueron capaces de inventar, combatir sin
tregua, vencer en ocasiones y, a menudo más hábilmente, sacar
provecho de los recursos dirigidos en su contra; a veces, también,
los hombres han vuelto contra ellas las armas que ellas mismas
forjaron para combatirlos, y su esclavitud se ha vuelto mucho más
severa por este motivo.
CHODERLOS DE LACLOS, SOBRE LA EDUCACIÓN DE LAS
MUJERES
¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hombre el
sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo. ¿Qué
es lo malo? Todo lo que proviene de la debilidad. ¿Qué es la
felicidad? El sentimiento de lo que acrece el poder; el sentimiento
de haber superado una resistencia.El peligro se cuenta entre las repercusiones de una seducción
satisfactoria. Una vez llegadas a un extremo, las emociones suelen oscilar en la dirección opuesta, hacia la lasitud, la desconfianza y la desilusión. Cuídate de una larga, interminable despedida; insegura, la víctima se aferrará, y los dos sufrirán. Si vas a romper, haz el sacrificio rápida y
repentinamente. De ser necesario, rompe deliberadamente el encanto que has creado. Si vas a permanecer en una relación, guárdate del decaimiento del empuje, la reptante familiaridad que estropeará la fantasía. Si el juego debe continuar, se impone una segunda seducción. Jamás permitas que la otra persona deje de valorarte: sírvete de la ausencia, crea aflicción y conflicto, mantén en ascuas a lá persona .?Presta atención a los detalles
Las nobles pa-labras de amor y los gestos imponentes pueden ser
sospechosos: ¿por qué te empeñas tanto en complacer? Los detalles de una
seducción —los gestos sutiles, lo que haces sin pensar— suelen ser más
fascinantes y reveladores. Aprende a distraer a tus víctimas con miles de
pequeños y gratos rituales: amables regalos justo para ellas, ropa y
accesorios destinados a complacerlas, actos que den realce al tiempo y
atención que les dedicas. Todos sus sentidos participan en los detalles que
orquestas. Crea espectáculos que las deslumbren; hipnotizadas por lo que
ven, no advertirán lo que en verdad te propones. Aprende a sugerir con
detalles los sentimientos y el ánimo apropiados.Los hombres que han practicado el amor han tenido siempre
como máxima que no hay nada comparable a una mujer arreglada.
Asimismo, cuando se reflexiona en que un hombre desdeña, arruga,
retuerce y resta importancia a las mejores galas de su dama, y en
que obra su ruina y perdición en favor de los grandiosos paños de
oro y telas de plata, el oropel y las sedas, las perlas y piedrasreciosas, se ve que su ardor y satisfacción aumentan muchas
veces, mucho más que con una simple pastora u otra mujer de igual
condición, por bella que sea. • ¿Y por qué antaño se juzgaba a
Venus tan hermosa y deseable sino porque, con toda su belleza,
siempre iba elegantemente ataviada, y por lo general perfumada,
pues su dulce aroma se percibía a cien pasos de distancia? Porque
siempre se ha dicho que los perfumes son una gran incitación al
amor. • Esta es la razón de que las emperatrices y grandes damas
de Roma hicieran mucho uso de tales perfumes, como lo hacen
nuestras grandes damas de Francia, y sobre todo las de España e
Italia, que desde tiempos inmemoriales han sido más curiosas y
exquisitas en sus lujos que las francesas, así en perfumes como en
vestidos y majestuosos atuendos, de los que las bellas de Francia
han tomado los patrones y copiado la primorosa factura. Por lo
demás, aquellas, italianas y españolas, aprendieron lo mismo de
viejos modelos y antiguas estatuas de damas romanas, que aún
pueden verse entre otras antigüedades que restan en España e
Italia; las que, si un hombre examinara con cuidado, encontrará
muy perfectas en modo de peinado y atavío, y muy adecuadas para
incitar al amor