Louis se levantó y sacó un frasco de plástico con medicamentos del bolsillo de atrás, poniéndolo al lado de Harry. El otro agente parpadeó.
— ¿Qué es? —preguntó con suspicacia.
—Las píldoras que me dio la paramédica —murmuró Louis—. Deberían ayudarte. —Harry miró el bote y luego a Louis. Este asintió con la cabeza lentamente. Louis empezó a retroceder lentamente—. Nos vemos pronto…—le susurró antes de girar y salir de la habitación rápidamente.
Harry tomó aire para hablar, pero Louis ya se había ido, y Harry no tenía la fuerza o la habilidad para perseguirle. Se tumbó lentamente sobre su lado bueno apoyando la cabeza sobre una almohada delgada.
Las palabras que había querido decir se quedaron atrapadas en la garganta, y cerró los ojos con fuerza con pequeñas gotas brillando en sus pestañas.
En la habitación delantera, Henninger se giró cuando Louis entró.
— ¿Acomodado?
—Tanto como puede…—murmuró Louis mientras se frotaba un punto de tensión en la parte posterior de su cuello.
—Acabo de recibir una llamada de un amigo en la Policía De Nueva York —le dijo Henninger emocionado—. Han localizado el taxi que se usó.
Louis se animó y le miró expectante. Sonó el timbre de la puerta y Henninger se dirigió hacia el intercomunicador para responder.
— ¿Y bien? —exigió Louis con impaciencia—. ¿Dónde lo encontraron?
—A dos manzanas de aquí…—respondió Henninger con una sonrisa mientras apretaba el botón que permitiría a Sears y Ross entrar.
La adrenalina comenzó a bombear a través del cuerpo de Louis cuando la posibilidad de atrapar al hombre se hacía más plausible. Si tenían el taxi, podrían seguir el rastro.
Y Louis podía rastrear cualquier cosa y a cualquiera, ya fuera en zonas apartadas, desierto, o en las calles de Nueva York, se mostró confiado de ese hecho. Lo tenían.
Sólo pasó un minuto más o menos antes de que Sears y Ross entraran por la puerta, pero esperarles fue una tortura. Mientras esperaban, Louis y Henninger se situaron ante los grandes ventanales que se alineaban al otro extremo de la habitación, y Henninger le explicó lo que había por el barrio mientras esbozaban un plan de acción.
—Tomlinson, no puedo decir que sea bueno volver a verte…—saludó la agente especial Sears, apartándose el pelo rubio sobre el hombro— ¿Cómo está? —peguntó con preocupación.
—Malherido—respondió Louis serio.
Ross estaba a su lado con aspecto molesto.
—Intentamos llamarte…—dijo a Henninger.
—Este edificio tiene una recepción de mierda…—murmuró Henninger incómodo al mirar a su teléfono que nunca había sonado.
Louis asintió con la cabeza a los dos, de repente muy consciente de las salpicaduras de sangre por el accidente que manchaban su ropa arrugaba y el hecho de que parecía que había pasado por el centrifugado durante una hora.
Le parecía que hablaba de sus fracasos, que ni siquiera había sido capaz de proteger a su compañero y mucho menos atrapar al asesino que había atacado.
—Gracias por venir —dijo a los dos en voz baja, sin un rastro de disculpa o vergüenza en su voz. Sin embargo, había impaciencia, y estaba prácticamente vibrando en sus zapatos.