Capitulo 1: En un principio

16 0 0
                                    

En el principio, Dios, en su infinita bondad, creó la tierra y a sus primeros hijos, Adán y Eva. En el Edén, vivían en paz, alimentándose del árbol de la vida, caminando junto a su Creador en un mundo de pureza y amor.

Pero aquella armonía se quebró cuando una presencia oscura, disfrazada de serpiente, se infiltró en el jardín. Con susurros seductores, la serpiente convenció a Eva de probar el fruto prohibido, prometiendo sabiduría y poder. Adán pronto la siguió, y en ese instante, el paraíso cambió para siempre. La luz del Edén se apagó y el corazón de Dios se llenó de tristeza.

Dios, dolido por la traición, los desterró, condenándolos a una vida de sufrimiento y muerte. Perdieron todo por un engaño cruel.

Pero, ¿y si esa no fuera toda la verdad? ¿Y si el origen de su caída esconde algo más profundo y desgarrador?....

Que pasaría si te dijera...que la historia, está mal contada?....

HEREDEROS DE LA OSCURIDAD

El sol abrasaba sin clemencia el inmenso desierto, teñido de un rojo feroz que se fundía con la arena incandescente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El sol abrasaba sin clemencia el inmenso desierto, teñido de un rojo feroz que se fundía con la arena incandescente. El horizonte, ondulante y confuso, parecía una cicatriz sobre la tierra, un umbral entre el mundo de los mortales y algo mucho más antiguo. No había refugio en ese lugar abandonado por el tiempo, donde el calor se sentía como cuchillos en la piel y el aire vibraba con un silencio expectante. Un silencio roto por gritos ahogados, distorsionados por el viento ardiente.

En la distancia, criaturas de pesadilla corrían despavoridas, bestias deformes de garras y alas desgarradas que se arrastraban por la arena como sombras condenadas. Los demonios, huían aterrorizados. Pero no del calor abrasador del desierto ni de sus propios instintos. Corrían como nunca antes lo habían hecho, arrastrando sus cuerpos monstruosos por la arena que los quemaba, como si la tierra misma los rechazara. Sus garras hundían surcos profundos en el suelo, sus alas rasgadas batían con torpeza en el aire, pero ni sus esfuerzos ni sus gritos los salvarían. Algo peor que ellos mismos los acechaba.

El cielo comenzó a temblar, una grieta invisible se abrió en el tejido de la realidad, y desde lo alto, descendió una figura que no pertenecía a este mundo. Un ser que irradiaba poder puro, una autoridad que aplastaba el espíritu con solo contemplarlo.

Era un Ángel.

Su armadura, brillante como mil lunas y a la vez oscura como la profundidad más insondable, centelleaba bajo los rayos agonizantes del sol, creando reflejos que cegaban a quienes osaban mirarlo directamente. Sus alas, vastas y majestuosas, se desplegaban con una elegancia aterradora, como una tormenta celestial que se abalanza sobre el mundo. Cada batir de esas alas traía consigo un estruendo que resonaba en lo profundo de la tierra, un eco del poder divino que anunciaba la muerte. En su presencia, el aire mismo parecía temer.

El Ángel no necesitaba levantar un arma. Con solo un gesto, su mano trazaba líneas en el aire, y de esas líneas surgían ráfagas de pura energía celestial. Esas ráfagas descendían como estrellas fugaces, ardientes y letales, golpeando la tierra y convirtiendo la arena en cristal líquido con explosiones que hacían temblar el suelo bajo los pies de las criaturas que intentaban escapar. Los demonios gritaban, un coro infernal de agonía y desesperación. Pero el Ángel no se detenía. No había clemencia en su labor, solo la implacable furia de lo sagrado purgando lo profano.

HEREDEROS DE LA OSCURIDAD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora