Sábado por la mañana, salté de la cama y me puse mi mejor vestido. Lavé mi cara y cepillé mis dientes, me hice un peinado con el pelo suelto.
Mire por mi ventana, el Clima se sentía cálido y fresco contra mi piel. Me recordaba a mi niñez. Cuando con mi madre salíamos a jugar entre los jardines de mi abuela Mara.
Me puse un saco de verano y así salí, en busca de ti. Saqué mis auriculares del bolsillo, mi playlist favorita empezó a sonar, mientras seguía mi camino hacía tu casa. Todas las canciones me recordaban a vos, como tus chistes me hacían reír o la forma en la que acariciabas mi pelo para dormir.
Iba pasando por nuestro camino favorito, ese que tenía las flores violetas que tanto te gustan, y los árboles con esas hojas tan verdes como el colibrí, tu animal favorito. Mi paseo se acortaba según llegaba donde te encontrabas.
Tuve que saltar varios charcos de barro para no ensuciar mis zapatos rosados, el paisaje se veía muy lindo. A lo lejos se veían los edificios de la ciudad, los edificios estaban de un naranja abandonado, las colinas que los sostenían, los iban consumiendo de a poco, estos edificios estaban rodeados por ramas y árboles.
Yo iba caminando por un sendero bastante alejado de la ciudad, me mantenía tranquila el silencio y la paz que podía encontrar acá, la música que estaba escuchando también me estaba relajando de más. Esquive varias ramas y raíces que estaban sueltas por todas partes, por suerte ya me conocía el camino de memoria y podía rodearlas con éxito.
La laguna se encontraba a mi derecha, tenía animalitos nadando en ella, más que nada había unos patos, jugando entre ellos y haciendo ruidos un tanto molestos, pero no irritantes.En el cielo se veían las cotorras y como siempre se los escuchaban gritar, estaban volando en círculos. Y por muy pocos minutos se podían apreciar un par de colibrís en las flores.
Me desvié del camino por unos minutos, así iba a comprar algo para que podamos comer y tomar. En unos metros a la izquierda había una casa solitaria que tenía un almacén, siempre que iba a visitarte pasaba por ahí para comprar suministros.
Como siempre, cuando llegaba al lugar, al abrir la puerta una campanita sobre la puerta tintineaba. La viejita de todos los días me recibía con la misma sonrisa, amplia y brillante. Me saqué los auriculares y le devolví la misma sonrisa.
- ¿Cómo anda doña Carmen? - le dije con cariño.
- Muy bien ¿y tú, mi niña? Hace tiempo que no te veía por estos lados.
- Estuve muy ocupada con los estudios, la facultad me tiene muy estresada y casi no salgo de mi casa.
- Ya me imagino querida, hace días te estoy esperando y no venías. Ya me estaba preocupando, capaz te había pasado algo y no podías venir.
- No se preocupe Carmen, todo está bien conmigo. Solo es mucho estudio. - dije, ella me sonrió y yo pase a caminar por las góndolas del lugar, viendo que me puedo llevar y que no.
En uno de los estantes vi tu snack favorito, los doritos. Y en las heladeras estaban las Pritty de limón. Recuerdo cuando me hiciste probarlas por primera vez y no me había gustado. La había sentido muy amarga y poco dulce, pero tu risa fue la mejor parte de ese recuerdo.
Agarré tus cosas favoritas y fui en busca de las mías. Papas fritas comunes con un Aquarius de Uva. Hasta en gustos éramos muy opuestos, pero lográbamos complementarnos mucho en otros aspectos.
Recorrí un poco más a ver sí así encontraba algo más de mi interés, pero ya nada más me gustaba. Fui a que Carmen me cobrara. Me acerque con el canastito azul, y lo apoye sobre la mesada donde se pagaba. Fui sacando las cosas y Carmen las iba buscando en el sistema.
Pagué el precio total, y me despedí de Carmen, prometiéndole que pronto vendría con ella a tomar unos mates con bizcochuelo.
Volví a tomar nuestro camino y cada vez me sentía más cerca tuyo, sabía que todavía faltaban unos minutos para llegar, pero mi entusiasmo por verte era tan grande que me hacía sentir que estaba ya a tu lado.
A lo lejos pude visualizar esa fábrica en la que solemos encontrarnos todas las tardes. Saqué mi teléfono de mi bolso y revisé la hora; 15:26 de la tarde. Esta vez llegue un poco más temprano de los que acostumbramos, pero mi emoción no aguanta más y me hizo llegar antes.
Tuve que levantar mi cabeza para mirar lo alto del lugar. Al entrar seguía llena de moho y con goteras por todas partes, tal y como lo recordaba. Los charcos de agua que se filtraban por los techos hacían que todo se sintiera más abandonado que de costumbre.
Subí por las escaleras, teniendo cuidado de por donde pisaba, ya que estaba todo destruido por la humedad. El olor que había quemaba mi nariz y me hacía taparme con mi mano. Con mi mano libre agarraba mi vestido blanco floreado para que no se manchara con nada.
Y por fin llegue.
Llegue a tu lado, amado mío.
Mi hermoso Mariano, estabas acostado en el piso encima de una manta blanca, tenías puesto tus jeans favoritos, y una remera blanca clásica. Parecías dormido, me acerqué a donde te encontrabas y me senté a tu lado, acaricié tu dulce rostro y dejé un beso en tus labios. Acaricié tu cabello y sonreí al verte.
-Te extraño - dije – tanto que no te imaginas como duele ya no tenerte. No entiendo como pudiste hacerme eso, como pudiste traicionarme de esta manera. Abrí mi corazón a vos, y lo pisaste como si fuera una simple hoja de otoño.
Una lágrima cayó por mis mejillas y aterrizó en tu cara. Quise que fuera mentira todo esto, deseaba que nunca me hubieras traicionado, que jamás hubieras hecho lo que hiciste, pero no te importo, e igualmente me lastimaste. Entonces yo tuve que devolverte el favor.
-Siempre me imaginé un futuro a tu lado, íbamos a ser felices para siempre, pero buscaste la felicidad en otra persona, yo no te fui suficiente y me cambiaste por una zorra barata. Tiraste meses de amor a la basura por nadie, y, aun así, yo sigo amándote, sigo visitándote todos los días. —Estaba conteniendo mis lágrimas, no quería que él me viera así.
- Yo también tengo que participar, mi sufrimiento es tan real como el de tu madre, pero nadie jamás entenderá por qué lo hice. Se que estuvo mal, pero tenía que hacerlo, sino como sacaría mi enojo ¿gritándote? ¿insultándote? No, eso no sería suficiente, por eso hice lo que hice.
De a poco mi triste fantasía comenzó a volver a la realidad, esa realidad en la que vos ya no estás. Ya no voy a verte, ni tocarte.
Mi alrededor se fue cambiando, capaz la fábrica seguía igual de destruida que antes, pero ahora se veía más oscura, desolada y triste. El clima de afuera ya no era cálido, sino que era frío y húmedo, mis ropas estaban mojadas, ya que afuera llovía a cántaros.
La tristeza inundó mi pecho tan de la nada que sentí un peso gigante, mi mente fue mostrándome lo que en realidad pasaba.
Todo se torno oscuro, todo se volvió siniestro. Él ya no parecía dormido, sino más bien muerto. Su cuerpo era el que largaba ese olor que me hacía doler la cabeza, se estaba descomponiendo más rápido de lo que esperaba.
Su cara ya no era la misma, estaba muy distinta, él se veía distinto. Quise llorar, quise gritar pero no quería sentirme débil.
Todavía estaban las marcas en su cuerpo, las marcas que lo llevaron a su más reciente estado. Recuerdo como las hice, recuerdo todo de esa noche, pero no quiero volver ahí, no quiero sentir esa ira que sentí esa vez.
Solo quería volver a sentirme cálida en tus brazos, tus húmedos labios contra los míos, quiero volver a estar contigo, pero eso ahora parece algo imposible.
Deje las cosas que compre a un lado, y me fui de ahí. Prometiéndote volver a visitarte, y llevarte tu snacks favoritos.
Voy a amarte por siempre mi amado.