Capítulo 4: Arrepentido?

79 14 20
                                    

Santos

El día en que salvamos a Bárbara de aquel incendio creí que la perdía, con ella mi hijo, creí que mi alma se iría con ellos. Pero verla a salva que nuestro hijo también lo estaba fue un alivio. El doctor Arias me indicó que todo estaba bien con ellos a pesar de que estuvo a punto de abortar.
Al enterarme de ésto yo me quería matar, todo por no estar aquí, pudieron haber muerto, que irresponsable había sido.
Cuando me dieron el permiso de verla resulta que estaba con Marisela, estaban hablando, Bárbara le decía que había llegado a su límite y que si quería ser feliz conmigo que lo hiciera.

Ciegamente pensé que le estaba mintiendo porque Bárbara no sería capaz de dejar las cosas tan fáciles, tuve ganas de entrar y gritarle que dejara de mentir. Que si lo decía era para distraer a su hija y darle una apuñalada en su espalda en cuanto menos lo esperara.

En cambio me quedé en la sala sin formar ningún escándalo, ya el tiempo me dará la razón.

Después que ella quedó a solas, me asomé a la habitación para saber cómo estaba, Bárbara me dijo que estaba bien, cansada, pero bien al fin y al cabo.

No quiso hablar más y yo tampoco lo deseaba, así que la dejé sola. Fue mi peor error, ya que días posteriores a este, cuando ya podía regresar a su hacienda, Bárbara se fue, desde entonces no supe nada de ella. Pues, no venía a Altamira, no mandaba a Juan Primito a vigilarme... Nada.

Se sentía tan extraño que me parecía irreal todo esto. Al principio fue un alivio no tener que lidiarla todo el tiempo, en cambio, después se volvió insoportable, ya no lo veía cerca ni estando pendiente de mí. ¿Qué le pasó?
Traté de olvidarme de eso y mejor irme a buscar a la mujer que amo, a Marisela. Me fui a San Fernando para insistir a estar con ella. Fue difícil pero lo logré. Mandé preso a Gonzalo y su cómplice Fidel Castel.

Regresamos los dos juntos a El Progreso para vivir juntos en Altamira, sabía que la noticia volaría como polvera por todo el pueblo, que más temprano que tarde Bárbara se enteraría de nuestro regreso, conociéndola como la conozco vendría a formarnos un escándalo y estaría listo para enfrentar la furia de esa fiera.
Sin embargo no fue necesario, ella jamás llegó, es más le envío una carta a Marisela deseándole que sea muy feliz y que además tenía su bendición.

¿Es en serio? ¿Bárbara se rendía así no más? ¿Dónde está la trampa? Bárbara no actuaba de esa forma si no tenía un as bajo la maga, por segunda vez estaba equivocado, no habían trampa por lo que me tenía desesperado. No podía bajar la guardia, las fieras se quedan quietas esperando el momento oportuno para atacar y no podía permitirlo.

El tiempo pasó, Marisela y yo nos dimos el sí frente al atar, claro que tuvimos miedo a que ella apareciera para impedir nuestra unión para toda la vida, una vez más sólo estuvo en nuestras cabezas que algo malo pasaría. Alguien sí apareció en la iglesia con un mandado de ella, Juan Primito le entregó una pequeña bolsa de tela a Marisela en donde contenía un par de aretes. Junto con una nota donde le decía que aquel par de aretes significaba algo muy especial para ella y que era tiempo de que su hija los tuviera. Una vez más le deseó felicidad y nos dio su bendición.
Algo dentro mío se quebro al darme cuenta de que ella no tenía ninguna intensión de volver a verme, de volver a vernos.

Nos fuimos ese día de viaje, antes de querer irme, Juan Primito quería decirme algo importante pero, no había tiempo debía abordar el avión por lo que dije que me lo dijera después que regresara del viaje.

En todo el camino no dejé de pensar en lo que me tenía por decir, ¿qué era? ¿Qué su patrona me esperaba en El Miedo? ¿Que sus deseos hacia su hija de que sea feliz eran falsos? ¿Qué tanto misterio podría ser?

Aparté esos pensamientos de mi mente para concentrarme en mi nueva vida de casado, no debe importarme más que mi matrimonio con Marisela.

Lo intenté, juro por dios que lo intenté, pero no dejé de pensar en Bárbara. Al pasar todos estos años, ella había demostrado ser una gran mujer, que se preocupaba por el bien estar de su hijo, ya no hacía trampas, no robaba, ni mucho menos intrigaba y me daba rabia. Me daba mucha rabia que lo hiciera ahora y no cuando se lo pedí. Me daba bronca que no intentara acercarse a mí de otra manera que no sea por nuestro hijo, Santos Salvador. Lo único que hacía era tener una conversación por cortesía, era muy cortante conmigo así que yo hice lo mismo.
Le demostré que no me importa ella, que era muy feliz al lado de Marisela, que era la mujer perfecta para mí en cambio, ella no reaccionó y mencionó que estaba feliz por ella.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 20 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Enseñándole A OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora