Escogidos

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  Los Índigos no representaban ningún problema ni inquietud para hombres de ciencia, hasta que algo llamó poderosamente la atención del Instituto de Ciencia de Corea, en relación a éste tema.  Ofrecieron una modesta compensación para las familias que llevaran a sus hijos a estudios.  Los mismos debían cumplir con requisitos previamente establecidos.

Es así como muchas familias decidieron llevar a sus pequeños y jóvenes, a quienes consideraban la octava maravilla del mundo. Estos niños ya eran exigidos por sus padres para ser excelentes en diversas áreas educativas.

Varios miembros de la universidad visitaron institutos y colegios promocionando el estudio, afirmando que los participantes serían considerados para becas si eran escogidos. Incluso, fueron a orfanatos en busca de participantes para realizar un estudio completo.

Muchas familias, por no decir la mayoría, llevaron a sus vástagos para ser analizados,  los estudios  consistían básicamente en una serie de pruebas escritas en diversas áreas.

Ese era el primer filtro; luego venían las pruebas de habilidades físicas y, por último, mentales. Ya en esta etapa, solo unos pocos lograban pasar.

  Así que la familia Min llevó a su precioso hijo, de tan solo 8 años,  según ellos poseía una intuición fuera de este mundo. Aunque no era un excelente estudiante, sí tenía calificaciones bastante aceptables. Pero lo que no descifraban era que el pequeño parecía saber lo que otros pensaban, o por lo menos lo intuía.

Pasó a duras penas el primer control y, al llegar a las pruebas de juegos mentales con los científicos, sobresalió por encima del promedio. Mientras esperaba para realizar otros exámenes, empezó a sentir algo muy extraño en la boca del estómago. Era como una sensación de ansiedad que lo arrastraba a buscar algo aunque no sabía exactamente qué. Mientras caminaba se topó con Kim Nam Joon, un niño medio regordete con unos hermosos cachetes. Al mínimo movimiento, se le hacían dos hermosos hoyuelos. Los dos se miraron desconcertados como si se conocieran.

De pronto, sintieron la necesidad de estar uno al lado del otro, aún sin decir una sola palabra. Min Yoon-Gi era un niño algo retraído que no hablaba mucho. Parecía que todo lo decía en su mente, esperando que otros pudieran escucharlo.

De pronto, pensó: "¿Por qué este niño vino a sentarse a mi lado?" A lo que Kim respondió: "- No lo sé, solo tenía ganas" y le mostró una hermosa sonrisa que hizo que sus hoyuelos aparecieran.

Min abrió mucho los ojos, preguntándose:
- "¿Será que lo dije en alta voz?".
RM (Kim Nam Joon) sonrió y dijo: -"Puedo escucharte" aquí, señalando con el dedo en su cabeza.

Suga preguntó en alta voz:
-"¿Cómo es posible?", pudo escuchar en su interior cómo el niño respondía:
- "No lo sé, solo sé que puedo escucharte."

Estando uno al lado del otro, hablando prácticamente de manera mental, se les acercó otro niño de piel un poco más oscura, pelo alborotado y azabache.
-"Yo también puedo escucharlos", dijo,. "Hola, me llamo Kim Tae-Hyun y vengo de Daegu."

Se plantó estirando sus manitas al frente de los dos niños mayores. Bueno, pensaba él que eran mayores, pues eran mucho más altos que él, quien apenas tenía 5 años. Era vivaz, con una mirada penetrante, como si estuviera vigilando todo y buscando la salida ante cualquier inconveniente.

Los tres pequeños estaban así, observando todo y analizando mentalmente, hasta que empezaron a conversar, pero todo esto en sus mentes. Llegaron a pensar: "¡Wow, tenemos superpoderes! Tal vez nos escojan y paguen una buena cantidad de dinero a nuestros padres si pasamos todas las pruebas".

Esta extraña interacción no pasó desapercibida para los empleados que vigilaban las cámaras de los cuartos donde estaban los niños. Algunos jugaban, otros leían, y otros más se reunían juntos, pero sin decirse nada ni interactuar visiblemente entre ellos. Sin embargo, parecía que se entendían por los gestos y sonrisas.

Uno de los guardias fue a conversar con una de las doctoras a cargo sobre el extraño comportamiento de estos grupos. Tal vez no era nada, pero estaban obligados a dar cualquier información sobre los niños si parecía fuera de lo común.

La doctora Ji-Won observó estos grupos con  interés, especialmente a los niños que, aunque reunidos, no decían una sola palabra, pero permanecían juntos interactuando de manera extraña. Ordenó que los vigilaran más de cerca, especialmente a ellos.

Había tres grupos, el primero estaba conformado por 5 niños entre 6 y 10 años, sentados en círculo jugando un con cubos. No conversaban entre sí, solo movían los cubos en una especie de juego. De vez en cuando, alzaban la mirada, pero no se atrevían a ver a los niños que conformaban los otros dos grupos.

El segundo grupo, sentado en la parte más distante de la habitación, reía y se pasaba objetos diversos que estaban en unos muebles. Al igual que los primeros, no hablaban entre sí, al menos no de manera audible. Este grupo lo conformaban 7 niños que parecían tener alrededor de 10 años.

Y por último, estaba el tercer grupo, compuesto solo por tres miembros, de los que ya había hablado. Ellos, sin reparos, observaban a los otros dos grupos mientras parecía que los analizaban.

La doctora buscó la grabación de la cámara, la analizo durante unos minutos y luego decidió trabajar con los tres grupos por separado en habitaciones y con personal escogido por ella misma. No sabía qué pruebas aplicarles ni qué esperaba encontrar, pero sabía que algo estaba pasando y estaba dispuesta a averiguarlo.

Así que al final del día, después de realizar pruebas a una cantidad exagerada de pequeños y adolescentes, solo quedaron unos pocos. Quedaron en total 56 niños, todo esto tras una semana de búsqueda.

Se les pagó a los padres de estos niños y se les animó a traerlos las semanas siguientes para más estudios, con la promesa de pagarles una cantidad más que generosa. También se harían cargo de informar en los colegios que estarían ausentes unas semanas, pero que igual seguirían el programa estudiantil.

Los padres estaban encantados de que sus niños hubieran sobresalido en algo que ni ellos entendían qué era. Pero como todo era organizado por la prestigiosa Universidad de Investigación Científica de Seúl y con la aprobación del gobierno de Corea, estaban más que encantados de alardear de sus hijos.

La siguiente semana pautada para ir al lugar indicado, unos laboratorios en un lugar un poco más alejado de la universidad, los padres de los niños se disponían a llevarlos. Aunque la mayoría no quería ir, se resistían, en especial Suga, RM y V. Sus padres no entendían; siempre habían sido niños obedientes y sumisos, a excepción de Tae, que siempre fue un niño hiperactivo y curioso.

Al ser tan pequeños, no les quedó más remedio que dejarse llevar. Al llegar, los etiquetaron con unas bandas en su muñeca con su nombre, edad y ciudad de procedencia, ya que muchos venían de otras regiones. Al pasar las pruebas, les pagaban el pasaje y hospedaje para que llevaran a sus hijos a Seúl para más exámenes.

Muchos padres regresaron a sus hogares convencidos de que sus niños estarían bien en tan prestigiosa universidad. Lo vieron como ir a un campamento de ciencia. Los recogerían en exactos 12 días, tiempo  que prometieron para terminar sus estudios.

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