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Pov'Alana

Estaba oscuro, muy oscuro, pero no lo suficiente como para no poder verlo. Charles dormía profundamente, su brazo rodeando mi cintura como si nada estuviera mal, como si fuéramos la pareja que siempre habíamos sido. Su respiración lenta y pausada acariciaba mi cuello, y por un momento me permití cerrar los ojos y fingir que todo era como antes. Que todavía éramos felices. Que todavía me amaba.

Pero ya no podía mentirme.

Charles tenía a alguien más. Lo supe la noche en que llegó a casa, tambaleándose, su aliento apestando a alcohol y sus palabras enredadas entre la culpa y la confusión. Se sentó en el borde de la cama, con esa sonrisa perezosa que siempre me había derretido. Pero aquella noche... aquella sonrisa no era para mí. Yo lo supe. Y cuando me lo dijo, mi corazón se detuvo.

—Alana... —susurró entre risas torpes—. Yo la amo... la amo tanto.

Sentí que el mundo se caía en pedazos a mi alrededor. No había sido un error, no había sido un desliz. Era amor. Un amor que no era para mí, un amor que no podía competir, un amor que me había arrebatado lo que siempre creí que era mío.

—¿Qué dijiste, Charles? —mi voz se quebró, pero él no me escuchaba. Ya no estaba ahí conmigo.

—Es que... es que ella... me hace sentir vivo. Me hace sentir... todo.

Y entonces lo entendí. En su embriaguez, me había revelado lo que nunca se atrevió a decirme en sobriedad. Y al día siguiente, no lo recordaba. Despertó como si nada hubiera pasado, me besó la frente, me sonrió, y siguió siendo el hombre amoroso que había sido desde el primer día. Como si todo fuera normal. Como si yo fuera la única.

Pero no lo soy.

Ahora, mientras duermo en sus brazos, sé que esos mismos brazos también han sostenido a otra. Que sus labios, esos que me besan cada mañana, también susurran dulces promesas a ella. Que aunque él nunca me ha dejado de querer, ya no soy la dueña de su amor.

—No puedo competir con ella —susurro para mí misma en la oscuridad, sintiendo el peso de su brazo sobre mí.

Ella es todo lo que yo no soy. Joven, radiante, libre. Tiene una vida llena de emociones que yo ya no puedo darle. Me he convertido en la sombra de lo que alguna vez fui, mientras ella brilla como el sol, cegándolo. Lo veo en la forma en que sus ojos se iluminan cuando piensa que no estoy mirando. Lo siento cuando me toma de la mano, pero su mente está en otra parte, con ella.

—¿Qué tiene ella que yo no? —me pregunto, aunque ya sé la respuesta.

Ella tiene lo que yo ya no puedo ofrecerle. Esa chispa, ese deseo de aventuras, ese algo que lo hace sentirse vivo. Yo lo sé, lo siento. Y aunque Charles me ama, lo hace de una manera diferente. Un amor cómodo, seguro, pero no el amor que lo consume, el que lo quema por dentro. Ese amor lo guarda para ella.

—Te amo, Charles —susurro, con un nudo en la garganta—. Pero sé que tú ya no me amas de la misma manera.

Y él, dormido, no lo escucha. Como no escucha mi llanto en las noches cuando se queda más tiempo en el trabajo, cuando su teléfono vibra en la mesa y no lo contesta, cuando su mirada se pierde en la distancia, pensando en ella.

No es su culpa, me digo. No puede evitarlo. No puedes forzar a alguien a amar, y yo no puedo forzarlo a que me siga amando de la misma manera.

Pov'Charles

—Solecito... ¿qué pasa? ¿No tienes sueño? —miro a Alana a través de la penumbra. Está despierta, sus ojos abiertos, perdidos en algún lugar que yo no puedo alcanzar. Ha estado así últimamente, ausente, como si estuviera aquí, pero no realmente conmigo.

Un novio para mi esposa- Charles Leclerc, Carlos Sainz-+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora