𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝟒.

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«He's so obsessed with himself
He's so heartlees, he wanna get it
He got it, yeah»

Chrome hearted, Jxdn.

Harmony.

El despertador sonó a las diez de la mañana. Luché un poco contra mi instinto de aplazarlo y dormir hasta la una de la tarde, pero había decidido que ese sería un día productivo respecto a la escritura.
De alguna forma u otra iba a escribir una canción, mínimamente.

Quinnie seguía durmiendo a mi lado. Estaba acostada de lado con la lengua fuera y roncaba bastante. No podía negar que no tenía ganas de estar en su lugar.

La ducha de agua casi fría hizo que me despertara por completo y dejara atrás cualquier rastro de cansancio, sé que tendría muchísimo de eso al terminar el día.

Luego de un breve desayuno me senté en el escritorio y abrí la libreta en la que siempre anotaba las letras. Mire todas las paginas que tenía escritas, eran más de la mitad del cuaderno entero, pero la hoja que estaba frente mi estaba increíblemente blanca y parecía interminable, como si nada de lo que pudiera poner en ella fuera suficiente para ocupar su espacio.

Algunas ideas rodeaban mi cabeza que habían surgido de unas fotografías que vi en el perfil de una fotógrafa que posteó retratos muy bonitos de nosotras en el último concierto. Su arte era muy variado; de lo urbano pasaba a la naturaleza en su máximo esplendor. Lo último me recordaba a esa tarde en la casa de la tía Emy.

Un instante antes que el bolígrafo tocase la hoja me detuve. No sabía cómo comenzar. No podía transformar un concepto ni en una sola palabra.

Quise probar de otra forma; escribiendo palabras al alzar.

Reflejo. Atardeceres. Luces. Rosas. Señales. Mariposa. Roto. Pequeño.

Pequeña... mariposa...roto...

Pequeña mariposa con alas rotas.

Ese sería el título. Sonreí, al menos era un avance.

Realmente extrañaba poder escribir canciones como si de respirar se hablase.

Recuerdo que luego de esa tarde en el campo dejaba cualquier cosa que estuviera haciendo y escribía lo que se me venía a la cabeza en las notas de mi teléfono.

Una de esas veces fue antes de nuestro primer concierto en un lugar con bastante capacidad. Nunca sentí tanto miedo de cantar como en ese mismo momento.

Habían comenzado a maquillarnos temprano para que estuviéramos listas con bastante anticipación. Estábamos las cinco en un camerino esperando que fuera el momento de salir al escenario.

En una de las tantas veces que entró Felicity a la habitación nos dijo que faltaba tan solo una hora y media para tocar y ya había muchísima gente. Recuerdo que Heaven empezó a caminar de un lado para otro, Melody se mordía las uñas compulsivamente y Marizza y Cristal estaban muy cariñosas en el sillón.
Al principio pensé que no sería demasiada gente y que solo era una exageración de Felicity, por lo que decidí salir un momento y espiar.

No debí hacer eso.

No quería exhibirme demasiado para no correr riesgo que me vieran, pero en el instante en el que me asomé mi estómago dio un vuelco. No supe la cantidad exacta en el momento, pero las estadísticas llegarían a mí al día siguiente. Quince mil almas esperando a que nosotras saliéramos a tocar.

Hell QueensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora