Miré sus ojos, tan desbordantes de melancolía, tenía hambre, pues saliva de su boca escurría.La enfermedad se asomaba por todo su cuerpo, desde lo bajo hasta lo alto. Tan sólo me pedía comida, con aquellos ojos tan abrillantados que sentía podía ver mi propio mirar. Tan sólo me pedía agua...
Un leve sentimiento de culpa me sobrepasó cuando ignoré su hambriento ser y seguí de largo, camino a casa.
Al amanecer, de nuevo yendo para ese lugar, me lo volví a topar. Las uñas que él poseía eran tan largas y rotas a la vez, tan maltratadas y afiladas que, por un momento, temí que me aruñara.
Mi vista no se iba de él, sentía...¿Cómo se llamaba? Pena.La tela de mi camisa se estiraba, un jalón que me apuraba a seguir, era mi madre.
Temblé por un momento y aclaré mi voz para decirle mi observación.
—Mamá, él tiene hambre— Y lo señalé, a pesar de que me habían dicho innumerables veces que eso era de mala educación.
Ella seguía jalando, tirando sin apartar la mirada de el camino, ella no lo veía.
—Déjalo, es sólo un animal— contestó.
Es un animal. Es sólo un animal... Debe ser, porque ella nunca se equivocaba.
Entonces la seguí, ignorando al animal por segunda vez.
Y aunque no lo veía, la inquietud me persiguió por la mirada que seguramente estaba fija en mí, en mi espalda. Tanto que temblé inquieto por el escalofrío que recorrió mi cuerpo, era como si me estuviera diciendo que no era un animal, que no era sólo un animal, que era algo más ¿a qué se refería con más? No quise indagar más y decidí dejar de pensarlo.Abandoné la culpa y susurré: Es sólo un animal.
Escuché unos ladridos alegando de fondo, intentando llamar mi atención.
Ladrido
Ladrido
A pesar de estar al aire libre, lo escuchaba como eco en una habitación sola, cerrada... Vacía.
...
Desperté en mi cama, aún con eso en mente.
Volví a la imparable rutina, bañarme y alistarme para ir a la escuela.
Esta vez, al pasar por ahí, tocó mi mano.
Había llegado a la conclusión de que él podía ver algo en mí, pues siempre me miraba con aquellos ojos que suplicaban por algo. Pude ver las marcas que dejaban las lágrimas en su pequeño rostro, mismas que imploraban piedad a sus pequeños huesos ya sobresalientes.
Abrió el hocico y sólo oí sus gruñidos. No entendí qué me quiso decir. Sólo escuché gruñidos ininteligibles.
¿Qué era lo que tanto pedía con aquella inquietante mirada?
No lo comprendí. Aparté mi mano de su toque, a la vez que miraba para otro lado.
Es sólo un animal... volví a susurrarme.
Días y días pasaban desde que lo miré.
Días en los que mi pecho se apretaba cada que escuchaba sus gruñidos, o cada que miraba sus cristalinas canicas dirigirse a mi andar. No podía evitar que mis ojos se voltearan en su dirección, yo no quería mirarlo, pero se volvió tan rutinario que sentía la necesidad de asegurarme de que él se encontrara ahí, todavía vivo.Muchas noches no pude dormir por pensar en esos ojos tan vivos y muertos a la vez, por la tristeza contenida en aquel diminuto organismo.
Aquel animal dormía en un pequeño cartón, sucio, sin bañar.
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Es sólo un animal
Short Story"-Mamá, él tiene hambre- Y lo señalé, a pesar de que me habían dicho innumerables veces que eso era de mala educación. Ella seguía jalando, tirando sin apartar la mirada de el camino, ella no lo veía. -Déjalo, es sólo un animal- contestó". -2100 pal...