Capítulo único

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El rugido de la criatura resonaba por todo el campo de batalla, las llamas envolviendo el aire con una intensidad sofocante. Izuku jadeaba, su respiración pesada, pero su mirada seguía fija en el objetivo. A su lado, Chimuelo observaba con ojos afilados, listo para el combate que definía el destino de todos. No estaban solos en esto, no después de todo lo que habían superado.

Katsuki, montado en su dragón, un coloso de escamas rojas y un temperamento tan explosivo como el suyo, volaba en círculos, siempre al acecho, siempre implacable. Había tardado en aceptar el poder de los dragones, en comprender que ellos no eran un simple trofeo el cual cazar y victorear despues. Pero ahora lo sabía. 

—¡Más te vale no cagarla, nerd! —rugió Katsuki, su voz desafiando el rugido de la bestia gigante que enfrentaban—. ¡No tenemos margen para errores!

Izuku solo asintió, su mente ya enfocada. Sabía cómo pensar bajo presión, y si algo había aprendido, era que la fuerza bruta no lo sacaría de esto. No sin Chimuelo, y sí, aunque no lo dijera en voz alta, tampoco sin Katsuki.

La criatura lanzó una ráfaga de fuego que iluminó el cielo. Las llamas rozaron a Chimuelo, pero Izuku ni siquiera parpadeó. Confiaba en su compañero y en el vínculo que habían formado. Era más que control: era sincronización pura. Sin perder el ritmo, Chimuelo desplegó sus alas y esquivó el siguiente ataque con una agilidad que desafiaba las leyes de la naturaleza.

—¡Ahora, Chimuelo! —gritó Izuku, señalando el punto débil que había estudiado desde el inicio.

El plan iba bien. Los ataques combinados entre él y Katsuki estaban debilitando a la bestia. Cada golpe, cada ráfaga de fuego de Explode, cada maniobra de Chimuelo acercaba más la victoria. Pero las batallas no eran siempre predecibles.

Con una velocidad que ninguno de los dos había anticipado, el dragón enemigo lanzó su cola hacia ellos. Fue un impacto brutal, un golpe seco que lanzó a Chimuelo e Izuku como un muñeco de trapo hacia el aire. Todo sucedió en un parpadeo. El cielo se derrumbó a su alrededor, y antes de que Izuku pudiera siquiera reaccionar, el mundo giraba fuera de control.

Los gritos del pueblo, del resto de los jinetes de dragones, retumbaban en sus oídos mientras él y Chimuelo caían. Katsuki, desde las alturas, vio cómo Izuku y su dragón descendían rápidamente, inconscientes, en dirección al caos que ardía debajo.

—¡Izuku! —gritó Katsuki, su voz ronca con un miedo que rara vez dejaba salir.

El dragón de Katsuki se lanzó en picada, las alas rugiendo con el esfuerzo de la velocidad, pero no llegaron a tiempo. Izuku y Chimuelo se estrellaron contra el suelo con un impacto que sacudió el campo de batalla.

Katsuki aterrizó de golpe cerca de ellos, su mirada fija en el polvo y el humo que se levantaban. Su mente, generalmente afilada como una navaja en combate, estaba nublada por el pánico. No podía permitirse perder a Izuku, no después de todo lo que habían superado.

Corrió hacia ellos, ignorando el calor abrasador de las llamas y el rugido de la bestia que aún luchaba. A cada paso, su corazón latía más rápido, el miedo convirtiéndose en rabia, en pura determinación. No podía fallar ahora. No dejaría que todo se desmoronara.

Cuando llegó el aire abandonó sus pulmones. Chimuelo estaba consciente, pero débil, gimiendo de dolor, pero totalmente solo. El asiento donde debería estar Izuku, estaba vacio.

Se llevó las manos a la cabeza con desesperacion y empezó a buscar alrededor, pero no habian señales.

— Hijo... — Un hombre fornido y alto, rubio, se acercó sin poder creer lo que veia y todo lo que habia presenciado.

Dragones |BKDK| ComisionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora