Parte única

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Jeno tanteó con suavidad a su lado, sintiendo el frío de las sábanas deshechas a su tacto. Hizo un mohín de molestía y cambió su posición para así recostarse sobre su espalda. El viento soplaba levemente las cortinas, y la luz se colaba por ellas, golpeando justo en su rostro, por lo que cubrió sus ojos con su antebrazo y bufó con frustración.

Sabía que era muy temprano y apenas estaba amaneciendo, ya que sentía que la temperatura era baja. Pero por más que quería volver a cubrirse con las sábanas y dormir hasta que el ambiente mejore su clima, la ausencia junto a él era muy notoria, y odiaba no sentir la calidez del cuerpo ajeno entre sus brazos.

Murmuró palabras sin sentido mientras se ponía de pie, sosteniéndose de una de las paredes hasta acostumbrarse al movimiento del suelo. Cuando el mareo cesó y pudo dar más de un paso, se encaminó hacia la cubierta del yate con sus ojos aún acostumbrándose al brillo del amanecer, más la imagen que se presentó ante él activó todos sus sentidos, y sintió su corazón palpitar con fuerza.

Era una obra de arte verlo allí, cubriendo su cuerpo con una bata extrañamente enorme que abrazaba su figura a la perfección, a contraluz del alba, las tonalidades cálidas tiñendo su piel mientras la brisa soplaba sus cabellos, su rostro reflejaba total serenidad y el sonido de la naturaleza rodeándolos le hacía parecer como si se encontrara en el mismo paraíso, siendo recibido por el más bello de los ángeles.

Lee deseaba tener una cámara para poder retratar aquel recuerdo para siempre.

Una suave risita lo despertó de su ensoñación, y sus mejillas se tiñeron en un sonrojo, terminando por acercarse más al mayor hasta depositar sus manos en la cintura del mismo.

— No estabas en la cama... — la voz del más alto era ronca, por lo que carraspeó. — Y hace tanto frío...

Una carcajada fuerte salió del de pelo de dos colores, quien se aferró a los hombros adversos y lo miró de pies a cabeza.

— Si te hubieras puesto tu bata y no salías desnudo aquí afuera, estoy seguro que frío no sentirías. — el sonrojo de Jeno se intensificó más, si es que aquello era posible. — Debería agradecer que estemos en medio del mar o cualquiera podría verte así.

El castaño enarcó una ceja mientras acercaba aún más sus cuerpos, sonriendo con diversión al ver el fingido ceño fruncido del más bajo.

— Oh... ¿mi bebé está celoso de que otros me vean como Dios me trajo al mundo?

Renjun trató de mantener su puchero, pero no pudo evitar reírse ante los términos que Lee utilizaba. Golpeando sutilmente el pecho adverso.

— El romanticismo morirá cuando tú lo hagas. — ambos rieron hasta que sus miradas se conectaron una vez más.

Sus pupilas brillaban de felicidad, el amor que ambos sentían se desbordaba por sus poros. Estaban en una posición tan íntima, sus respiraciones se mezclaban y ninguno quería romper aquel contacto visual en el que transmitían lo que con palabras nunca sería posible. Pero cuando por un momento Huang se relamió los labios, los ojos del menor se desviaron y no dudó en romper la distancia, uniendo sus bocas en un lento beso, que poco a poco fue aumentando la intensidad, sin segundas intenciones.

Los rayos del sol ya eran más intensos, penetraban contra la piel de Jeno y se sentía arder levemente, más la boca adversa era tan adictiva, y poco le importaba tener que tratar las quemaduras luego, mientras mayor sea el tiempo en que pudiera besar a su amado.

Si no fuera porque sus pulmones comenzaban a arder, continuarían aquello toda la eternidad, pero ese no era su caso, por lo que de mala gana se separaron, encontrándose con sus labios hinchados y luciendo sus sonrisas cómplices, hasta que Renjun negó y se volteó, dejando al más alto pegarse a su espalda y que reposara la cabeza sobre su hombro, mirando juntos hacia el horizonte.

— Ayer me perdí de ver las estrellas por tu culpa. — murmuró el chino, oyendo la risa nasal que el otro soltaba cerca de su oreja. — No es gracioso, Lee. ¿No sabes lo lindo que es el cielo nocturno cuando estás en medio del mar, alejado de toda contaminación en el aire que perturba a la vista?

Jeno asintió sobre el hombro de su novio, notando que este lo miraba de lado con su ceño fruncido. — Lo sé, pero yo no necesito estar aquí para ver las estrellas en su esplendor. — sonrió divertido al ver como la cara del mayor ahora mostraba confusión. — Porque si te tengo a mi lado puedo ver infinitas constelaciones reflejadas en tus ojos.

El coreano mordió su lengua para reprimir su risa cuando por parte adversa recibió un suspiro y sus orejas tomaban un color rojizo intenso, sabiendo que lo avergonzó con su coqueteo barato.

El silencio cómodo se instaló tras ese momento. Ambas miradas estuvieron clavadas nuevamente hacia la masa de agua frente a ellos. Sumidos en sus pensamientos comenzaron a recordar lo aburridas que sus vidas eran, pasando horas que parecían eternas dentro de un trabajo donde no podían sentirse completos. Ninguno disfrutaba el encerrarse, así fue como se conocieron y sus caminos se unieron, descubriendo a su paso colores que nunca pensaron hallar, decidiendo que era momento de hacer lo que les hiciera felices; estando juntos se sentían en plenitud, y estaban seguros de que encontraron al amor que siempre soñaron.

Jeno y Renjun aparecieron de la nada en la vida del otro, y aunque no tuvieran idea de lo que el futuro les depararía, sabían que estarían juntos por mucho tiempo, porque sus corazones latían al mismo compás y sus almas danzaban de alegría cada vez que se encontraban.

— ¿Qué crees que hay después del mar? — el chino fue el primero en emitir palabra, más lo hizo en un suave murmuro para no interrumpir la paz de la ocasión, volteando su cabeza otra vez para mirar de reojo a su pareja, quien mantenía la vista en su perfil.

— No lo sé. — fue sincero y obvio, sonriendo con diversión al oír el resoplido de la otra parte. Así fue que alejó un poco sus cuerpos para voltear la anatomía ajena y quedar nuevamente frente a frente, dejando de rodearle con sus brazos, elevando su diestra y ofreciendo la misma. — Pero si tomas mi mano, prometo que juntos vamos a resolver tu pregunta.

El más bajo puso sus ojos en blanco y luego asintió, riendo suavemente mientras tomaba la mano ajena y entrelazaba sus dedos. Porque si bien sabía que sería imposible encontrar respuesta a su interrogante, mientras estuviera junto a Lee, no le importaría viajar por todo el mar, o darle la vuelta al mundo.

Fin.

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