Enmendación

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– ¿Estás seguro de esto? –preguntó el más bajito, observando su guitarra con duda para luego dirigir su mirada hacia su amigo, quien se encontraba arreglando el cartel.

Él tan solo suspiró, observando que ya estaba listo, pero no totalmente seguro.

– ¿Tú qué opinas? –le preguntó, siendo notoria su preocupación, cosa que ablandó un tantito el corazón de su amigo, pero tampoco tanto.

– ¿Quieres que te responda como amigo o profesionalmente?

– Como amigo.

– Pues, me parece una pésima idea, humillante –escupió ya sin preocupación alguna, dejando impactado a su amigo.

– Mejor respóndeme profesionalmente...

– En ese caso, me parece una maravillosa y romántica idea, además que necesito el dinero.

Ante eso el contrario tan solo rodó sus ojos, decidiendo no tomarle importancia a lo que opinaba su amigo. De todos modos lo iba a hacer, tenía que.

– No es una pésima idea, es solo que tú no comprendes. ¿Qué otra cosa harías tú en mi lugar?

– En primer lugar, no la hubiese cagado así. Dices que mucho lo amas pero le haces eso, yo sería incapaz de hacerle algo así a mi Emzita.

– ¡Yo lo amo! Tan solo fue un pequeño error...

– Semanas antes de eso me andabas diciendo que le querías cortar.

– Pero eso fue antes de solucionar las cosas.

– Si tú lo dices.

Tuvo que respirar un par de veces, ¿qué sentido tenía seguir insistiendo si su amigo jamás entendería? No tenía interés alguno en comprenderle.

– Como sea, hagámoslo. Vete a tu posición –dijo y empujó al mexicano, quien tan solo atinó a aferrarse a su preciada guitarra mientras caía frente a la ventana de la ex pareja de su compañero.

Miserable –murmuró por lo bajo. Buster le escuchó, mas se hizo el sordo.

Se paró a un lado de su amigo y se agachó para tomar una piedrita que había en el pequeño jardín de la calle, para después apuntar hacia la ventana cubierta por una cortina azul y tirarla allí. No cayó allí, Poco se burló y tomó otra, para tirarla él mismo y, ahora sí, pegarla, generando un no tan fuerte pero sí notorio estruendo.

Tragó en seco, quizás estaba un poco cagado el llamar su atención tirándole piedras a la ventana, pero ya estaba hecho. Quizás estaba cagando también el ir a disculparse de tal manera, con un tonto cartel y su amigo el músico fracasado, pero ya estaba allí, esperando.

Sus pensamientos se quedaron estáticos cuando pudo verle abrir aquella ventana. Observarle nuevamente con el su azul cabello suelto, verlo rebelde y ansioso debido a la brisa nocturna. Hacía un frío horroroso, pero él estaba allí parado, esperando.

Al notar de quién se trataba el asiático tan solo resopló con molestia, comenzando a cerrar la ventana. No iba a permitir aquello, ya se estaba humillando lo suficiente como para ser rechazado antes de tiempo.

– ¡Fang, perdóname, por favor! –gritó.

Poco frunció el ceño, tratando de engullir su vergüenza ajena para comenzar a tocar su guitarra. El pelirrojo alzó el cartel y dirigió su mirada al cochino suelo, avergonzado pero necesitado.

Buster sentía cómo su corazón se quería escapar a través de su boca, sentía los latidos en su garganta, mientras que el chino le observaba desde el segundo piso de su hogar.

Tan pequeño.

Tan miserable.

Algo extraño y nuevo brotó en el pecho del artista marcial, haciendo que le dedique una suave risa a quien fue su tan adorada pareja.

Ante aquel añorado y conocido sonido Buster levantó rápidamente su mirada, conectando con los ojos contrarios mientas que en ambos rostros se curvaban los labios, formando dos lindas sonrisas, mas este intercambio fue interrumpido por el repentino cierre de la ventana.

Lo había dejado allí, como si fuese un perro.

Pero le sonrió.

– Bueno, lo intentaste, hay que rescatar tus huevos –animó el mexicano mientras le proporcionaba suaves palmaditas sobre su hombro–. Pero no vuelvas a hacerlo.

Tan solo asintió, sin importarle.

Obviamente volvería a hacerlo.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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