El reloj marcaba las 7:45 p.m. en el hogar de los Blackwood. La televisión proyectaba imágenes borrosas, con el volumen bajo, mientras Marcus se dejaba caer pesadamente sobre el sofá, aún con la ropa del trabajo. Era una rutina que seguía casi todos los días. Su cuerpo cansado se hundía en los cojines, los párpados pesados, pero no lo suficiente como para ignorar la pequeña mano de Emily intentando apoderarse del control remoto.—Papá... —murmuró la pequeña con su vocecita infantil. A sus cuatro años, todavía estaba aprendiendo a comunicarse bien, y cada palabra que lograba pronunciar con claridad parecía una victoria.
Marcus sonrió, dejando escapar una risa suave, y levantó el control apenas unos centímetros fuera del alcance de su hija.
—¿Qué crees que estás haciendo, pequeñita? —dijo en tono juguetón, sus ojos apenas entreabiertos mientras alzaba el control.
Emily se rió, intentando alcanzarlo mientras hacía un puchero. Justo cuando Marcus estaba a punto de ceder, Clara salió de la cocina con un trapo húmedo en la mano, secándose las gotas de agua de los platos recién lavados.
—Déjala que cambie de canal, Marcus. Ha estado esperando todo el día para ver esos dibujos —dijo Clara, con una sonrisa en los labios.
—Está bien, está bien, me rindo. —Marcus dejó caer el control remoto en las pequeñas manos de Emily, quien triunfante cambió rápidamente a su canal favorito. En la pantalla, los dibujos animados llenaron la habitación con su música alegre, un contraste marcado con la paz tranquila que había reinado minutos antes.
Clara se sentó junto a Marcus en el sofá, dejando escapar un suspiro cansado mientras apoyaba su cabeza en su hombro.
—¿Cómo estuvo el día en el trabajo? —preguntó, cerrando los ojos por un segundo.
—Lo de siempre. Nada emocionante —respondió él mientras le daba un suave beso en la frente, dejando que el cansancio del día desapareciera en ese breve momento de calma familiar.
Marcus deslizó su brazo alrededor de la cintura de Clara, apretándola suavemente mientras sus labios se movían lentamente hacia su cuello. Le susurró algo al oído, una broma coqueta, provocando una sonrisa tímida de su esposa.
—¿Qué estás haciendo? —dijo ella, intentando no reír—. Emily está justo aquí.
—Solo quiero un poco de tiempo a solas —murmuró él con una sonrisa traviesa, inclinándose para besarla.
Justo en ese momento, un fuerte estallido resonó por la sala. El sonido de cristales rompiéndose llenó el aire. Marcus y Clara se separaron abruptamente, sus corazones acelerándose mientras miraban hacia la ventana, donde los vidrios caían al suelo en mil pedazos.
—¿Qué diablos...? —murmuró Marcus mientras se ponía de pie de un salto.
Clara también se levantó rápidamente, lanzando una mirada preocupada hacia Emily, quien seguía mirando la televisión, ajena al caos a su alrededor.
—Voy a ver qué fue eso —dijo Marcus, apretando los puños. Clara asintió, tomando a Emily en brazos para asegurarse de que estuviera bien. A pesar de que trataba de mantener la calma, la tensión en su rostro era evidente.
Marcus salió rápidamente por la puerta principal, mirando a su alrededor con los sentidos alerta. El aire de la noche era frío, y un extraño silencio lo envolvía. De repente, vio una figura borrosa corriendo hacia la oscuridad, perdiéndose entre las sombras.
—¡Oye! —gritó Marcus, pero la figura ya había desaparecido. Gruñó entre dientes, sintiendo una mezcla de frustración y alivio—. Solo debe haber sido un crío haciendo una broma estúpida —se dijo a sí mismo. Aún inquieto, se dio la vuelta y volvió hacia la casa.
Cuando entró, lo primero que notó fue el silencio. Un silencio inquietante, casi antinatural, como si algo terrible hubiera ocurrido. El televisor seguía encendido, pero el sonido de los dibujos animados parecía lejano, irrelevante. Sus sentidos se pusieron en alerta.
—¿Clara? —llamó, pero no recibió respuesta.
Su corazón comenzó a latir más rápido mientras caminaba por el pasillo que daba a la sala. Lo que vio lo dejó paralizado.
Clara estaba de rodillas en el suelo, con el cuerpo tenso y agitado. Frente a ella, un extraño con los ojos vidriosos y desquiciados la había mordido en el cuello. Sangre goteaba de la herida, empapando su camisa blanca mientras el extraño seguía mordiendo como una bestia hambrienta.
—¡Clara! —gritó Marcus, corriendo hacia ella, pero entonces vio algo aún más aterrador: Clara, en un último esfuerzo por proteger a Emily, había empujado a su hija detrás de ella, alejándola del atacante.
—¡Maldito bastardo! —gritó Marcus mientras corría hacia la mesa de la cocina. Sacó un cuchillo y sin pensarlo, lo clavó con fuerza en la espalda del intruso. El hombre cayó al suelo, dejando escapar un gruñido gutural antes de desplomarse.
Con el pecho agitado, Marcus se arrodilló al lado de Clara, pero cuando intentó tocarla, ella giró hacia él de una manera antinatural, sus ojos completamente desprovistos de la dulzura de siempre. Un gemido bajo y aterrador escapó de su garganta.
—¡Clara, no! —susurró con terror al ver lo que estaba pasando. Pero Clara no era la misma. Sus manos se extendieron, buscando a Emily con un hambre voraz, y Marcus, en pánico, corrió para apartar a su hija de su alcance.
—¡Carajo, qué demonios está pasando! —gritó mientras abrazaba con fuerza a Emily, quien comenzaba a llorar desconsoladamente, aterrorizada.
Pero antes de que pudiera hacer algo más, Clara se lanzó hacia él, los ojos inyectados en sangre y la boca abierta, buscando morderlo.
Marcus retrocedió, sosteniendo a Emily con una mano mientras buscaba algo, cualquier cosa, que pudiera usar para defenderse.
El horror lo golpeó con toda su fuerza. Su esposa, el amor de su vida, ahora se había convertido en algo más... en algo inhumano.
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"Hasta Mi Último Aliento",
Short StoryEn un mundo que se desmorona rápidamente bajo una amenaza desconocida, Ethan, un hombre común, se enfrenta a lo impensable. Después de regresar de un día de trabajo normal, una noche de tranquilidad con su esposa y su pequeña hija se convierte en un...